Me levanté de la cama y entré al baño, cogí los bordes de mi camiseta de pijama y la levanté con cuidado, apenas rocé mi estómago con la delicada tela pero el dolor ya estaba ahí y amezaba con salir a la luz, ahí estaba, miré al espejo, moratones. Cuándo la tela delicadamente paso por mi piel me hizo estremecer, me dolía muchísimo pero no podía hacer nada. Tenía la cara hinchada y los ojos algo rojos por haber estado toda la noche llorando.
Regresé a mi cuarto y abrí el armario para buscar que ponerme hoy, me encontré una de las camisetas de All Time Low, la cogí y me abracé a ella, cerré los ojos y sonreí al acordarme de él. Todo sería más fácil si él siguiera ahí, si no se hubiera ido, si no me hubiera dejado. Suspiré lentamente mientras abría los ojos y dejaba la camiseta en su lugar. Cogí unos jeans. Miré por la ventana, el día amezaba con acabar en lluvia y me avisaba de que hacía frío así que me puse una sudadera con cuidado y por último mis converse azules favoritas y cogí mi mochila antes de bajar al salón.
No había rastros de mi padre en toda la casa, tenía miedo de él, de que volviera a aparecer, no sabía cómo estaría la próxima vez que lo viese así que salí rápido de ahí, de casa.
Llegué al instituto y los insultos matutinos se repetieron hasta llegar a mi clase. Llegué de las primeras y vi cómo todos iban llegando. Todos hasta Luke, no me atreví a deterneme y mirarlo porque me sentiría estúpida y si me veía mirándole no sabría cómo reaccionar. Estaba mirando mi libro cuándo una chica, de ojos azules y una gran melena rubia rizada, se sentó a mi lado.
—Buenos días—soltó algunos de sus libros en la mesa, tenía pensado estar a mi lado ese día.
—Hola—hice una leve sonrisa.
—¿Eres Kayla? ¿verdad?—soltó el último de sus libros y me miró.
—Sí—¿cómo sabía mi nombre?
—Eh tranquila...—mierda notó mi inseguridad—ayer te presentó el profesor y bueno dijo tu nombre, por eso lo sé nada más—sonrió y me calmé un poco—yo soy Lea.
Estuve hablando con ella hasta que entró el profesor, realmente se sentía bien y no parecía cómo el resto de chicas del instituto que no me dejaban vivir. Las clases acabaron.
—Te acompaño a casa—dijo animada.
¿A casa y si estaba mi padre? No, no, no.
—No sé si será buena idea—intenté no aprecer muy alarmada.
—¿Por qué?—me dijo mientras salíamos de los pasillos y llegábamos a la calle.
—Bueno esta bien... pero no te podré dejar pasar.
—No importa, vamos.
Me sentía cómoda hablando con ella. Hablamos de todo un poco, gustos musicales, comida, una conversación normal y agradable hasta que llegamos a casa.
—Gracias por acompañarme—sonríe.
—Bueno, no te preocupes me lo he pasado bien, eres una tía guay.
—¿Eso es un cumplido?—ambas reímos—gracias.
—Hasta mañana Lea—me giré y caminé hasta la puerta.
—Adiós Kayla—estaba a punto de abrir la puerta cuándo la escuché—Kayla, mañana por la mañana, si quieres, no entres tan temprano, puedes quedarte en el cesped con nosotros y no quedarte media hora esperando en clase—me giré a mirarla.
—No sé si a tus amigos les caeré bien, ya sabes...—todo iba demasiado bien para ser real, una chica queriendo ser mi amiga, algo tenía que pasar, esto no formaba parte de mi vida.
—Tú tranquila, yo me quedo con Ashton, mi novio y con sus amigos, no habrá problema.
—Me lo pensaré.
Entré en casa, mi padre no había vuelto, no sabía dónde estaba, pero no podría haber dejado pasar a Lea, de todas formas ella tampoco me lo pidió, entonces ¿quería acompañarme a casa por compromiso? ¿le daba pena? ¿sabía los rumores que iban de boca en boca de todos los que iban a mi instituto? ¿por qué decidió hablarme? ¿realmente le parecí ''guay''? Soy demasiado insegura... ¿solo quería ser amable conmigo? ¿era el principio de una amistad? dios, llevaba 40 minutos en casa, sentada en el sofá desde que había llegado dándole vueltas a eso. Tenía que dejar de ser tan insegura y no pensar tanto en las cosas, sí, eso es lo que haría.
La tarde la pasé igual que ayer, cuándo terminé de pasar los apuntes me acerqué a la ventana y empezó a llover, bajé a la cocina y me hice un chocolate y subí a mi cuarto y me lo bebí mientras veía la lluvia caer a través de mi ventana. Me encantaba la lluvia. Estaba tranquila cuándo escuché el teléfono sonar. Bajé al salón para cogerlo, en rara ocasión llamaban, no esperaba llamada, no sabía quién podía ser así que lo descolgué.
—¿Diga?—mi voz sonó algo confundida antes de escuchar al otro lado aquella inconfundible voz.