—Ha sido culpa mía—si no hubiera estado mirando a mis pies no habría chocado con él. Me levanté por mi misma y aparté mi mirada de él.
—Creo que estas en mi clase ¿no?—intentaba cambiar de tema y mantener una conversación conmigo.
—Soy Kayla ¿y tú...?—en clase no presté atención a mis compañeros, únicamente a lo que decía el profesor, así que no sabía quién era.
—Soy Luke—dijo amablemente—eres una chica despistada por lo que veo—noté su sonrisa en ese momento aunque no lo estuviera mirando, no podía mirarle y quedarme más tiempo ahí sin acabar más roja que un tomate. Ahora entiendo porque todas hablaban de él, era demasiado guapo.
La gente a mi alrededor seguía su camino así que yo decidí hacer lo mismo, si alguien normal no se fijaba en mí Luke jamás lo haría ¿realmente me estaba hablando para humillarme cómo lo hacían todos? no quería que me volvieran a humillar como esta mañana, así que busqué una salida.
—Tengo prisa—me giré y salí de allí.
Durante el camino a casa no pude sacarme de la cabeza a aquel chico. Aquellos ojos azules. Era muy alto y estaba ligeramente bronceado, lo que le hacía a su piel tener un tono perfecto. Probablemente habría pasado días en la playa durante el verano a diferencia de mí, que no salí de mi pueblo durante vacaciones, ni siquiera a la costa, aunque tampoco tenía amigos con los que pasar un buen rato, solamente yo en casa con mi padre.
Entré en casa y mi padre no estaba, había dejado una nota en la encimera de la cocina.
"He ido a la ciudad a divertirme un poco, me estaba pudriendo de aburrimiento en aquel sofá. Espero que no hayas invitado a nadie a casa, ya sabes que no me gustan las visitas. Cuándo vuelva más te vale estar en casa, llegaré sobre las 5."
Subí a mi habitación, dejé la mochila en el suelo y me puse mi pijama. Bajé a la cocina y me preparé la comida, cuándo acabé limpié los cubiertos y mi plato y volví a mi cuarto a pasar unos apuntes a limpio. Terminé y el reloj marcaba las 6 y fue entonces cuándo escuché un porrazo en la puerta, no me dio tiempo a reaccionar cuándo escuché otro golpe, bajé corriendo por las escaleras y tras el segundo la puerta se abrió y se cerró detrás de mi padre y él entró en casa.
—¿No pensabas abrirme la puerta?—me miró
—Perdón—hizo un gesto de "no pasa nada" antes de volver a hablar.
—Se me ha hecho tarde—se sentó en el sillón, yo me quedé de pie y pude oler todo el alcohol que había estado consumiendo cuándo pasó por mi lado—Kayla me aburres, estás aquí pero cómo si no estuvieras, te quedas inmóvil, no hablas—para estar un poco borracho logró decir todo lo que quería.
—¿Qué quieres que diga?—intenté no sonar irritada, no quería discutir con mi padre y menos si estaba algo borracho. Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos.
—No sé, comportate como alguien normal, cómo una hija—murmuró.
—Es irónico que me digas eso, cuándo tú no te comportas cómo quien eres realmente, cómo un padre—me maldije a mi misma por decirle eso, pero era la verdad, y no pude callarme, no, aquel día había empezado mal y iba a terminar peor.
Mi padre abrió los ojos rápidamente y me miró con ira. Se levantó enfurecido hacia mi, yo retrocedí hasta que choqué con la pared.
—La culpa es tuya—me agarró del brazo con fuerza, mientras que con el dedo índice de la otra mano me señalaba—si tu madre estuviera aquí, si tú no la hubieras cagado ahora seríamos una familia feliz—apretó el agarré haciendo que me doliese más.
Mi padre estaba enfurecido y el alcohol corría por sus venas así que pasó lo que supe que pasaría. Me pegó, me pegó con toda su ira contra mi.
—Esta noche no pienso dormir bajo el mismo techo que tú—me advirtió mientras se alejaba de mi y salía por la puerta mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos amenzándome con salir corriendo por mis mejillas de un momento a otro.
Sentía el dolor en cada parte de mi estómago, me había pegado fuertemente ahí porque sabía que con una camiseta mi estómago estaría tapado y así no se verían señales. Subí corriendo por las escaleras hasta llegar a mi habitación y cerré con fuerza la puerta y me derrumbé en mi cama. Solté todas las lágrimas que tenía acumuladas contra mi almohada hasta quedarme dormida, una de las pocas cosas que adoraba era dormir, porque mientras dormía no pasaba nada, no sentía nada, era cómo estar atrapada dentro de tu propio mundo en el que solo tú pudes entrar y salir, pero no logré conciliar el sueño durante más de 4 horas.