Tortuga

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Tortuga

(Eleanor POV)

El fuerte sonido de una ola chocar contra la madera del barco me despertó de un salto. El océano había amanecido amenazante, pero a nadie parecía preocuparle demasiado. Fuera del camarote del capitán, que se había convertido en mi único refugio seguro y alejado de aquella manada de animales, todo lucia como de costumbre. No estaba segura de cuantos días habían pasado desde mi secuestro inoportuno, pero Henry, quien era el único que solía visitarme en compañía de Edward, aseguraban que llevábamos cerca de una semana navegando.

Eran pocas las ocasiones en donde podía encontrarme a Jack cara a cara y cuando sucedía solo me observaba de arriba abajo extrañado de tenerme frente a él, eso o salía corriendo. Angélica y Elizabeth habían logrado enseñarme a soportar el olor a comida rancia, entre otros desagradables olores que puede traer un barco consigo al viajar con un montón de hombres apestosos acostumbrados a bañarse una sola vez al año. Edward me contaba historias de sus días de "gloria" como solía llamarlos y Henry me acompañaba mientras los relatos comenzaban a hacerse cada vez más interesantes. El hombre a quien denominaban capitán Barbosa, entre burlas y sátiras crueles me hacía caer en cuenta de la realidad que debía enfrentar y de las pocas probabilidades que tenia de regresar a España sana y salva, sin embargo, me mostraba el lado positivo de las cosas, y lo cierto era que estar a bordo del Perla no era del todo malo, incluso para alguien acostumbrada vivir entre lujos.

—Hola Coton—salude al mudo hombrecillo acompañado por su siempre fiel loro que en ocasiones parecía hablar por él, mientras caminaba hacia el timón. Su sonrisa sirvió de respuesta a mi saludo y señalo hacia el horizonte. —¿vamos en esa dirección? —pregunte y el asintió

—Tortuga—dijo el loro—Tortuga, Tortuga—repitió con voz chillona.

—¿Tortuga? —pregunte confundida—¿ves tortugas?

—No es eso, princesa—dijo alguien ubicándose a mi lado, era Gibs—estamos cerca de la isla Tortuga, guarida de piratas y maleantes de todas partes del mundo, pero principalmente del caribe. Un lugar de mala muerte en donde la diversión y la locura nunca faltan ni están de más.

—¿Por qué nos dirigimos hacia allá?

—Los hombres llevan mucho tiempo encerrados en un barco, todos necesitamos un descanso en tierra firme o nos enloqueceremos, niña—agrego Barbosa.

—Sí, me imagino—respondí yo sarcástica.

—Ven conmigo, Eleanor. —pidió Angélica—necesitas un aspecto nuevo si quieres pasar desapercibida en esa isla.

No entendí por qué me lo dijo, pero últimamente la veía a ella como una figura de autoridad y de confianza en quien pocas veces dudaba. Nos dirigimos nuevamente al camarote del capitán en donde Elizabeth y Henry me esperaban.

—Colócate esto—dijo Henry lanzándome algunas prendas de el

—¡Pero es ropa de hombre! —me queje

—Te sentara bien bajar del barco, pero es recomendable que luzcas como un hombre a menos claro, que desees que cientos de hombres te miren pervertidamente mientras caminas entre la multitud y no te va a gustar lo que te harán si se empeñan en llevarte con ellos...o tal vez si te guste, entre gustos no hay disgustos—hablo el

—¡Oh rayos, Henry! —dije golpeándolo en la cabeza.

—Yo solo decía—se quejó el.

Su madre negó con la cabeza y se dispuso a peinarme para luego colocarme una vieja y sucia peluca. Angélica se encargó de vendarme el pecho para que nada estuviese fuera de lugar y se viera extraño en el que se suponía debía ser un hombre y una vez lista, salimos.

Piratas del caribe: Las joyas del oceanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora