3. La fiesta.

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Nicoletta, encerrada en su habitación, demoraba todo lo posible el momento de presentarse en la fiesta. Sin molestarse en llamar, Cassandra entró.

-¡Vamos, Nicci! ¿A qué esperas? La fiesta está en su mejor momento. ¡Hay hombres tan apuestos!

-No tengo ganas, no me interesa-respondió-. ¿Y si está aquel bárbaro que quiso espiarme?

-No digas bobadas, sería algún mendigo o un bandido. ¡Deberías poder distinguirlos a estas alturas!

-Por eso lo digo, Cassi. Sé perfectamente distinguirlos. Es hombre portaba buenos ropajes, anillo de oro y una buena y bien afilada espada.

-¡Habría robado todas esas cosas! Nicci, tienes que...

-¡No voy a ir a esa pantomima!-explotó Nicoletta.

-Nicoletta D'Amico-musitó su hermana muy seria-, no me puedo creer que seas tan egoísta. Nuestro padre está ahí abajo cantando tus alabanzas, haciendo todo lo posible por asegurarte un futuro. Ni se te ocurra avergonzarle de la manera.

La apelada suspiró, no le quedada más remedio que bajar. Gruño un "está bien" entre dientes y comenzó a deshacer su larga trenza. Su hermana se ofreció a hacerlo ella, mientras cepillaba la larga melena castaña de su hermana mayor preguntó:

-¿Cómo era?

-¿Quién?

-Aquel hombre que dejaste atado en mitad del bosque-rió Cassi.

-¡Oh! Ese... Pues era alto y fuerte, ya sabes, muy musculoso. Tenía el cabello pelirrojo oscuro y los ojos verdes. Lleva mucho cuidado si te encuentras con él, por favor, Cassi.

-No te preguntaba por eso-dijo Cassandra divertida-. ¿Era apuesto?

-Supongo-Nicci se encogió de hombros-. No estaba como para fijarme en si era guapo o no.

-Vaya aguafiestas estás hecha-rió dejado el cepillo-. Ya estás lista. Tan preciosa como siempre.

Nicoletta sonrió a su hermana y ambas se encaminaron hacia el gran salón. Allí, Sloan se aburría soberanamente. No podía hablar con ninguna muchacha sin que uno de sus padres estuviera delante y todas esperaban ser alabadas por su belleza, casi veneradas. La última, Lady Hay, sólo había hablado de lo incómodo del camino. Por fin sólo, Sloan cogió otra jarra de cerveza y miró a las escaleras. Había conocido a tres de las cuatro hijas del señor D'Amico, aunque una de ellas durmiera en los brazos de su madre en ese momento, y le había escuchado maravillas de la mayor, estaba seguro de que aquella sería la muchacha del bosque, pero no aparecía.

Y entonces un mayordomo anunció la llegada de la señorita Nicoletta D'Amico, en compañía de su hermana la señorita Cassandra D'Amico. Allí estaba aquella fierecilla, resplandeciente en aquel vestido verde, con los hombros al descubierto y un gesto serio en el rostro. El highlander olvidó las normas impuestas por su padre y de dirigió hacia la muchacha; sola después de que Cassandra se fuera a buscar a Catarina.

-Señorita D'Amico-sonrió haciendo una reverencia-, su padre me ha hablado mucho de usted. Es un placer conocerla... al fin.

Ella, tensa al reconocerle, le tendió una mano que él besó, tras corresponder la reverencia. Olvidando la compostura que debía guardar, preguntó:

-¿Qué hacéis vos aquí? ¿Cómo os atrevéis a irrumpir en mi hogar tras haber querido espiarme?

-¿Irrumpir?-rió Sloan-. Vuestro padre a tenido la amabilidad de invitarnos a mí y a mi padre a esta fiesta tan estupenda. Feliz cumpleaños, Nicoletta.

-Gracias-musitó ella recordando la escusa de aquel evento-. ¿Y quién es vuestro padre?

-El Laird Murdock McPherson, por supuesto. Y yo Sloan McPherson, a vuestro servicio.

Maldito highlanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora