4. Asustar y atraer.

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Desde su vetana Nicci observaba a sus hermanas y a su madre caminar por las inmediaciones de su nuevo hogar. Las cuatro parecía copias exactas las unas de las otras, excepto Liliana, que era más bien una copia en miniatura. El cabello dorado perfectamente liso, los ojos color canela enmarcados en espesas pestañas rubias. Nicoletta se apartó de la venta y se miró en el espejo, tomando entre sus dedos uno de sus bucles pardos y lo estiró, con la esperanza de que permaneciera así cuando lo soltara. Pero cuando lo hizo el cabello volvió a su sitio con un rebote. La muchacha contempló el reflejo verde de sus ojos en el espejo y paseó un dedo por su labios gruesos, se parecía mucho a su padre. 

Suspirando, Nicci bajó al salón, dónde la aguardaba su padre, que en seguida se acercó a hablarle.

–Nicoletta, hija mía. Ya sabes lo mucho que te quiero y que adoro tu coraje y tu fuerza, ¿verdad?

–Sí, padre–contestó ella, alagada y sorprendida.

–Bien, bien. Pues aun así he de pedirte algo. Durante la visita del laird McPherson y su hijo quiero que guardes cierta... Discreción. Sólo te pido que no hagas saber tu dotes con la espada, la daga, el arco... Tus dotes guerreras en general.

–Pero, padre... Yo soy todo eso. Es parte de mí. No estaría bien mentirle en algo así.

–Hija mía, no te pido que mientas. Simplemente esconde esas cosas para no asustarlo en un principio.

–¿Asustarlo?

–Los hombres no están acostumbrados a muchachas como tú, es mejor si le introduces en quien eres poco a poco.

–Está bien–musitó ella con un plan en mente–, tendré muy en cuenta vuestro consejo.

«Para conseguir espantarle», pensó. Tras eso Nicoletta fue a revisar todos los preparativos para la comida, a petición de su padre, para "demostrar que sería una buena señora de su casa" había dicho. Siguiendo el consejo de su madre había mandado preparar algunos los platos escoceses más típicos, para que supieran que se adaptarían perfectamente a la cultura de Escocia, así como algunos platos típicos italianos, para aportar un toque exótico a la comida.

–¡Nicci!–escuchó que la llamaba su madre–. ¡Ya están aquí!

–Madre–dijo ella saliendo de las cocinas–, la comida no esta lista.

–¡Oh, con el apetito que tienen siempre los highlanders! No pasa nada, pídele a Sloan que te acompañe  dar un paseo, enséñale los jardines, id a las cuadras o lo que sea.

«¡Genial! Paseito romántico con el patán», pensó Nicoletta con sarcasmo. Pero asintió y se encamino al gran salón. Allí estaban el laird McPherson, Sloan y una muchacha pelirroja y de potentes ojos azules.

–Aquí está la doncella de la que mi hijo no para de hablar–saludó el laird–. Te presento a mi pequeña Nerys, mi don más preciado.

La muchacha pelirroja, que no debía de ser mucho mayor que las gemelas, saludó con timidez a Nicoletta, quien no creía ni una palabra del hombre.

En aquel momento llegaron los padres de Nicci junto con la gemelas y Liliana, Eleonora sugirió rápidamente que Nicoletta les enseñara los jardines a Sloan y su hermana, paseo al que se apuntó una emocionadísima Lili.

–Me pregunto cuanto hay de verdad en el comentario de vuestro padre–comentó Nicoletta a mitad del paseo observando a Liliana recoger flores junto a Nerys, algo alejadas–. ¿Tanto os asusté?

–¡Já!–se carcajeó Sloan–. Por muy problemática que podáis ser no me dais miedo alguno. Aunque admito que me impresionasteis, no todos los días conoce uno a una doncella capaz de desarmarlo en cinco estocadas.

Maldito highlanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora