5. Poco a poco.

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Nicoletta sintió con asombro como los labios del highlander eran sorprendentemente suaves, mientras estos se movía de forma posesiva contra los suyos. Como en la fiesta del día anterior, la muchacha se deleitó con los brazos fornidos que la rodeaban. Su primer instinto fue darle una bofetada, pero cuando alzó la mano esta tomó el camino equivocado y se enredó en el cabello del hombre. Nicoletta si sintió arder, sintió como se derretía por dentro y se abandonó al beso.

Sloan disfrutó de la suavidad de la muchacha, de lo delicada que parecía su cintura entre sus brazos, de su ligero aroma a flores, inidentificables para él, y del lánguido suspiro que se escapó de los labios de Nicci. El hombre se apartó, temiendo no poder parar si la sostenía entre sus brazos un segundo más. Observó como Nicci se había quedado parada en el sitio, con los ojos cerrados y boqueando en busca de sus labios como un pececillo fuera del agua. Nicoletta abrió al fin los ojos para encontrarse con una sonrisa de suficiencia en los labios que acababan de besarla, enfurecida alzó la mano para abofetearle pero Sloan se anticipo y, agarrándola por la muñeca, se inclinó para susurrarle al oído: 

–No dejéis que vuestro orgullo nuble lo que habéis sentido.

Tras eso Sloan la soltó y se dio la vuelta para salir de los establos, pero antes de salir de la cuadra siquiera sintió que algo le golpeaba en la espalda. Al girarse y comprobar que Nicoletta le había arrojado uno de sus zapatos rió para sí mismo y, tras recogerlo, clavó una rodilla en el suelo ante ella para ponérselo. Y en ese momento, como si los astros se hubieran alineado para fastidiar a la muchacha, apareció Eleonora. 

–¡Dios Santo y Bendito!–chilló fuera de sí–¡La mia bella ragazza! ¡Promessa sposa! 

Eleonora comenzó a hacer planes de boda sobre la marcha, parloteando en italiano sin descanso, mientras Nicoletta, ignorada por su madre, intentaba explicarle lo ocurrido en su lengua natal y Sloan, sin entender palabra, maldecía para sus adentros intentando encontrar una manera de librarse de aquello.

–¡Madre!– gritó en italiano Nicoletta, ya desesperada–. ¡NO NOS VAMOS A CASAR!

 –¿No le habrás dicho que no? ¡Ay, hija! ¡No me des estos disgustos! Él es perfecto para ser tu esposo, fíate de mi intuición de madre, sé que un día le amarás. ¡Por favor, cariño! ¡Hazme caso!

–¡Madre, no me ha pedido matrimonio!-suspiró la muchacha agradecida de que su madre estuvieran hablando en italiano únicamente. Tras eso añadió en gaélico para que lo entendiera el highlander–. Simplemente se me cayó uno de los zapatos y Sloan muy caballerosamente me estaba ayudando a ponérmelo.

 –¡Oh! Bueno, eso es muy amable por vuestra parte–continuó en gaélico la madre– La comida está lista, Nicoletta ha elegido los platos.

–En ese caso estoy seguro de que todo estará delicioso–comentó Sloan galantemente.

La comida discurrió de forma amena, se había servido haggis, stovies, crowdie... Pero también lasagna, rissoto y varios tipos de pasta. Nicoletta fingía no odiar en ese momento a Sloan y este fingía considerarla una dulce damisela en apuros mientras los padres de estos llevaban el peso de la conversación ensalzando continuamente las virtudes de sus respectivos hijos. En un momento dado el laird McPherson comentó que a su hijo le apasionaba cabalgar. Recordando por qué había llevado a Sloan a los establos antes de la comida, Nicoletta comentó alegremente.

–¡Qué casualidad! La hípica es una de mis actividades favoritas. Quizás os apetecería dar un paseo a caballo tras la comida.

Añadió mirando al hijo del laird, quien se percató del brillo desafiante en los ojos de la muchacha y quiso averiguar que se traía entre manos.

–Será todo un placer.

–Cassandra– la llamó Nicci, sabiendo que era la única capaz de seguirle el ritmo–. ¿Por qué no nos acompañas? No sería apropiado que fuéramos solos. 

–Por supuesto, hermana. Me encanta la idea.

Tras la comida los tres se dirigieron a las cuadras donde descansaba Farfalla, Luath y Brezza, la yegua de Cassi. Montaron y sin acelerar mucho la marcha se internaron en el bosque. En cuanto estuvo segura de que su padre no podía verlos Nicoletta propuso:

–¿Por que no hacemos una carrera hasta el lago?

Sloan, intrigado por la muchacha aceptó, al igual que Cassandra, quien se preguntaba que se traería su hermana entre manos.

Nicci cambió su posición sobre el caballo de estar de lado a horcajadas y en cuanto se dio la señal de salida salió disparada entre los arboles. Sloan galopaba a toda velocidad tras ella, la pequeña de las hermanas se colocó rápidamente un paso por detrás de Nicci pero no podía sobrepasarla, nadie podía. El highlander espoleó su caballo y puso al lado de Nicoletta y luego un poco por delante, casi cae del caballo de la risa al notar la mirada de odio de la muchacha. Pero algo más delante en el camino divisó un gigantesco tronco caído que impedía el paso. 

–¡Nicoletta!–gritó Sloan–.¡Cuidado!

Pero ella ya lo había visto y sin pensarlo espoleó a su yegua, rebasó a sus acompañantes y cuando estaba tan cerca que parecía que iba a chocar sin remedio contra el tronco saltó. Farfalla se elevó con tal gracia del suelo y se posó con tal delicadeza sobre su patas que Sloan comprendió a la perfección el por qué de su nombre, aunque hubiera estado más atento al jinete que al caballo durante el salto. Tras ella saltaron sus dos acompañantes. Pronto llegaron al lago: Primero Nicoletta, seguida de Cassandra y por último Sloan a quien ya le importaba más bien poco la carrera.

–¡Já!–rió la muchacha desmontando–¡Gané! ¿Cuál va a ser mi premio?

–¿¡Pero tú estás loca!?–chilló el hombre cuando se bajo del caballo–¡Podrías haberte partido el cuello! ¡No vuelvas a saltar algo así, podrías matarte! ¿Es que no piensas en nada?

–¡Eh!-contraatacó la aludida–. Para empezar no podéis tutearme. Sabía perfectamente lo que hacía, he saltado obstáculos peores en terrenos peores. No tenéis derecho alguno para decirme lo que debo o no hacer, ni vuestra condición de hombre ni el hecho de que estéis cortejando–pronunció casi con asco–. Así que guardaros vuestras órdenes para los hombres de vuestro ejército, porque yo no las acataré ni ahora, ¡Ni nunca!

–¿¡Cómo os atrevéis a hablarme así!?–gritó Sloan furioso–¡Sois una niña malcriada! ¡Vuestra belleza y vuestras virtudes se os deben haber subido a la cabeza! Porque sepáis cosas que os ensalcen sobre otras mujeres no tenéis derecho a tratar a los demás como escoria. ¡Debéis aprender cual es vuestro lugar! 

Nicoletta estaba tan furiosa que no fue capaz de decirle, o gritarle, nada coherente. Soltó un gruñido ronco y un chillido de desesperación. Volvió a montar en Farfalla y se dirigió sola hacia el palacete. 

–¡Y que sepáis que no me casaría con vos ni por todo el oro del mundo!–le gritó el hombre antes de que estuviera muy lejos.

Cassandra, que había contemplado la escena en silencio, miró al highlander conteniendo una sonrisa. 

–Mi hermana a veces puede ser muy... Impulsiva. No se lo tengáis demasiado en cuenta. No está llevando muy bien el venir a vivir a las highlands, el tener que casarse... 

–¡Pobre del que se case con ella!–rezongó él mientras montaba de nuevo–Será mejor que volvamos...

"En fin..." pensó Cassi. "Lo de estos dos va a llevar su tiempo. Poco a poco"

Maldito highlanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora