No mires abajo, me lo dijeron muchas veces. Si lo haces, todo se volverá inconsistente y lo diminuto de la gran ciudad te aterrorizará; es posible que caigas y termines durmiendo.
No mires hacia abajo, viajero, la cuerda es larga, al menos por ahora, y si te mareas tu derecha o tu izquierda renunciará a la pelea y se dejará vencer, tal como lo estás haciendo vos al mirar hacia abajo. No lo hagas.
A veces son cien metros, otras son cincuenta. Tampoco se trata de cuánto sino de cómo. ¡Si tan sólo lo hubiese entendido antes! Tal vez no hubiese mirado hacia abajo.
La gente se va juntando para presenciar el maravilloso espectáculo. Algunos te llamarán valiente, otros suicida, pero ninguno te conoce y por eso no importa más nada que no mirar hacia abajo.
Concentrate y has todo lo que esté a tu alcance para no perder el equilibrio, aunque soy consciente de que lo más cercano para aferrarte es esa vieja sombrilla amarilla, que ha jugado con tu corazón sin piedad y ahora se ríe de que tu vida dependa de ella.
Sonríe, no porque falta poco, sino por lo que has recorrido. Tuviste miedo a caer, aún lo tienes. Tuviste miedo a sufrir, aún sufres. Tuviste miedo a respirar, aún respirás. Y el viento sacude tu ropa y tu cabello y se siente mejor que volar, pero sin la sensación de libertad en el pecho.
La cuerda se va tensando y tus pies tiemblan ante lo desconocido. Se corta porque no hiciste caso y lo último que viste fueron las caras de esos ilusos que creían conocerte y gritaban a viva voz : «¡No mires hacia abajo!».
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Un poco de mí.
RandomTal vez poemas, historias cortas, cuentos o lo que sea que pase por mi cabeza.