Siento que mi vejiga va explotar, y sólo ahí recuerdo que no pasé al baño desde que salí de casa por la mañana. Ahora son las cinco de la tarde. Muevo las piernas y espero que Deb también termine su helado para que me acompañe, pero cuando al fin lo hace, su teléfono comienza a vibrar. Contesta a una tal "Josephine" antes de que le pueda preguntar, así que mando todo al infierno y le aviso a mi padre que iré al baño.
—No tardes —dice y se vuelve a buscar el auto. Corro por los pasillos poco poblados de gente y entro de inmediato a un cubículo cuando llego.
¿Qué clase de fenómeno aguantaba tantas horas sin pisar el baño?
Yo era alguien especial. Sobre todo podía aguantar porque muchas veces había preferido quedarme leyendo cinco horas seguidas que detenerme quince minutos para hacerme cargo de mis necesidades biológicas. Cuando era pequeña gané un poco de peso demás porque me saltaba las comidas debido a eso, luego me sometieron a un estricto horario de alimentación, y sólo entonces volví a la normalidad. Ya no me saltaba comidas porque mi madre me quitaba los libros si lo hacía, pero ella no podía saber cuando mi vejiga llamaba, así que seguí ignorando esa necesidad. En este caso no había ido al baño porque me daba mucho terror entrar a uno del avión. Era extraño para mí, nunca me había gustado.
Salgo del cubículo, aliviada, y me dirijo a lavarme las manos. Se escucha el gorgoteo de algunas llaves haciendo eco, pero más que eso nada. Todo está en silencio. Esta parte del aeropuerto parecía ser muy poco concurrida. Me miro al espejo y noto mis ojeras. El viaje me había dejado cansada. Me mojo la cara y luego tomo toallas de papel de un expendedor para secarla. Es refrescante, me hace sentir mejor.
Miro mi ropa: llevo puesto un pantalón de mezclilla, un chaleco de lana con cuello ancho y largo que rodea mis hombros hasta la altura de mi oreja y unas Converses, porque son cómodas, aunque en realidad yo no solía usarlas, me gustaban más las botas.
Mamá pensaba que esas zapatillas eran sobre valoradas por los adolescentes, pero ella nunca había usado unas.
Mamá... cómo me gustaría que estuviera ella y Jamie conmigo, con Debbie, con papá y Caroline en navidad.
Suspiro.
A veces deseaba poder pasar las fiestas con todos juntos. Quería estar con mis dos hermanos, y mis dos padres, y también con Caroline, porque también le tenía mucho afecto. Quería sonreír en navidad sin tener que estar triste en mi interior porque extrañaba a la otra parte de mi familia.
Me quito una lágrima que se escabulle hasta mi pómulo y gruño en mis adentros. Me apresuro a salir de aquel espacio vacío con olor a aromatizantes lavanda que hacía mi pecho llenarse de nostalgia.
Han pasado unos diez minutos desde que salí corriendo hacia el baño, y cuando lo noto, comienzo a caminar más rápido.
Pasan unos segundos. Miro mis zapatos. Hacen un ruido chillón contra el suelo.
De repente siento un dolor agudo cerca de mi nuca. Me detengo en seco.
Se siente como una aguja atravesando mi piel. No me da tiempo de nada. Pronto mi mente simplemente se oscurece y se apaga.
Abro los ojos, pero no veo nada. En realidad, casi no los puedo abrir, ya que algo sobre estos me lo impide. Mi corazón comienza a latir fuerte y pequeñas agujas comienzan a recorrer mi cuerpo antes de que todas mis extremidades terminen de despertar. Me hago consciente de que estoy semidesnuda un momento después de notar mi garganta dolorosamente seca y mi cabeza martillando por todos lados. Siento que estoy fuera de mí, viviendo una situación totalmente ajena e imposible de entender. Muevo un poco mis manos temblorosas: están hormigueando insistentemente. Me duelen las muñecas.
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Tuya [N.H.]
FanfictionChloe tenía una familia normal en una situación poco común. Vivía con su madre y su hermano pequeño, sin embargo, en vacaciones debía visitar a su padre y hermana en Londres, alejarse un océano por tal vez dos meses y volver con su madre luego. Lo h...