8. Culpa

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Estuvo toda la tarde contándome su historia y cómo Niall había sido una gran ayuda para hacer sanar las heridas que ese hombre le dejó. Me dijo que Niall lo denunció de manera anónima y que fue a la cárcel pronto luego de haber descubierto a varias chicas de las que había abusado. Al parecer eso ayudó. Además recibió una denuncia posterior por parte de su esposa, a quien maltrataba constantemente. Pasó medio año antes de que pudieran devolver a Beatrise con su madre, quien decidió volver de inmediato a Cheshire.

No pude evitar sentirme mal por lo que le había pasado a Bee, pero tampoco pude olvidar que extrañaba mi hogar, que iba a tomar tiempo volver, entre otras cosas que de cierta manera me hacían sentir aún más culpable.

—¿A cuántas chicas ha salvado? —había estado escuchando atentamente por horas, así que la vi sorprenderse por mi pregunta.

—Doce contigo —hizo un mohín extraño, como si no supiera si felicitarme o compadecerme.

Bee no parecía alguien con un pasado tan trágico, más bien parecía que había crecido en una burbuja toda su vida por su personalidad alegre.

—Yo fui la sexta —dijo como si se enorgulleciera de ello. — Entonces él tenía dieciocho y yo quince.

—¿Cuántas chicas han secuestrado? —la duda me carcomía la lengua. Cuando la formulé, su actitud se volvió apagada.

—Generalmente secuestran dos cada año, a veces tres —mi ceño se frunce. Si Niall ya había salvado doce chicas, debía llevar algunos años haciéndolo. —Niall dijo que no secuestran más para no levantar sospechas... Al parecer no son muy conocidos, pero algunos imbéciles pagan mucho por menores de edad —mi estómago se contrae.

Una bola de sentimientos había comenzado a formarse en mi pecho desde que desperté en aquel lugar horrible, desorientada y sin comprender nada. Tenía miedo, luego terror, cuando llegué aquí sentí alivio, sólo por un rato, entonces también se sumaron a la reunión la desconfianza y el anhelo que sentía de volver con mi familia, extrañé a mamá, a Jamie, a papá y a Debbie. Por último, había llegado una nueva emoción combinada con fuertes deseos de venganza: rabia. Ahora que sabía a quien dirigirlos todos, era como si estuvieran tirando de mí para que golpeara a alguien justo en las partes bajas.

—¿Por qué no han hecho nada? —mi voz tembló. Me sentía atrapada por no poder comprender del todo y estaba molesta. Si sabían tanto, ¿por qué no salvar a las chicas que aún no habían pasado por eso haciendo que esos malditos se hundieran?

Bee no se veía tan molesta como yo, parecía saber algo más que no le permitía sentir ira. ¿Cómo es que le hicieron tanto daño y ella no quería un poco de venganza?

—Eso vas a tener que preguntárselo a Niall —murmuró a la vez que alzaba la mirada hacia algo tras de mí, y cuando volteé pude verlo, a él y a las bolsas de restaurante que traía en los brazos.

—Hola —soltó. No parecía ni mínimamente sorprendido de vernos en la sala, ni siquiera preguntó nada. Era como si fuera algo de todos los días. Caminó hasta el comedor, el cual estaba unos metros tras la sala, y dejó sobre la mesa las cosas.

—¿Nos compraste la cena? —Bee lo miró sonriente y se puso de pie. Yo de pronto estaba nerviosa. Me di cuenta de que ya no tenía muchas razones para odiarlo.

—Pensé que podía, ya sabes, para celebrar que estás aquí —su actitud era bastante casual, se volvía molesto si tomabas en cuenta la situación.

Yo también existo.

—¡Gracias! —Bee se había levantado de un salto para acercarse a las cajas de comida. Se veía feliz, lo que me soprendía. Hace unos minutos la notaba muy afligida.

Tuya [N.H.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora