Anastasia steele sabía muy bien que algunas personas necesitaban sentirse especiales
y hacían todo lo posible por lograrlo, y lo sabía porque sus padres eran así. ¿Cuántos
hombres había que provocasen la adoración que su padre, Ray steel? ¿Y cuántas
mujeres eran tan admiradas como su madre, Carla?
Ray y Carla steel eran una pareja insólita. Se peleaban para ver quién de los dos iba a conseguir ocupar la primera página de una revista, y los aficionados a la
música country leían todo lo referente a ellos, dos de los cantantes más populares de
ese tipo de música. Casi siempre uno de los dos, o ambos a la vez, tenían algún disco en
la lista de los «principales». Sin embargo, nunca actuaban en un mismo concierto por que les resultaba imposible estar juntos y no discutir.Como hija única de una pareja tan veleidosa, Anastasia se había convertido en la intermediaria de ambos desde la infancia.
Todavía seguía jugando ese papel, pensó lanzando un suspiro; en esta ocasión, a instancias de su madre:
«Tienes que ir al refugio de Carrick a ver qué tal está tu padre. Estoy segura de
que está ahí. Le pasa algo, cariño. Ha cancelado dos conciertos y Ray steel no cancela
un concierto a menos que tenga una razón de peso».En esta ocasión, su madre estaba en lo cierto; de lo contrario, Anastasia no iría de
camino a un lugar al que no había sido invitada nunca.No había tráfico en aquella
carretera secundaria de Tennessee, pero la pesada lluvia le exigía toda su concentración. Era muy tarde, pasada la medianoche. Debido a la insistencia de su madre, y nadie sabía insistir de la forma en que lo hacía carla, Anastasia había partido para el refugio de Carrick Grey nada más terminar
sus ensayos.El director había anunciado una semana de descanso y Anastasia pudo así abandonar la ciudad.
Al contrario que Carla y Ray , la ambición de Anastasia en su carrera musical se limitaba a formar parte del coro de cantantes más entusiastas. Tenía buena voz, pero ningún deseo de grabar un disco. Además, no
necesitaba dinero; Carla y Ray habían puesto a su nombre tantos fondos monetarios y trusts que Ana casi no sabía lo que tenía.En cuanto a la fama, no le interesaba nada. Toda la vida se había visto rodeada de gente famosa y le resultaba muy difícil encontrar entre ellos a alguien «normal». La mayoría de los artistas eran gente que vivía para los aplausos, los necesitaban más que la bebida y la comida.
Anastasia no quería formar parte de ese mundo. Su sueño era encontrar un hombre
anónimo y normal, tener hijos normales y anónimos y vivir una vida normal en una ciudad pequeña o pueblo, también anónimo. O en el campo. Una granja en el campo la
atraía más que una casa en la ciudad. Sí, una granja normal y anónima.No obstante, Anastasia quería mucho a sus padres y ella era, sin duda alguna, la niña de sus ojos; fuera lo que fuese lo que sintieran el uno por el otro.
Esa era la cuestión, lo que Ray y Carla sentían el uno por el otro. Debía ser amor; de no ser así, ¿se pelearían tanto? Los tiempos de paz no duraban mucho, pero eran estos momentos los que Anastasia recordaba y nunca olvidaba.
Anastasia era, sin duda alguna, una mezcla de Ray y Carla.
Como producto de dos
personas muy bien parecidas, Anastasia había heredado los ojos color verde botella de su
madre y el cabello rubio platino de su padre. El pelo de Carla era caoba, aunque su
peluquera se lo enrojecía aún más. Ray era alto y muy delgado, un espécimen perfecto para llevar pantalones vaqueros gastados, botas de vaquero y un sombrero.A Carla, le gustaba llevar lentejuelas en el escenario. Por su parte, Anastasia tenía la misma figura que su madre: marcadas curvas y totalmente femenina.
Por lo tanto, era rubia, de ojos verdes, voluptuosa y la hija de dos de los más famosos cantantes de música country de los Estados Unidos.Sin embargo, a los veintiséis años de edad, Anastasia habría estado dispuesta a cambiar su aspecto físico y sus cuentas bancarias por tener un padre y una madre normales que admitieran el afecto que se tenían el uno al otro y a quienes no les importase en absoluto la fama y el dinero.
Pero eso era sólo un sueño que nunca se vería convertido en realidad mientras los dos tuvieran la energía y el talento para cantar, rasguear una guitarra y convocar a las
multitudes.Con expresión sobria, Anastasia
miró con atención la oscura carretera. Probablemente sería un viaje inútil. Carla había conseguido preocuparla por lo que pudiera ocurrirle a su padre, pero también cabía la posibilidad de que Ray hubiese
decidido descansar un par de semanas.Carrick ya ni siquiera vivía, aunque Anastasia lo recordaba como a un viejo y querido amigo de la familia. Era un misterio para ella que su padre hubiese decidido esconderse en aquel recóndito lugar que no tenía teléfono.
No, quizá no se tratase de un misterio. Podía haber sido ésa precisamente la intención de Ray al elegir el refugio de carrick Grey: estar a solas durante unos días.
Aunque también podía estar enfermo... o cualquier otra cosa.
Sí, Anastasia estaba preocupada mientras trataba de divisar la señal de la que su madre le había hablado:«Es una señal muy pequeña, cielo, del tamaño del cajetín para el correo, con el nombre de Grey. Tienes que fijarte mucho para que no te pase desapercibida» Y se estaba fijando mucho, pero lo único que veía eran kilómetros y kilómetros de una lluvia torrencial.
¿Qué diría su padre cuando la viera aparecer así? ¿Y si su padre no estaba en el refugio de carrick?.
Anastasia lanzó un suspiro y parpadeó cuando los faros iluminaron algo pequeño y
metálico y el resplandor le dio en los ojos. Ahí, ésa era la señal. Por costumbre, no por necesidad, encendió el intermitente y giró a la derecha.«La casa está a más o menos un kilómetro de la carretera, cielo, y el camino que lleva a la casa es... eso, un camino de tierra», le había dicho su madre.
El camino estaba flanqueado por árboles a ambos lados que se juntaban en lo alto, formando un túnel misterioso en aquella noche negra.
Por fin, Anastasia llegó a un claro y allí vio la casa. Detuvo el coche y miró a su alrededor. Las ventanas estaban a oscuras, lo que la hizo dudar.
Ray era un animal
nocturno y, de estar allí, las ventanas estarían iluminadas.
Los laterales de la casa eran de madera y había otra construcción a la derecha y
hacia atrás, probablemente un garaje. En cualquier caso, sólo se veía un vehículo: una
camioneta destartalada que, desde luego, no pertenecía a su padre.¿Por qué dejaba que Carla la metiera en esos líos? Ahora no le quedaba más remedio que llamar a aquella puerta y esperar que Ray estuviera dentro.
Dejó los faros del coche encendidos, pero apagó el motor. Cogió el bolso, abrió la
portezuela y salió.Corrió hasta los escalones del porche; por suerte, éste estaba tejado. A pesar de lo cual, se mojó y se sacudió los cabellos mientras buscaba el timbre. Sólo había una aldaba de bronce en medio de la puerta; la levantó, y golpeó varias veces.
Mientras esperaba, miró a su alrededor. Era un lugar como de película de miedo, negro y silencioso como una tumba. Y la lluvia era torrencial. Volvió a golpear con la aldaba y esta vez oyó ruidos en el interior de la casa.
El corazón comenzó a latirle con fuerza. Si Ray no estaba allí, ¿cómo demonios iba a
explicar su presencia a esas horas de la noche?.La luz del porche se encendió y, por unos momentos, la cegó. Entonces la puerta
se abrió y Anastasia se quedó paralizada. No era su padre, sino alguien con unos pantalones vaqueros sin abrochar y nada más.¡Qué espécimen! ¡Alto, hombros anchos, amplio pecho y una mata de vello entre los extraordinarios pectorales! .
Mucho cabello negro, algún mechón cubriéndole los ojos; un rostro de belleza dura y un gran cuerpo. Sí, se merecía un diez.
-Hola -dijo con más entusiasmo del que tenía unos minutos antes-Perdone, ¿conoce usted a Ray steel? .
-¿Está haciendo una encuesta?.
-Yo... me han dicho que lo encontraría aquí...
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Mi Primer Vals.(Adaptada)
Teen FictionChristian Grey conocía a Anastasia steeel de cuando era niña y llevaba trenzas. Y ahora, de repente, apareció delante de su puerta calada hasta los huesos. Una vez que Christian la ayudó a secarse, su casa dejó de parecerle solitaria. Pero había...