❤Capitulo 23

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Ella sacó las llaves de su cartera y comenzó a caminar. Estaba por llegar tarde a la presentación de su hijo, y no se podía permitir aquello. Se subió al auto y arrancó lo más rápido que pudo. Cuando llegó se bajó y casi corrió hacia dentro del auditorio. Un poco agitada se acercó a una de las profesoras.
-Señorita Mimí, ¿Dónde está mi hijo? -le preguntó recuperando un poco el aire que había perdido.
-Natsu está detrás del escenario señora Dragneel -le señaló el camino con el dedo.
Grandeeney asintió con la cabeza y movió de nuevo sus piernas para acercarse al lugar. Corrió una cortina y lo divisó parado en medio de todas las niñas. Sonrió levemente. Él levantó su pequeña mirada negra y sonrió mostrando todos sus dientes al verlas.
-Lo siento señoritas, pero llegó mi reina -les dijo a las niñas y se abrió camino de ellas para acercarse a su madre. Grandeeney se agachó cuando él estuvo cerca.
-Eres todo un galancito -le dijo divertida.
-Lo sé mami, pero solo me interesas tú -dijo él.
-Okey, acabas de ganarte un helado para cuando termine la función -dijo ella y acomodó un poco su pelo - ¿Estas nervioso?
-No, para nada -afirmó y sonrió.
Su madre levantó su mano y acarició su rostro. Sus mejillas estaban pobladas de pequeñas pecas, su nariz pequeña adornaba su cara de niño. Él era tan bello, su pequeño bebe. Con solo 5 años ya era todo un hombre, y hablaba como tal.
Una de las profesoras de ballet se acercó a ellos.
-La función ya va a comenzar -les avisó. Ambos asintieron y volvieron a mirarse.
- ¿Papá vino? - le preguntó él esperanzado.
-No Natsu, papá está ocupado -dijo ella.
-Siempre está ocupado -susurró bajando la mirada.
Grandeeney tomó su mentón e hizo que la mirara a los ojos. Ella no podía permitir que la concentración y la autoestima de su hijo bajaran por eso.
-Pero yo estoy aquí y yo quiero verte brillar. Makarov también vino a verte...
- ¿Makarov está aquí? -dijo entusiasmado.
Makarov siempre venía a verlo y eso lo alentaba. Grandeeney sonrió.
-Si, está aquí y ambos queremos que seas el niño más lindo de todos.
Natsu rió divertido.
-Soy el único niño, mami -le dijo.
-Tienes razón, pero no importa. Para mí eres único y estoy muy orgullosa de ser tu madre. Ahora sal a ese escenario y haz lo que sabes hacer -dijo y le dio una pequeña palmada en la cola para que caminara.
Natsu movió sus pequeñas piernas hacia en escenario y Grandeeney lo perdió de vista.

Se sentó en el gran piano de la casa de su abuela. Tenía que terminar de saber las notas, antes de que su madre llegara. Levantó la tapa del piano y se sentó en el asiento. Sus pequeñas piernas no alcanzaban el pedal. Así que buscó un libro y lo apoyó sobre él para poder tocar tranquilo. Miró las 88 teclas del majestuoso piano de cola. Con cuidado apoyó uno de sus pequeños dedos sobre una de ellas.
-Cuando toques el piano, siempre has de cuenta que estas tocando un pedazo de tu alma, y tócalo con cuidado... porque él siente las emociones que tienes cuando lo tocas -le dijo su madre sentándose a su lado.
- ¿El siente mis emociones? -le preguntó él algo asombrado.
-Claro que él te siente. Ahora pon tus manos como te dije la otra vez, y solo toca después de que yo lo haga -le dijo ella.
Natsu vio como su madre apoyaba sus manos sobre la otra mitad del piano, en la que él no estaba. Sus largos y finos dedos empezaron a moverse, causando que la música saliera suave y melodiosa.
El pequeño Peli rosa comenzó a mover los dedos también, copiando el acto de su madre. Grandeeney sonrió contenta mientras veía todo lo que su pequeño de 7 años había avanzado solo en dos semanas. Natsu miró a su madre y le sonrió, enseñándole una sonrisa que una pequeña separación en las paletas de sus dientes. Le encantaba tanto llegar de la escuela y sentarse a tocar con su madre. Amaba pasar la tarde con su madre, hablando de los músicos más importantes de la música clásica. Y aprendiendo a tocar algún instrumento nuevo.
-Mami, ¿crees que algún día seré un gran hombre? -le preguntó él.
Grandeeney dejó de tocar y lo miró.
-Claro que si mi amor, serás un hombre de bien -le dijo ella acariciando su mejilla.

Sentí que algo frío caía por mi mejilla. Entonces mi mente salió de aquel extraño trance en el que había entrado y me di cuenta de que estaba sentado en el pasto de la Universidad. Miré la carta entre mis manos y sentí como por mi otra mejilla una nueva lágrima caía.

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