1- Idiotas en abundancia

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Pisé un charco tras salir del vehículo que me trajo hasta casa. Faltaba una hora para media noche, y la oscuridad escondía los pequeños detalles de Seattle. Con el equipaje en una mano, le di la propina al taxista y entré en el pequeño adosado al que solía llamar casa.

-Bienvenida.- el hombre me besó, pinchándome con su recién salida barba, y yo solté mi maleta para poder rodearlo con los brazos. Aunque estuviera algo desaliñado, seguía siendo el mismo padre de siempre, pero había sustituido su caro perfume, por el aroma a tequila y cigarrillos. Cuando nos separamos me regaló una pequeña sonrisa mostrándome sus dientes amarillentos por la nicotina -No sabes lo mucho que te he echado de menos.- sus ojos se cristalizaron al terminar la frase, por lo que mordió su labio inferior para no derramar ni una sola lágrima.

Por mi cabeza rondaron una lista de insultos y palabras malsonantes... En estos dos años no recibí ninguna llamada por su parte, ni si quiera una maldita carta ¿Esperaba que me creyera sus palabras? Tomé aire y miré al techo antes de masticar las palabras que estuve a punto de decir, pero más tarde tragué.

-Yo también me alegro de verte.- solté al fin.

Una vez en la cocina, me trajo una taza con chocolate caliente y se sentó junto a mí, expectante de que abriera la boca. Ya que el rumbo de la conversación no iba por buen camino, comenzó a preguntarme cosas sobre mi día a día en Arizona, las cuales yo respondí escueta. En cuanto terminé la bebida, abandoné el interrogatorio para irme a mi cuarto.

De: Dakota

Hora: 11:30 pm

>He vuelto ¿Puedo verte? Necesito rememorar viejos tiempos... - mandé un mensaje a mi antigua y única amiga que disponía hace ya un tiempo, con la que perdí el contacto desde mi ida. En pocos segundos me llegó su respuesta.

De: Lena

Hora: 11:30 pm

>Ando bastante ocupada estos días, pero podemos tomar algo ahora.- junto al mensaje, había una dirección. Me sorprendió el hecho de que quisiera quedar a media noche, ya que mañana había clase, pero accedí de todas formas ya que era mi única compañía aquí, y sería cosa de escaso tiempo.

Cogí otro taxi sin siquiera despedirme ni advertir a mi padre de mi salida. Realmente no era una escapada, técnicamente solo serían un par de horas, no había nada por lo que debiera alarmarse. Le di la ubicación al conductor y me llevó al sitio indicado apresuradamente. Me encontraba en frente de un local nocturno que tenía la música a todo volumen y en el que se divisaban luces de colores provenientes del interior de la sala. Era extraño que Lena quisiera verme allí, siendo que hace tiempo, quedábamos para jugar a videojuegos y nunca habíamos estado en ninguna fiesta. Supongo que las personas cambian, pero ella siempre detestó ese ambiente por lo que no pensé que fuéramos a entrar. No obstante, a causa de su ausencia, me vi obligada a hacerlo.

No venía preparada para la ocasión, por lo que algunos de los individuos que esperaban en la cola me miraron como si fuera un perro verde. Si no quería llamar la atención, ahora era el foco de ella. Al ver que Lena no estaba entre las personas que esperaban para entrar, me dispuse a hacer lo mismo. Por suerte, traía suficiente dinero aunque mi atuendo no fuera el adecuado. Ese último problema pude arreglarlo, y me las ingenié para no parecer una monja de convento entrando en el mismísimo infierno.

A causa del poco espacio, me costó hacerme paso hasta la barra. Tanto cuerpo sudoroso junto y en constante movimiento creaba un ambiente cálido, aunque algún afortunado como un joven que actualmente era la atención del local, se había subido a una tarima para ser magreado por varias chicas escasas de ropa. Su mano desapareció bajo el pantalón de una, la cual momentos después soltó un leve gemido que intentó reprimir sin éxito. Por otra parte, el resto de mujeres allí presentes, vociferaban a causa del deseo de estar en el lugar de aquellas chicas. Este siguió haciendo de las suyas con la otra mientras que su lengua se perdía en la boca de la primera. Los ojos del susodicho se centraron en mí cuando me senté en uno de los taburetes, y me di el placer de ofrecerle uno de mis mejores gestos de repugnancia. No esperé a ver su reacción ya que en cuanto me di la vuelta, un hombre me miraba con signo interrogante desde el otro lado de la barra.

Adicción ||Luke HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora