Capítulo 1

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Empezó a sonar un ruido insistente, tardé unos minutos en darme cuenta de que era el despertador, el mismo al que llevaba maldiciendo años. Odio los lunes, como casi toda la humanidad, pero no por el simple hecho de trabajar o ir al instituto, no. Si yo odiaba los lunes era por él, la única persona a la que odiaba en este mundo.

Me voy a explicar mejor, solo los lunes tenía clase de repaso, mi profesor era un señor de unos cincuenta años, bajito y calvo. Sus gafas pastosas y esas camisas de hace dos épocas repelían a cualquiera… Cada vez que pienso en él, me entra una rabia interna. Él me odia, al que igual que yo.

Realicé mi rutina, ir al instituto donde tan solo era una marginada, volver a casa para comer un simple plato de comida rápida, pues mis padres no estan en casa, hacer deberes y encaminarme hacia otra clase más, ¿por qué a mí?

La academia del señor Hanson –mi profesor de repaso- me pillaba a veinticinco minutos andando, cogería el coche pero mis padres lo tenían siempre en movimiento. Ellos son una parte complicada de mi vida, si soy una chica tan independiente es en parte por culpa de ellos, con sus experimentos e investigaciones son felices, yo y mis hermanos somos un bache en sus caminos, y siempre ha sido así.

-¡Preciosa! ¿Te llevo a algún sitio? –El típico idiota… ¿no queda nadie con sentido común?

-Prefiero estar lejos de ti, gracias.

Seguí caminando y por fin llegué a mi destino.

Me acerqué a la mesa principal, donde una mujer mayor, con el pelo canoso y una sonrisa muy agradable atendía siempre.

-Vengo a mi clase con el profesor Hanson. –Sonreí mientras ella llamaba por el telefonillo que comunicaba con su clase.

-Oh sí, creo que no la avisamos. Sí. Muy bien. Se lo digo. –Colgó y me volvió a sonreir, aunque esta vez noté algo de nerviosismo.- El profesor Hanson se jubiló la semana pasada, fue su última semana en la academia. Tendrá que pasarse la semana que viene y le presentaremos a su nuevo tutor, se llama Darren.

Le agradecí la información, pero podrían haber llamado a mi casa, ahora estaba en otro barrio donde tenía que esperar hasta que mi hermano Justin viniera a buscarme, para eso aún faltaban dos horas, así que decidí dar un paseo.

Había muchos graffitis, quizá demasiados, a ratos tenía que soportar algún que otro comentario de adolescente salido.

Alguien me agarro del brazo, me sobresalté e intenté salir corriendo, pero el desconocido tenía más fuerza que yo.

-Muñeca, ¿no te han dicho que no debes venir sola por aquí? –Era un tipo de unos veinte años, rubio, su pelo estaba grasiento y la verdad me daba bastante asco, estaba muy sucio. No quería pensar cuando se duchó por última vez.

-No sabía que alguien podía prohibirme ir a algún sitio. –Le di un manotazo, acto seguido me arrepentí de haberlo hecho. Detrás de él aparecieron dos chicos más, con sus mismas pintas. Me entró el pánico y eché a correr, escuché sus pasos, me estaban siguiendo.

‘A ver Rachel, piensa… ¡No puedes pensar! ¡Corre!’ Seguí con la maratón hasta que dejé de oírles, se habían rendido.

Muy bien, ya había tenido suficiente por hoy, retrocedí mis pasos temiendo que volvieran a aparecer, sentía que me estaba metiendo en la boca del lobo, pero debía regresar a la academia, y no conocía otro camino.

A lo lejos vi al mismo grupo de chicos, pero esta vez estaban peleándose con un chico alto, muy alto. Sus rizos caían sobre su frente de manera graciosa, llevaba gafas de sol.

Reía de algo que yo no entendía, pero sus hoyuelos le hacían un gesto adoralbe… su sonrisa era preciosa.

Seguí andando como hipnotizada, pasé al lado de ellos deseando que ninguno de esos tipos me reconociera, pero una mano se posó en mi hombro ligeramente. ‘Mierda’. Esa mano hizo que me diera la vuelta. ‘No puede ser, el hoyuelos’.

-¿Esta es? –Me señaló mientras miraba al tipo de pelo grasiento. ¿Qué había hecho? El rubio solo asintió, no entendía nada.

-¿Rachel? ¿Qué pasa aquí? –Gracias a dios, es Justin, corrí hacia el coche. Mi hermano abrió la puerta del copiloto y subí, agradeciendo que hubiera llegado.

Volví mi vista y observé como el ricitos gritaba a esos tipos, sonreí aliviada.

Aunque no sabía nada de lo que iba a pasar a partir de ahora.

 Continuará.

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