<< Estáis todos juntos, y voy a por vosotros... >>

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MAYA

De cierta manera debía de agradecerle a Elías que la obligara a volver a verlos. Es decir, no les tenía inquina ni nada parecido a ello; solamente se habían distanciado durante un tiempo, no era ningún tipo de pecado que los amigos de vez en cuando no se vieran.

- Ya, Maya, pero llevas sin quedar con ellos casi dos años -había dicho él.

Ella sólo había puesto los ojos en blanco y le había dado la espalda.

No era del todo cierto; sí que llevaban sin verse mucho tiempo, pero realmente habían sido tres años y medio. Sabía que en el fondo algo le pellizcaba y le decía que se arriesgara, que avanzara con todo hacia delante. Y, en estos casos, ¿por qué no quedar de nuevo con ellos?

<<Quizás si se arrepintieran de lo que pasó podría volver a mirarles a los ojos sin ver la culpa en ellos>>, clamó su conciencia.

- No, no Elías -negó instantáneamente-; no pienso ir a esa estúpida fiesta -finalizó con un gesto de desdén y cerrando una publicación de Facebook. Aún no sabía ni porqué se había metido.- Además, si de verdad estuvieran interesados en mí -suspiró, volviendo a mirarle a los ojos, dejando la tableta encima de la mesa, al lado de la taza de café- hace tiempo que me hubieran llamado o me habrían enviado cualquier WhatsApp.

Elías bufó. La miró de reojo y sonrió como tonto.

- Quizás tengas razón. Es obvio que Celia siempre estuvo enamorada de... -amplió la sonrisa-. De quien tú ya sabes...

- ¿Pero qué dices? -preguntó con ironía y completamente sonrojada.

- Bueno, hay que reconocer que ellos siempre fueron...

- Fueron muy buenos amigos, solamente eso. No hay nada más -cortó a su hermano de golpe, sin dejar que moviera un solo músculo de la mandíbula.

- De igual manera, ellos sí se van a ver... Y tú no vas a tener la oportunidad de darle un abrazo al amor de tu... -quiso continuar, pero Maya había salido corriendo al salón, cogió un cojín y se lo lanzó en la cara a su hermano.

- Cállate.

Elías levantó las manos a la altura de los hombros y cabeceó hacia delante, implorando irónicamente que no le lanzara más cosas.

- De todas maneras, mira quién acaba de aceptar ir a la fiesta de Verónica -susurró él con la taza en los labios.

Maya solo tuvo que acercarse un poco para observar la pantalla de la tableta y recibir la notificación de que Celia Villanueva había comentado en el grupo que Verónica había creado con tantos de ellos, y apenas dos se habían salido de él. Y hasta hacía unos segundos, Maya también quería haber negado todo, como si no la conociera, y salir de ese grupo.

Elías arqueó una ceja, mirando paulatinamente a su hermana y de nuevo a la pantalla.

- O sea que la mosquita muerta de Celia quiere marcha... -susurró con un tono de voz no muy agradable.- Pues que la disfrute -levantó la mirada a su hermano, fastidiando ese momento de esperanza-, porque yo no pienso ir.

Y, dejando de nuevo la tableta en el sitio, caminó con paso firme hasta su habitación.

Solo que el muy bocazas de Elías no había dudado ni un segundo en contárselo a los padres de ambos, solo él jubilado, de vacaciones en un crucero por el Mediterráneo, quienes les habían dejado solos a ella y su hermano en la casa.

- No, mamá... No sé nada de él desde hace más de cinco meses -(o cinco meses, tres semanas y seis días...)-. No, mamá... No voy a ir a esa fiesta... -se calló ante lo que su madre le decía-. P-p-pero... -otra vez silencio.- ¡Ya no soy una niña, mamá, tengo mi edad y sé elegir en lo que quiero o no hacer!

No debe volverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora