La tía Elner

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Elmwood Springs, Missouri (1 de abril de 1973)

Macky había tirado de la cadena del retrete y había abierto todos los grifos para comprobar si funcionaban bien. Norma se preguntaba si necesitarían una colcha nueva y le pidió que fuera a mirar la que ya tenían.

-Me parece que no, y te voy a decir por qué. Creo que lo mejor es dejar las cosas como están, no hacer nada distinto. Estoy seguro de que, después de los lugares que ha visto, una colcha nueva no va a impresionarla. No podemos competir con esas casas lujosas. Lo que tenemos que hacer es tratar de que se sienta como en su casa, ¿entiendes? Algo que seguro que no le pasa en todas partes.

.Sí, Macky, pero a lo mejor una colcha de felpa vieja y gastada no le da la sensación de estar en casa. Probablemente le dé la sensación de que está vieja y gastada. ¿No has pensado en eso?

-Cariño, está muy bien. Te lo aseguro.

-Si te lo parece... Pero por lo menos debería lavar la funda y las sábanas. Eso sí que puedo, ¿no?

-Claro que sí.

Los dos se pusieron a deshacer la cama.

-De todas maneras, Macky, a veces no se hace lo suficiente. No quiero que piense que no nos alegra que venga. -Señaló las ventanas-. ¿Puedes quitar esas cortinas? Ya que estoy, lo lavaré todo junto.

Macky comenzó a quitar las cortinas.

-Norma -dijo-, claro que sabrá que nos alegra su llegada. Se dará cuenta. Me parece que tendríamos que tratar de vivir como siempre y ya está,  sin darnos aires ni hacer cosas distintas. ¿No viene por eso, para escapar de las presiones? Es probable que necesite estar un tiempo en una casa normal, comer comida normal y tomarse las cosas con calma.

-Ya lo sé -replicó Norma-, pero no olvides que cuando fuimos a Nueva York nos atendió de maravilla, nos puso la alfombra roja y se ocupó de darnos todo lo que necesitábamos. No quiero que piense que no estamos dispuestos a hacer lo mismo.

Después miró la alfombra ovalada con desconfianza.

-Hay que lavar esa alfombra. ¿Puedes hacerlo tú?

-Muy bien, como quieras. Subiré a lavarla después. ¿Algo más?

-Sí, cambia las toallas del cuarto de baño. No sé cuánto llevan ahí. Y mira si las cortinas de la ducha tienen manchas de moho.

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-¡Macky! ¿Y la tía Elner? -exclamó Norma, cuando bajaban las escaleras.

-¿Qué le pasa a la tía Elner?

-¿Vamos a decírselo? La Pequeña ha pedido que no le dijéramos nadie que venía. ¿Crees que también se refería a ella?

-¿La ha mencionado?

-No, no ha dicho nada de ella.

-Pues ahí tienes la respuesta. Si quisiera que se lo contásemos a la tía Elner, lo habría dicho.

-Ya lo sé, pero no me imagino que no quiera que lo sepa. 

- Lo único que sé yo es que tenemos que hacer lo que ha pedido.

-Pero no ha visto a la tía Elner desde que tenía cuatro años. ¿Por qué no va a querer verla?

-Seguro que la verá, cariño. ¿Por qué no la dejamos decidir cuándo quiere encontrarse con ella?

Norma cargó el primer montón de ropa en la lavadora, añadió jabón, cerró la tapa y se sentó con su marido a la mesa de la cocina.

-Macky, ¿y si no quiere ver a la tía Elner cuando venga, y ella se entera de que ha estado en el pueblo cuando ya se haya ido? Se disgustará mucho.

-Haces un mundo de algo que todavía no ha pasado. Todo saldrá bien. 

Norma se levantó y se sirvió una taza de café.

-Está bien, haremos lo siguiente: cuando haya llegado y esté bien instalada, sacaré el tema con naturalidad en la conversación, ¿entiendes? Diré, como de pasada: <<Pequeña, seguramente querrás ver a tu tía Elner. Se desilusionará mucho si no te ve. Está muy orgullosa de ti y presume con todos los del pueblo cuando te ve por la televisión. Siempre dice: es mi sobrina.>>

-En otras palabras, chantajearás a la pobre chica para que vaya.

-No digas eso. Y cuando se decida, la llamaré y le diré: <<Tía Elner, ¿sabes qué? La Pequeña acaba de llegar al pueblo inesperadamente.>> Así podemos darle una sorpresa.

Macky sugirió otra posibilidad.

-Por qué no llevas a La Pequeña a su casa, llamas a la puerta y le das una verdadera sorpresa?

Norma lo miró con incredulidad.

-¿Estás pensando con la cabeza? No se puede llamar a la puerta de una mujer de noventa y tres años y gritar: <<¡Sorpresa!>> Corremos el riesgo de que le de un ataque al corazón y se muera allí mismo, en la puerta, y qué bien que La Pequeña venga a casa y mate a su tía abuela, así, sin más. Serían unas vacaciones maravillosas, ¿no? ¿Cómo te sentirías con esto pesándote en la conciencia el resto de tu vida?

-Bueno, al menos la Pequeña estaría aquí para el entierro...

Ella lo miró y movió la cabeza.

-¿Sabes qué, Macky? A veces me preocupas, en serio.

Bienvenida A Este Mundo, Pequeña - Fannie FlaggDonde viven las historias. Descúbrelo ahora