CAPÍTULO I

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Según su última nota él debe estar esperando por aquí. Solamente Daniel me puede hacer venir a pleno Paseo Orinoco siendo las cinco de la mañana cuando el sol ni siquiera ha pensado en salir. Más le vale tener una buena razón para todo este juego producto de su imaginación.

Su camioneta estacionada cerca del puerto de las lanchas que cruzan a Soledad parece esperar por mí, de color negro y vidrios oscuros, fue el regalo de su padre en Alemania cuando mi Daniel cumplió sus 18. Me doy prisa para entrar pero la puerta está asegurada. Una revisión más detallada me indica que no hay nadie y el motor ni siquiera está encendido. Empiezo a dar vueltas como una tonta con la esperanza de verlo escondido mirándome con su cara traviesa pero sigo sin dar con él.

Sin embargo en el espejo retrovisor encuentro otra de sus notas en un papel doblado justo a la mitad. Leo de inmediato para ver hasta donde me llevará la creatividad de Daniel ahora.

"Por vía acuática debes llegar si a tu amado quieres encontrar. Si demoras mucho encontrarás sólo lo que el frío pudo dejar."

Entonces no sólo me hace venir para acá sino que quiere que cruce el río hasta Soledad. Lo único que no entiendo es por qué allí. La paciencia que le tengo a mi novio es enorme así que sin pensarlo más me voy hasta las escaleras y veo que una lancha espera por mí al final. Dudosa todavía bajo despacio cada escalón hasta que llego a la arena y después a la orilla del río.

- Buen día, señorita. Esto es para usted.

- ¿Otra nota? – El señor, cómplice del juego se limita sólo a sonreír y hacerme llegar el mensaje.

- ¡Gracias!

"Si a un lugar especial quieres llegar, tus dulces y tiernos ojos debes cerrar..."

Me pregunto exactamente qué quiere decir con eso de cerrar los ojos. Soledad de momento no es especial para nosotros, mucho menos para mí. De repente el señor me pide dar media vuelta para vendarme los ojos. La idea no es que me parezca buena pero como sé que viene de Daniel termino por aceptar.

- Siéntese por acá... Así, con cuidado.

Me siento un poco estúpida sentada en una lancha en plena madrugada, en una lancha y con un extraño en ella. La lancha comienza a estremecer cuando el motor ruge a la vida, luego en pleno movimiento y con el agua salpicando mi cabello, una música empieza a sonar. Nuestra canción favorita.

She's sitting at the table, the hours getting later... He was supposed to be here...

Esa canción significa tanto para nosotros. Sin querer unas lágrimas se asoman a mis ojos pero empiezo a recordar todo lo bonito que he vivido con mi Daniel y todos los pensamientos malos desaparecen.

La lancha se detiene y el motor es apagado. El único sonido que escucho es el agua al chocar con la pequeña embarcación. La música llega a su fin y el señor se va de prisa sin decir absolutamente nada.

- ¿Hola? – Digo relativamente alto para que me puedan escuchar tanto dentro como fuera de la lancha. – ¿Daniel?

Una persona empieza a descender a través de los escalones y se acerca lentamente hacía mí. Lo tengo peligrosamente tan cerca que siento su respiración, es él, Daniel. Su mano toma la mía y la otra asciende por mi brazo hasta llegar a mi cara y luego rozar mi labio inferior.

- Estás aquí. Empezaba a... – De un momento a otro usa su mejor arma contra mí y todas mis defensas se van al suelo. Todas mis razones para estar enfadada desaparecen con cada beso, se van, simplemente no hay nada.

La señal de SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora