EPÍLOGO

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El descubrimiento de Teodoro

Ha pasado una semana desde que me convirtiera en un ángel de la muerte. Esto de adaptarme no ha sido fácil, al contrario, son muchas normas y reglas por cumplir, una lista interminable de personas que deben morir y además mi amor por Daniel más latente que nunca.

Todos los días me escapo de mis deberes sólo para verlo. Él no sabe que en silencio lo miro, lo acompaño, velo por sus sueños, con la esperanza de hacerle este dolor menos tormentoso. Lo mismo aplica con mi madre quien a diario llora por mí. Quisiera tener la habilidad de eliminarles este sufrimiento pero es algo que escapa de mí.

***

De nuevo estoy aquí, a medianoche, viendo a mi novio dormir justo a mi lado. Nadie sabe que cada dos noches duerme conmigo – o mi cuerpo. – para hacerme compañía en la misma cama. Es una noche él y otra noche mi madre. Ambos pasan el día conmigo desde que me trasladaron a la clínica privada en el centro de la ciudad. Estoy próxima a acariciar su rostro cuando él aparece en la habitación.

- ¿Qué estás haciendo aquí?

- Me permito un momento al lado de mi novio

- Ya conoces las reglas. – Dice él fríamente. – Ya no eres más Sofía. Eres Sofía, un ángel de la muerte.

Le doy la espalda invadida por una sensación de molestia producida ante la posibilidad que todo lo que dice sea cierto.

- Sí, conozco perfectamente las reglas. Son tres. – Me cruzo de brazos y entorno los ojos con aires de insolencia. – Lo que no termino de saber es por qué me pasó todo esto a mí.

- Y lo sabrás todo a su debido momento. – Se acerca a mí hasta quedar cara a cara. – Y es posible que me odies pero debes saber que todo fue por amor.

- No creo en amores así...

La estancia de repente deja de ser silenciosa cuando repentinamente alguien entra y deja caer dos envases con sopa en el suelo regando su contenido desastrosamente en la entrada de la habitación.

- ¿Eres tú, Sofía? – Estoy total y completamente confundida ante lo que está ocurriendo ahora. He sido descubierta.

- ¿Puedes verme?

- ¿Cómo es que puede verte? – Volteo hacia Ángel totalmente desconcertada por lo que dijo. – Porque es obvio que solamente puede verte a ti. Ahora la gran pregunta es por qué.

- ¿Realmente puedes verme, Teodoro?

Teodoro se abre paso entre la sopa derramada y se acerca sigilosamente hasta mí. Me observa detalladamente como quien no da crédito a lo que muestran sus ojos. No termina de creer su descubrimiento, el descubrimiento de Teodoro. Entonces después de varios minutos decide romper el silencio.

- Pues, aparentemente sí. – Se acerca un poco más y compara mi traje con su ropa. Sorprendentemente hace un comentario típico del mejor amigo de mi novio. – ¿Y tú puedes verme?

La señal de SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora