CAPÍTULO IV

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Las clases terminan finalmente, todos felices de haber aprobado todas las materias luego de tanto esfuerzo. En mi rostro no se puede dibujar una expresión más alegre que la de hoy porque regresaremos a casa con nuestras respectivas familias. Estoy terminando de ordenar mis cosas cuando escucho la camioneta de Daniel fuera de la residencia. Me doy la vuelta para tomar la chaqueta de mi novio, la que él había olvidado aquí un par de días atrás. Cuando la tengo en mis manos una sensación de frío y calor inunda mi cuerpo.

Todo ocurre de prisa. Una sensación de muerte inminente. Personas entran en una panadería. Daniel. Teodoro. Dos sujetos y un arma. Un disparo. Daniel es gravemente herido...

Salgo del trance sólo cuando Daniel planta sus frías manos en las mías. Puedo imaginar el pánico reflejado en mis ojos porque enseguida me interroga. Él sabe que algo no anda bien conmigo.

- ¿Qué pasa? Estabas como en otro mundo. ¡Estás pálida! ¿Estás bien? ¿Me escuchas? – Escucho cada una de sus palabras pero todavía no soy capaz de responder nada. – ¡Sofía!

Después de varios segundos – ¿O minutos? – Contesto.

- Tus manos están tan frías.

- ¿Qué ocurre?

- Serás herido de gravedad entrando en la panadería.

Después de escuchar mis palabras su rostro se pone increíblemente pálido. Intento preguntar la razón pero lo único que hace es tomar las cosas y salir corriendo hacia la camioneta. Lo alcanzo varios segundos después, luego de haber asegurado la puerta de la residencia y que no se me quedara nada importante en ella.

- ¿Qué está pasando? – Él se remite a encender el auto y acelerar sin dar explicaciones. – ¡Me puedes decir lo que está pasando, Daniel!

- Ocurre que es Teodoro quien está en la panadería en este momento. Llámalo ahora.

Hago lo propio marcando su número de celular pero tras varios tonos nadie contesta y se va directo al contestador. Intento una segunda vez, no sé si es por el silencio o porque su celular realmente tiene una vibración muy fuerte, pero me doy cuenta que en el asiento trasero está su bolso y en su interior su dispositivo móvil.

- ¡Fantástico! – Ladra mi novio casi en reclamo al ausente Teodoro.

Sigue conduciendo bruscamente por las calles de la ciudad hasta que pasamos por la escuela de ciencias de la salud, algunos estudiantes aún caminan por ahí, luego pasamos justo en frente del edificio donde vive y finalmente llegamos a la panadería. Daniel abre la puerta sin dudarlo pero lo detengo antes de salir.

- ¿Qué crees que haces?

- Buscar a mi amigo.

- Si entras a esa panadería te van a disparar. ¡Quédate por favor!

- Escúchame tú, por favor. Pase lo que pase alguien recibirá el disparo. Teodoro pasó por eso una vez y fue por mí. No quiero que se repita.

- En realidad ese disparo iba dirigido a mí y él se atravesó para salvarme.

Sin embargo recuerdo perfectamente que ambos intentábamos salvar a Daniel de Roger cuando ese disparo ocurrió. Recuerdo ese día tan vívidamente que me da terror pensar qué hubiera hecho Daniel si Teodoro o yo no aparecemos en el momento justo. Yo iba corriendo por las escaleras casi sin poder respirar, recuerdo que fueron las escaleras más largas de mi vida, parecían no tener fin. Me sentía desorientada, lo que era bastante lógico porque jamás había estado en ese edificio. Finalmente llegué a la salida y la escena con la que me encontré sólo pudo partirme el corazón infinitas veces. Roger apuntando a Daniel con su arma al tiempo que lo obligaba a saltar al vacío.

La señal de SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora