UN CORAZÓN ROTO

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— ¿Por qué dices eso? Oye sé que estás molesta porque no te dije nada, pero me parece que estás exagerando, esto va más allá de un simple enojo. Te escucho y solo puedo pensar que estás más que enfadada conmigo. Oye, te conozco mejor que nadie en este mundo y casi podría jurar que estás...celosa —titubeó al pronunciar esta última palabra— eres muy importante para mí y...

— Calla. No quiero, yo. —Suspiré antes de soltar mis palabras con enfado— ¿Por qué? ¡¿te preguntas por qué?! —hice un gran énfasis dramático porque me sentía dolida, obviamente él no sabía nada, lo vi en su expresión. Nada de esto era su culpa, ninguno de los dos tenía la culpa, así que calmé mi tono de voz, agaché la mirada y comencé a jugar con el pequeño brazalete que colgaba de mi muñeca, me sentía tan frágil como una niña pequeña—. Porque llevo enamorada de ti desde la primera vez que vi tu sonrisa —escuché mi corazón romperse en pedacitos— porque, cada vez que se iluminan tus ojos solo puedo imaginar que no soy yo en quien estás pensando —una lagrima calló por mi mejilla— porque, cada segundo que pasa no dejo de pensar en ti y eso me está matando, ¿lo notas? Cada momento contigo es perfecto, pero también es un martirio, y tú no lo notas, tú no lo ves, ¿es qué acaso no puedes verlo? Sé que tengo suerte de tenerte en mi vida, pero, en estos momentos aún no estoy segura de si eso es lo mejor o lo peor. —Definitivamente esto era lo peor que había hecho en mi vida, me sentía destrozada— Y obviamente estoy celosa. —Lo miré directamente a los ojos.

— Yo. Yo, no sé qué...no sé qué decir —me miró de una forma un tanto dolida y culpable que por un momento me sentí mal, no era su culpa no sentir lo mismo por mí. Se llevó las manos a la cabeza y jaló su cabello, sus músculos se tensaron— Yo no sabía qué era lo que sentías, eres mi mejor amiga, casi mi hermana —esas palabras fueron aún más dolorosas que una patada directa al estómago.

— Detente —Lo miré a los ojos directamente y por un momento estuve segura de que con esa mirada le dije más de lo que ya había dicho—. No. Yo no —suspiré—, en estos momentos no quiero eso...no quiero el discurso de los mejores amigos, lo conozco; en serio lo conozco. —Intentó tomarme del brazo con una mano y con la otra secar mis lágrimas, pero me aparté. Tenía que hacerme la dura, aunque sabía que no iba a soportar— En serio estoy bien —No era cierto. Obviamente estaba destrozada y él lo sabía. Me sentía vulnerable— entiendo que tú, que tú no sientas lo mismo por mí, yo te quiero. No, no te quiero, te amo.

— Yo —su voz sonó desganada, derrotada, abatida, sabía que acababa de perder a su mejor amiga, a su confidente—.

— Tú. Tú para nada me amas, no en la forma que yo quisiera. Solo somos amigos y lo entiendo. —Entre mi llanto se me escapó una sonrisa de decepción, yo sabía cómo iba a terminar todo esto, lo había perdido—. Por favor, no intentes arreglarlo, lamentablemente no existe un remedio para un corazón roto.

— Pero, es que, no te quiero perder —Él pedía con un ruego en su mirada, pero ya no quería escucharlo, todo ya estaba dicho. Tenía que terminar lo que había comenzado.

— Perdón. Sé que también está ella, tú la amas. Ella es mi amiga, sé que ni siquiera debí haber hablado. Nunca debí haberte dicho qué sentía por ti, nunca debí haberte dicho nada. Eso solo me debilita más. Porque ahora sabes que tu sonrisa es mi perdición y tus ojos mi delirio. No quería venir aquí y perderte, pero era un riesgo que debía tomar. —Te dije mis últimas palabras mirándote directamente a los ojos. Directo al corazón.

Finalmente me alejé, con miles de lágrimas en los ojos y el corazón en mil pedazos. Había dicho todo lo que oculté durante años y lo había hecho de la peor manera. No supe manejar mis sentimientos, los nervios me traicionaron. Mi amigo, el chico del que me enamoré, el mejor amigo que pude haber tenido y la mejor persona que pude haber conocido, ahora estaría fuera de mi vida, era seguro, él iba a estar fuera de mi vida. Los sentimientos son lo peor, cuando uno de los dos termina enamorado se acaba todo, enamorarse acaba con lo mejor. Por eso es que el amor apesta.

Y ahí se quedó él. Sin palabras. Sin aliento. Sin su mejor amiga de toda la vida. Ahí se quedó parado y confundido, el primer chico que me rompió el corazón.

Mis Pensamientos, Mi Computadora y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora