UN HOTEL ALEMÁN.
07:55 am.
Sé que esto le va a molestar muchísimo, pero es necesario que lo haga. Le echo un vaso de agua por encima a Liam. Está sudando y se retuerce en su cama presa de alguna pesadilla. Parece que el frío le despierta de repente y me mira totalmente confundido. Por un segundo creo que se va a enfadar en cuanto se dé cuenta, así que me mantengo alerta por si decide utilizar los brazos para darme un puñetazo. Sin embargo, su cara responde con un gesto de alivio, como si se alegrase de verme, lo cual es extraño pero me hace sentir bien.
—Ey... —le digo en un susurro—. Estás bien. —No es una pregunta, sólo se lo digo para que se tranquilice.
—Noel, no podía salir.
—¿De dónde?
—De un agujero sin salida...
Lo miro con el ceño fruncido, tratando de imaginar qué coño pasa por su cabeza. Voy a omitir que le he escuchado decir mi nombre contra la almohada. A veces soy un cabrón con Liam, pero es mi hermano y me preocupa. Ayer se puso hasta el culo después del concierto. Me pregunto si las drogas le han jugado malas pasadas hasta en sueños.
—¿Te acuerdas de algo de anoche? —le pregunto.
—Ummm... —Mira a todas partes como si quisiese saber cómo y por qué había llegado a donde estaba. Luego me devuelve una mirada confundida y niega con la cabeza—. No me acuerdo de nada después de que nos fuésemos de ese local del concierto.
—Te colocaste mucho. Yo me fui al hotel al rato. No querías venir.
—Eso no me suena raro.
Me río y le miro. Tiene el pelo pegado a la frente por el agua que le he tirado encima. No me gustaría ser yo quien le diga que en una hora volvemos al autobús, temo que se ponga con su humor de perros habitual. Ojalá supiese andar dormido para no tener que aguantarle.
—¿Cómo te encuentras? —le pregunto, por si las moscas.
—Siento... como si me fuese a morir.
—¡No exageres! —Vuelvo a reírme—. Venga, vístete que bajamos a desayunar y nos vamos de viaje. Tienes que reponer fuerzas —le digo mientras me levanto de su cama—. Te esperamos en el desayuno.
—¡No, no te vayas!
—Venga, Liam, no empieces. Vamos a llevarnos bien.
—No, no te vayas, por favor. No me dejes solo.
Esta vez, cuando le miro, mis ojos deben de expresar claramente la confusión que me produce oírle decir eso. ¿Qué mierda le pasa? Que se comporte como un niño de primaria es normal, pero de ahí a imprimir ese miedo en sus palabras, me choca, la verdad.
—Liam, no me toques los huevos, vístete y baja.
—No quiero estar solo, espérame.
—¿Hablas en serio?
—Sí, espera. —Se empieza a incorporar en la cama y le cuesta más de lo que cree. Me da la impresión de que va a vomitar si consigue llegar al borde de la cama. Se pasó demasiado anoche.
—Liam... —Sueno francamente preocupado.
—Ya voy... —se levanta a duras penas y me sorprende que no esté tan mal como parecía al salir de la cama. Me mira antes de ir al baño—. He tenido una pesadilla, creo.
—Sí, eso creo.
—Estaba muy sólo, tenía miedo.
—¿Qué tomaste anoche?
—¡Y yo que sé! —Se queja. Creo que ya está curado y ruedo los ojos perdiendo la paciencia. Me mira con sus ojos de sapo bizco que, además, tiene más hinchados y rojos de lo normal—. No me dejes sólo, ¿vale?
Me río otra vez. Es un enigma. Liam es un puto libro cerrado, pero ya nos vamos conociendo.
—¿Quieres que sea tu Pepito Grillo o algo así hoy?
Me mira, sonríe levemente y asiente.
—Sí.
—Eso si no tienes que pararme tú a mí los pies, bro.
—Lo cierto es que de aquí a media hora que sigas diciéndome lo que tengo que hacer, probablemente tendré ganas de perderte de vista.
Sonrío y me alegro de que las drogas no le hayan dejado más tonto de lo que es. Menos mal que está volviendo ya en sí. Tampoco creo que pueda estar a su lado demasiado rato.
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Oh, my Brotherly Love
FanfictionSi vas a jugar con las drogas, juega. Si estás dispuesto a divertirte, diviértete hasta el final. Si se te va la cabeza, deja que las cosas sean como parece que tienen que ser. Si vas a repetir constantemente que estás loco por ellas, disfrútalas. ¿...