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¿Sabes que es lo que me molesta de ti, Riker?
Que eres inseguro.
Digo, mirate, te cargas esos jodidos ojos tan preciosos y una barbilla en la que pasaría la eternidad. Ni hablar de tu nariz, que es una especie de paraíso para mis dedos.
Pero me gusta tu inseguridad.
Me gusta que seas tan guapo y que ni siquiera lo sepas, porque, siendo sinceros, dudo que si lo supieses te fijarias en mi.
Es más, si lo supieses ya habrías cruzado el mundo con sólo tu guitarra y tu voz, porque, tal vez la belleza no sea lo más importante, pero si es de las cosas que mueven el mundo.
Y tu moviste el mío.
De la forma más agitada e inestable que se te pudo ocurrir.
Pero lo hiciste.
Y te amo por ello.
Te amo por haber llegado tan inesperadamente.
¿Sabes? Aún no me puedo creer que me mirabas desde lejos. El simple hecho de pensarlo es imposible.
¿Porque yo? Es lo que siempre me pregunto. Yo, de todas las chicas perfectas. Aquellas con su larga cabellera rubia y sus cuerpos de modelos. Yo no tengo eso, R.
Mi cabello es café. A secas. Tengo un cuerpo ancho, demasiadas caderas y poco pecho. Mi nariz es rara y mis cejas igual.
No tengo nada especial.
Y, sin embargo, tu decidiste enamorarte de esta persona tan común haciendo que se descubriera a si misma. Haciendo que, a la vez, se enamorara de ti.
Te quiero, puta madre, te amo, te amo con cada fibra de mi cuerpo, te amo sin saber porque, ni cuando, ni dónde, ni como. No hay razón. Ni siquiera yo misma comprendo este sentimiento tan intenso. Llegó de la nada, así como el coro de una canción. Al principio lento, y después todo explota en un éxtasis de emoción. Todo se transforma y la voz de pronto se vuelve más intensa y llegadera.
Es que me haces escribir tonterías. Lo siento.
Y estoy enojada. Estoy enojada porque no puedes llegar a cambiarme. No puedes llegar con esas pestañas y hacerme desearte. Y no desearte en mi cama. Que sí, también. Pero no. Me haces desear que tus manos acaricien mi cabello y se deslicen por mi cuello hasta terminar en mi cintura. Que tu pecho se pegue contra el mío y nuestras respiraciones se vuelvan una.
Pero tienes miles de millas en tus manos. Todas por recorrer.
Y yo soy sólo un peso muerto.

Génesis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora