Capítulo VII
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El tiempo había pasado, dando hoy, exactamente dos semanas desde que no había vuelto a ver a Rukia. Él no la buscaba ni ella a él. Suponía que estaría bien, no había tenido noticias de ella ni tampoco estaba interesado en tenerlas –aunque aquello ni él mismo se lo creía- y las malas noticias vuelan, ella estaba bien. Había momentos en que la infantil cara de cabello celeste se impregnaba en sus pensamientos y le hacía sentir un extraño ardor en su pecho.
Ignorando el hecho de que otra vez estaba pensando en la pelinegra, aceleró cuando el semáforo cambió a verde, el trabajo le esperaba y le mantenía ocupado. Ya llevaba una semana trabajando en el Hospital General de Tokyo como médico general, su intercambio no había demorado demasiado, además de que fue el mismo Shinji Hirako quien había revisado y aprobado sus papeles.
El pelinaranja había conocido al rubio en una conferencia de medicina cuando estaba en su tercer año allá en Boston. Eran buenos amigos y le había sorprendido el saber que Shinji era el director general, es decir, su jefe. También había reconocido a Ishida Uryu –quien había sido su compañero de curso cuando eran pequeños-, ahora volvían a ser compañeros; de trabajo.
Aunque muchas veces sus genios chocaban por lo testarudos que eran, hacían un buen equipo. También se había enterado de que la secretaria de su jefe era nada más ni menos que Sarugaki Hiroyi –aquella odiosa mujer rubia y de pecas que vivía de peleas, especialmente dirigidas al rubio-.
Sonrió para sí mismo.
Estacionó su auto –un Chevy Impala del 65 negro- en el subterraneo del hospital, tomó sus cosas y se encaminó hacia las escaleras.
Un largo día de trabajo le esperaba.
Soul Society
—¿Rangiku? —Como todas las mañanas, Yoruichi irrumpía en el camarín de la rubia para avisarle de que el ensayo estaba por comenzar —Ya es hora.
La pelimorada le dirigió una sonrisa y luego se fue. Por otro lado, Matsumoto estaba terminando de cambiarse a una ropa más cómoda y la siguió al instante.
Pronto, una voz la acompañó hasta el escenario, Yumichika caminaba a su lado —Buenos días querida —mientras caminaban el pelinegro posó uno de sus brazos por encima de los hombros de la mujer y le besó la mejilla.
—Buen día Yumichika —respondió Matsumoto con una sonrisa. Su brazo rodeó la cintura de su acompañante.
—Creo que, aun siendo las diez de la mañana —corrió la cortina del pasillo para seguir caminando —es muy temprano para verte asomar tu nariz.
—Me ofendes —exclamó con tono aparentemente ofendido y con el ceño fruncido.
—...-
—Soy una mujer muy responsable para tu información.
—Sí, ya, lo creo.
Y la pequeña conversación murió ahí, la rubia golpeó al pelinegro en el brazo antes de subir al escenario junto a "la mujer gato" y Mashiro.
—Muy bien señoritas —Yumichika se posicionó frente a ellas pero por debajo del escenario y les mostró un traje de dos piezas lleno de brillantes —El celeste es para Ran, Yoruichi cielo, el tuyo es el naranjo y Mashi Mashiro, el blanco es tuyo.
Las mujeres levantaron una ceja y asintieron en conjunto. Poco a poco comenzaron a ensayar los bailes paso a paso, con exactitud, elegancia y simpleza. La música que las acompañaba era leve y armoniosa.
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Dos caminos, un destino.
RomanceY es que ambos olvidaron algo que nunca se debe olvidar...: que el mundo es redondo y cada camino se vuelve a reencontrar del que alguna vez se separó.