Pesadillas

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Skay no durmió en toda la noche. O, mejor dicho, no durmió en esas pocas horas de oscuridad que hubo, eso no era considerado noche en su mundo.

Y sus ojeras no eran debido al chico de los intensos ojos marrones, ni a los imparables ronquidos del molesto señor tres lugares mas atrás, ni a la madre que se le ocurrió que traer a un bebé recién nacido y con muchas ganas de llorar a un viaje en avión de 18 horas era una buena idea. No, no era nada de eso.

Todo se debía al miedo.

Miedo de tener una pesadilla y despertar en un avión donde cien personas más la estuviesen mirando, preguntándose que le tuvo que haber pasado como para tener tan horribles sueños.

Le aterraba.

No pensaba arriesgarse. Nunca lo había echo, y, aunque pasaba mucho sueño, prefería seguir haciéndolo. Eso era parte de su plan.

Ese pedacito de mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora