6to. Recuerdo.

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El cantar de las aves me relajaba de una manera que me parecía casi irreal. Era una de las grandes ventajas de haber construido mi hogar en medio de la nada, ya que gracias a eso no tenía que aguantar el bullicio de las personas ó los ruidos de las carretas siendo arrastradas por caballos.

Aquí todo era paz y tranquilidad. Como me gustaba siempre estar. Solo y en tranquilidad. "Solo", aquel pensamiento me hizo fruncir el ceño al recordar por qué me encontraba así.

Quite las sabanas con violencia y me levante completamente desnudó para ir a la cocina a desayunar.

¿Qué? Que fuera un Dios todo poderoso, malvado e inmortal no significaba que no me gustara la comida de los humanos.

Una de las cosas que más me gustaban era el café. Tenía un sabor único y lograba despertarme milagrosamente. Aquella bebida era mágica. Reí ante mi propio pensamiento.

Observe con una sonrisa tranquila en el rostro como un pequeño pajarito se posaba en la ventana abierta de la cocina y me miraba mientras movía la cabeza de lado a lado.

-No me veas con esos ojos, toma.-Le dije a la pequeña ave, entregándole un pedazo pequeño de pan. Esta solo canto en agradecimiento y tomando el alimento extendió sus alas, volando libremente, probablemente a su nido para alimentar a sus crías.

Me recargue en el marco de la ventana, observando el amplio terreno cubierto de un brillante pasto que se extendía frente a mi. Si, sin duda construir la casa en este Prado fue la mejor decisión de todas.

-Sé que se encuentra solo en su hogar, pero no cree que al menos debería tapar un poco su desnudes por si alguien llegase a llegar.-Escupí de manera ruidosa el trago de café que acababa de tomar. Girándome de manera rápida, creando una espada en el proceso, colocándola en seguida en la garganta de aquel chico. Mi ceja tembló al observar como este suspiraba de manera cansada y alejaba mi arma con un dedo.

-¡¿Cuántas veces te he dicho que no aparezcas así, Kuroko?!-Él me observó divertido y camino hasta la mesa para colocar una caja de un tamaño grande en esta.

-Usted siempre está con la guardia baja en este lugar. Cualquiera podría sorprenderlo.-Chasquee la lengua y girando la espada en mi mano la hice desaparecer. Sonreí más relajado, tratando de bajar un poco mi molestia. No me gustaba ser sorprendido y este chico siempre lo lograba.

-Sigues igual que siempre.-Y lo decía en serio. Ya sabia que el ser inmortales nos mantenía prácticamente con la misma apariencia. Pero había seres, como yo, que cambiaban aunque sea un poco con el tiempo. Pero él no. Seguía igual que hace un siglo. Tan imperturbable con aquel rostro sin emociones, su piel tan blanca que parecía mentira y esos ojos y cabello celeste tan poco típicos entre los de nuestra clase. Un color demasiado puro para un ser oscuro.-¿Qué haces aquí? ¿Tan aburrido está el otro mundo?

El pequeño sonrío de lado, de una manera que a cualquiera humano se le haría bellísima. Pero no para mí, aquella sonrisa era signo de maldad pura. Era un demonio después de todo. Y uno de los más poderosos. No por nada era mi mejor amigo ahora y claro, mi mano derecha en todos mis planes.

-En lo absoluto. Ya que tú te estás tomando unas vacaciones, prácticamente permanentes, las cosas están más entretenidas que nunca.-Le tendí una tasa de té y este solo asintió con la cabeza en señal de agradecimiento.

-Bueno me alegra oír eso. Y no estoy de "vacaciones permanentes". No se a solicitado mi presencia en ningún campo, que es completamente diferente.-Él bajo su tasa y me miró de manera burlesca, pero sin sonreír, crispándome los nervios. Sus ojos siempre transmitían demasiado.

-Esas son vacaciones, Kagami-kun.-Chasquee nuevamente la lengua y desvíe la vista rascándome la nuca. Ok, tal vez si estaba en vacaciones.-Por cierto, ¿dónde está tu alma amante?

Mis sueños, mi vida, mi pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora