-Extraño, verdaderamente extraño querida. Nunca había visto algo así.- La loba partera miró a los dos cachorros, presa de la curiosidad. Habían nacido de la misma placenta, y eran el doble de grandes que los otros siete cachorros. Otra diferencia extraña era el pelaje. Mientras que sus otros siete hermanos tenían tonos grises y marrones como los padres, uno era negro, el otro blanco. Aunque de aspecto eran iguales.
La loba los empujó suavemente hasta las mamas de su madre. Después de dirigirle una última mirada a JunMi y a los cachorros, salió de la cueva.
Era una cálida noche de verano, y la luz plateada de la luna iluminaba el valle con una fuerza inusual. El pelaje se le erizó. Era como la antigua balada. Había hasta algunos que la llamaban profecía.
Al oír los amortiguados pasos de la loba partera, Kim se le acercó al trote.
-Tranquilo querido, tus crías son preciosas –se le adelantó la loba. –La mayoría ha sacado sus colores-
Kim movió la cola y sacó la lengua afuera. Era una buena noticia, pero... ¿qué significaba la última frase? La sonrisa se le borró del rostro.
-¿A qué te refieres con que la mayoría?--Bueno... -la partera parpadeó varias veces ante la suspicaz mirada del lobo –Dos nacieron con colores... distintos. –Empezó a caminar, mientras que el otro lobo le seguía de cerca – Uno tiene el pelaje negro, mientras que el otro lo tiene blanco. Tienen que vigilarlos bien, puede que... las Marcas... aparezcan cuando se les seque el pelaje.-
Kim entendió la indirecta. Se detuvo y la miró con fijeza.
-Es solo una balada, una historia para niños.
-Hay algunos que la llaman profecía. Y puede que sea que ellos tengan razón.-Quizás, o quizás no - Kim miró hacia el interior de la cueva. Esa balada era enseñada a los cachorros, era parte de su historia. Decían que constaba de dos partes, aunque la segunda jamás había sido oída.
-Ten cuidado Kim, no vaya a ser que...-
Un espeluznante grito, acompañado de un chillido de lechuza, quebró la quietud de la noche. Los dos lobos se miraron con sorpresa.-¡¡JUNMI!!
Kim echó a correr hacia la embocadura de la cueva, seguido por la partera. Entró en la hendidura y se puso de forma protectora encima de la camada y su pareja, esperando el ataque de una serpiente o de un felino. Pero no había nada, excepto ellos, los bebés y la partera que ingresaba en ese momento, tan consternada y agitada como él. El lobo vio asustado cómo la cara de la loba partera se transformaba a puro horror. Se dio vuelta lentamente, esperando ver una tragedia.
Y lo era.
Ahí, juntos, algo alejados de sus hermanos. En el pelaje del blanco, pelos brillantes de color aguamarina. En el negro, rojo fuego. Eran las Marcas, las Marcas del Destino.La balada, la historia, la profecía... Se estaba cumpliendo.
Kim trastabilló hacia atrás, con las fauces abiertas e incapaz de hablar. Su compañera levantó la mirada y lo miró significativamente. De repente, un aullido chirriante y desagradable hendió el aire.
Los tres lobos pararon las orejas y escucharon atentamente. Aunque la llamada duró solo unos instantes, todos (y especialmente la partera), comprendieron el significado perfectamente: era una señal de persecución.
-¡Rápido, no hay tiempo que perder! –la loba comadrona agarró a una sorprendida Junmi por el pescuezo y la empujó fuera de la cueva. Kim estaba a punto de protestar de indignación cuando la partera le metió en el hocico el cachorro blanco. Agarró el negro y salió, seguida por el lobo.
-Toma –la loba le metió el cachorro negro en las fauces de Junmi, retrocedió y miró a la pareja. –Escuchen, no sé cómo diablos nos han encontrado; pero tienen que irse de aquí. –vio exasperada cómo los otros dos lobos la miraban desconcertados. -¡Ahora!-
-¡Un momento! –las palabras de Kim salieron distorsionadas de su hocico -¿Qué pasará con los otros cachorros?
-¡Yo los cuidaré! Ahora, ¡vayan!
-¡Espera! - Junmi se adelantó y quedó frente a frente con su semejante -¿Por qué tenemos que irnos? ¿Qué ocurrirá si nos quedamos aquí?-Créeme, no ocurrirá nada bueno –paró las orejas, en ese momento se oía un aullido como el anterior. Solo que sonaba más cerca, y significaba otra cosa: habían encontrado un rastro. Y estaba muy segura de quiénes era el rastro.
-Una última cosa. ¿Al menos tenemos el derecho de saber por quién estaremos siendo perseguidos? ¡¿Por qué no luchamos contra ellos en vez de escapar?!
Las dos lobas se volvieron bruscamente: había sido Kim quien había hablado.-¿Nosotros? ¿Luchar y ganar contra ellos? –la loba estalló en carcajadas; mientras Kim la miraba enfadado – No, tenemos la misma posibilidad de ganarles como de llegar a la luna. Y claro que tienen derecho, ellos son ejemplares de los Lobos del Destino... y los llaman "Los Demonios Asesinos".