Cassie

38 9 7
                                    

El viento ya le había desecho el tocado, los mozos de cuadra habían quedado atrás y Cassie podía olvidarlo todo por un rato.

Había llegado a casa hacía dos días, la Academia de Señoritas de Madam Alice había acabado por ese año... ¡Qué alegría!

Cassie abrió los ojos y sintió al viento golpearlos con fuerza, pero resistió.

Desgraciadamente abrir los ojos la trajo devuelta a la consciencia. El hecho inminente de que no tendría quince años para siempre la golpeó.

Se dio cuenta de que este sería su último año con la falda por arriba de los tobillos, el mes entrante cumpliría dieciséis y tendría que acostumbrarse a usar faldas hasta el suelo que probablemente la harían tropezar.

Dos años más y la presentarían en sociedad, dos años más y madre enloquecería por buscarle un marido, dos años más de tener que soportar esa horrible Academia donde todo era aburrido. Y lo peor de todo, una vida entera de seguir sufriendo su locura.

Estaba harta de ver gente que se deformaba hasta volverse monstruos aterradores de los que instintivamente se alejaba tan rápido como podía. Como si de verdad fueran a matarla.

Cassie volvió a la realidad al grito fuerte de ¡Cuidado! Tomó las riendas del caballo y frenó con histeria tratando con todas sus fuerzas de dentener el caballo.

– ¡Kyaaaaaaaaaa! – nadie podía culparla por gritar ¿No? Afortunadamente el caballo frenó cuando estaba a punto de tocar al hombre, lo que era curioso porque Cassie estaba segura de que no iba a lograr frenar a tiempo.

– Ooh. – el hombre calmó al caballo y le acarició el hocico. Cassie desmontó casi de un salto y sin ayuda de nadie.

– ¿¡Por qué no se corrió!? ¿Es que está loco? ¡Pude haberlo matado! – chilló Cassie rabiosa a más no poder, pasada la histeria y el susto, estaba furiosa. Ese caballero no se había movido, y ella probablemente lo habría atropellado si la señora que venía caminando con rapidez y mucha dignidad hacia ellos no hubiera gritado cuidado, y el se dedicaba a acariciar al caballo ¡qué descaro!

– Pequeña amazona*¹, como ve, el caballo no me ha tocado. Así que no tiene usted nada de qué preocuparse. – contestó el lacónico.

– ¡Pero por supuesto que tengo de qué preocuparme! Ahora tendré que disculparme con usted. – se quejó ella. Odiaba disculparse, aún le debía una disculpa a su hermana por romper su muñeca favorita, como ella no dejaba de recordarle, a pesar de que eso había sido hacía años. Y era obvio que esa disculpa no llegaría.

– Pues, para que la señorita aquí presente me ofrezca una disculpa, primero deberíamos presentarnos. Sé que no hay nadie que nos presente, pero, dadas las circunstancias tendremos que hacerlo sin intervención externa.
– el hombre por fin la miró, y Cassie vio un halo plateado ligerísimo rodearlo por un segundo y luego desaparecer. Tenía una sonrisa torcida pero agradable, y lo negaría a cualquiera que le preguntara, pero era realmente muy atractivo.

– Soy la señorita Cassandra Lydia Willows. – soltó con voz hosca.

– Lord Marcus Percival Kingstone. – devolvió el radiante, sus ojos se habían vuelto atentos de repente mientras le sonreía irónico.

– Un placer conocerlo mí Lord. – siseó Cassie.

– Igualmente, encantado ma'am. – el Sr. Kingstone tomó su mano enguantada para presionar un beso casto y caballeroso.

Cassie se sonrojó y el amplió su sonrisa.

Los mozos de cuadras llegaron corriendo al grito de ¡Señorita, señorita!

Cassie miró Dan y a Beardie.

Dan era joven, flaco, alto y muy pecoso, Beardie era viejo, gordo, bajo, y tenía una barba larguísima de la que venía el apodo de Beardie*². Cassie llevaba la vida conociendo a Beardie y dos años conociendo a su aprendiz dado que siempre que estaba en casa, estaba en los establos.

– Señorita nos ha dejado perdidos, ya le hemos pedido lo suficiente que nos deje hacer nuestro trabajo ¿O no lo hemos hecho? ¿No le cuesta tanto dejarnos cuidarla, no? – a Beardie nunca se le había dado bien tratarla con formalidad, seguramente estaba mordiéndose la lengua para no gritarle algo como "¡Muchacha impertinente, mira lo que casi haces!" Pero había que mantener las apariencias y un criado no puede retar a su señora.

Dan la miró con su típica mueca ovejuna.

– Tranquilo buen hombre, los reflejos de su amazona han sido lo bastante buenos como para detener al caballo justo a tiempo. – intervino el Sr. Kingstone.

– Oh, señor, nos disculpamos muchísimo por el inconveniente. – el Sr. Kingstone parecía a punto de decir algo cuando de repente su cabeza viró hacia un costado como si hubiera oído a algo. – ¿Le ha llamado alguien? – preguntó contrariado Beardie al ver que no obtenía respuesta.

– No, no, me ha parecido que sí, pero no se ha dado. – Cassie no sabía cómo, pero sabía que no había dicho toda la verdad.

Tan repentinamente cómo había virado la cabeza anteriormente, los ojos azules del hombre se centraron en avasallarla, como si estuviera deduciendo algo.

– Y dígame, señorita Willows, ¿vive usted en Londres? – preguntó al aire, una vez que Beardie y Dan fueron a encargarse del caballo.

La falda extra larga para montar casi la hizo tropezar cuando intentó retroceder un poquito, por lo que optó por quedarse quiera.

– No, no, soy de Sussex, pero estoy visitando a una tía mía que vive en la casa de por allá. – Cassie señaló a la casa de tía Augusta y el asintió.

– Brillante, brillante. – murmuró para sí mismo antes de despedirse de ella cortésmente.

Cassie lo miró alejarse y supo que había algo raro en el, no era raro como en las personas que se desdibujan y se volvían semejantes a monstruos por su locura, pero sabía que esa cosa rara que había presentido en el, estaba terriblemente relacionada con su locura.

Esa misma noche, después de la cena, el lacayo la interceptó mientras caminaba a su habitación hablando con su tía, para entregarle un mensaje muy particular:

A la señorita Cassandra Lydia Willows

Le invitó cordialmente mañana a tomar el té de la tarde en Willburn Hall, mi residencia londinense, de ser ser posible traiga usted su cuaderno y un lápiz.

Sinceramente suyo

Lord Marcus Percival Kingstone

– ¡Cassie! ¿Qué has hecho para que un hombre como el Sr. Kingstone te invite a tomar el té? – chilló su tía.

– Pues me lo he cruzado hoy y una amiga mía nos ha introducido. – mintió Cassie. – ¿Iré, verdad tía?

– ¡Por supuesto que irás! Tu madre jamás me lo perdonaría sino te dejase.– sentendió terminante tía Augusta.

____________________________________________________________________________

¡Hola! Cuánto tiempo, bueno si alguien lee esto acá abajo dejo algunas aclaraciones.

*¹ Durante la juventud, las aristócratas que desarrollan afición a la equitación son llamadas amazonas.

*² Beard quiere decir barba en inglés, Beardie sería una forma cariñosa de decir barbudo.

Los Ojos Que Vieron A Los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora