Capítulo 18.

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Su pulso se aceleró considerablemente, jamás creyó posible lo que el castaño acababa de pedirle, su mente iba a mil por hora, se encontraba realmente nervioso y podía sentir la pesada mirada de Ken aún en la oscuridad. Esa noche la luna se había ocultado casi por completo detrás de las nubes dejando solo un poco de sus rayos en la habitación. No sabía cuanto tiempo había pasado, tal vez 1, 5 o 10 minutos, no contestó y el bajo se desesperó por la ausencia de palabras del otro.

-¿Sabes que dicen por ahí Leo?

El mayor salió de sus pensamientos y divisó el perfecto y delicado rostro del otro. Negó con la cabeza.

-Que el que calla...otorga...

Sin decir más, Ken tomó el rostro de Leo entre sus manos para así poder acercarlo al suyo y probar esos finos y rosados labios. Se acercó más a su rostro, no quería perder el tiempo pero tampoco quería que fuera tan rápido, deseo extender un poco el momento, así que acarició la mejilla derecha del mayor quien al sentir el tacto del contrario cerró los ojos y lanzó un pequeño suspiro.

Ken continuó acariciando aquel rostro que tiempo atrás jamás creyó que le gustaría tanto. Su frente, sus mejillas, su nariz, todo en él era condenadamente perfecto. Veía bien su cara como queriendo grabarsela bien en su memoria.

Su dedo índice acarició el labio inferior del pelinegro soltandolo de su agarre, ya que Leo inconcientemente estaba mordiendolo, seguía con los ojos cerrados anhelando el momento.

Suspiró «Ya es hora Jae Hwan», se dijo en sus adentros. También cerró los ojos esperando que el momento se les diera perfecto, se acercó al blanquecino rostro de Leo y su corazón palpitó aún con más fuerza.

Sus respiraciones se mezclaron, sus labios estaban hambrientos, lo necesitaba.

El contacto de ambos hizo que apareciera una chispa que les recorrió el cuerpo desde su nuca hasta los pies. Al principio solo fue un roce, nada de movimiento, pero Ken quería profundizar un poco, así que atrapó el labio inferior de su hyung entre su boca y comenzó una danza lenta con ellos.
Leo correspondía sin dejar de pensar lo jodidamente bien que se sentía besar los carnosos labios del castaño.
Poco a poco el beso se transformó, ya no era tierno sino un poco más salvaje y carnal, ambos lo deseaban.
Sin pensarlo dos veces, la lengua de Leo se abrió paso en la cavidad bucal de su segundo vocalista, quien al sentirla comenzó a mover la suya al compás. Ambos se sentían extasiados y felices de que eso sucediera, no era un sueño, estaban ahí, juntos sin que nadie los interrumpiera.
El aire comenzó a faltar para ambos pero no podían dejar de besarse, el castaño se hizo un poco hacia atrás, tomó un poco de aire y volvió a apoderarse de la boca contraria, debía admitir que besar a Leo era increíble y que le estaba haciendo sentir cosas que jamás había sentido con nadie y que sabía que jamás volvería a sentir.

Por su parte Leo empezó un viaje con sus manos acariciando la espalda de Jae Hwan por encima de su pijama, se sentía muy bien, era lo mejor que había experimentado en su vida. Tener al hombre al que amaba besandolo era una experiencia inigualable.
Poco a poco se separaron, Leo mordió ligeramente los otros labios. Ken se palpó su labio inferior, estaba algo hinchado y le ardía un poco por la intensidad del beso pero valía la pena.

Llevó de nuevo su mano a la mejilla de Leo, que ardía como si tuviera fiebre, éste al verle a los ojos le sonrió nerviosamente.

-¿Eso es un sí definitivo?-la voz del menor sonaba esperanzada.

-¿A qué?

-A que me dejarás intenarlo...conquistarte...

-Eh -lanzó un suspiro- si Ken.

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