Regreso

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Pasaban los días y yo no podía sacarme a Alex de la cabeza. Llevaba días sin saber de ella, se negaba a hablarme y siempre que intentaba contactar con ella, conseguía el mismo resultado: ignorancia. Como si nunca nos hubiéramos conocido. Aún así intenté hacer vida normal, intentando llevar su ausencia. 

A finales de mayo, perdí a un ser querido y fue ahí donde más la necesitaba. Ella seguía sin estar, hasta que conseguí dar con ella después de mucho arrastrarme. No me ayudó mucho y volvió a marchar. El echarla de menos pesaba cada vez más y no me veía capaz de seguir adelante.

Llegó junio, las vacaciones, el calor, la fiesta...pero ella no estaba, así que mi vida tampoco tenía mucho sentido en ese momento. Hasta que un día volvió a contactar conmigo: me echaba de menos, algo raro en ella. Le conté que la noche de San Juan, iba a pasarla en casa y ella me incitó a salir, decía que sería una noche mágica. Decidí hacerle caso, así que fui a la playa con un amigo a fumar cachimba. De repente recibí un mensaje pidiendo que me acercara a un parque que había en esa zona. Lo primero que vi fue Carlos, el cual me saludó con una sonrisa y un abrazo. Alex, por otra parte, sonreía como una tonta y me volví a lanzar a ella sin pensarlo, no creía que fuera real, la besaba y era como besar una nube, me acababa de dar cuenta de que estaba enamorada de ella. 

Los días sucedieron normales, a su lado y siempre al lado de Carlos, nos habíamos convertido en un pack indivisible. Nunca se despegaba de nuestro lado. Lo hacíamos todo los tres juntos. Un día me dijo de ir a comer con ellos, conocería su casa, sus costumbres, sus gatos, a ella. Al terminar de comer, Carlos se fue a dormir, nos esperaba una larga tarde en el orgullo gay. Pero Alex y yo no teníamos sueño, aún así fuimos a una cama, nos tumbamos y me besó, o la besé yo. ¿Qué más da? Era feliz. Esta vez fue un beso bastante extraño, pues no acabo ahí. Era el beso más largo que me habían dado nunca, daba calor. Las dos sentíamos calor, así que ambas nos quitamos la camiseta. En ese momento nos abrazamos y pude sentir su cuerpo contra el mío en una espiral de pasión que parecía no acabar nunca. Podría haber muerto allí en sus brazos y no me habría importado. Empecé a besar su cuerpo semi-desnudo, con timidez al principio y con más confianza después. Lo mismo hizo ella con el mío. De repente, giré la cabeza y vi a Carlos. Eran las 4, debíamos irnos.

Era feliz como nunca lo había sido, habían discusiones pero se solucionaban al momento con una pelea de besos, teníamos a las sábanas como testigo de nuestro amor y en mi corazón estaba tatuado su nombre. Había cambiado mi consumo habitual de cannabis por una droga llamada Alex, de la cual desconocía los efectos secundarios y al parecer, era peor que la heroína.

El verano estaba acabando, y las preocupaciones no hacían más que empezar, la temporada de circo se acercaba y yo debía comenzar un nuevo curso. Aún así teníamos que celebrar que hacía 5 meses que nos conocíamos, el tiempo había pasado muy rápido a su lado y decidí agradecérselo invitándola a comer a un italiano. Alex empezó a beber, estaba muy nerviosa, decía que quería pedirme algo. Estábamos acabando de comer cuando formuló la gran pregunta, esa que llevaba meses esperando:

- ¿Quieres salir conmigo?

- Tú ya sabes la respuesta. - Dije sonriendo.

- Necesito oírla.

- Esta claro que sí. - Me levanté y la besé.

No lo sabía, pero acababa de empezar lo peor.

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