Prólogo

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Había escuchado mil veces esa frase que dice algo así como: "Toda relación se basa en la confianza", pero a veces la línea que divide la confianza en una relación amorosa es tan débil que con solo un pequeño roce puede romperse, con solo un leve empujón puede irse todo a la mierda, como aquel día, en que todo comenzó a cambiar en mi vida.

Recuerdo aquel día a la perfección...

Ricardo Huston, mi novio de hace cinco años, había olvidado su teléfono en mi casa luego de haber pasado el día conmigo. Recuerdo que esa tarde había comenzado muy tranquila, como siempre, vimos una película en la televisión, comimos frituras y nos reímos un poco, pero luego de un momento a otro discutimos, por lo que él se fue muy enojado de mi casa.

Últimamente las discusiones entre nosotros eran más frecuentes y comenzaban por cosas como que yo salía a tomar un helado con mi mejor amigo de toda la vida, o que me quedaba estudiando hasta tarde en la Universidad y no le respondía los mensajes, incluso, habíamos llegado a discutir porque estaba tomando horas extras en mi trabajo, esto porque tenía que mantenerme de alguna forma, pues estudiar en una Universidad lejos de casa no era algo económico, mucho menos si mis padres no tenían el dinero suficiente para apoyarme con los gastos.

Después de todo yo me cuestionaba ¿hasta dónde llegaba mi confianza en mi novio? solo sabía que lo amaba, eso lo tenía muy claro, por algo llevaba cinco años de mi vida a su lado, a pesar de que últimamente su comportamiento había cambiado mucho y sus celos ya me parecían algo enfermizo.

Ricardo ya no era el chico atento, y detallista que conocí, por el contrario, ahora era frío y distante. Nuestra relación se había tornado diferente y algo me decía que tenía todas las respuestas en mis manos, literalmente.

Con toda la curiosidad que me estaba invadiendo en ese momento desbloqueé su teléfono con el patrón que ya me sabía de memoria y pinché en el icono de WhatsApp, más que nada para calmar un poco mi arranque de paranoia. Recé a todos los santos no encontrar nada extraño y lo primero que vi fue un mensaje sin leer de Sofía, su mejor amiga de toda la vida. Me debatí entre leerlo o no, porque si algo tenía claro es que cualquier cosa que a Ricardo le pasara o sintiera, se lo contaría a ella, por algo era su mejor amiga desde hace mucho tiempo.

Finalmente, luego de muchas vueltas y morderme todas las uñas largas que tenía, abrí el mensaje y subí un poco en el historial, lo que me hizo sentir una oleada de decepción, tal como si mi corazón se rompiera con cada nueva oración que leía, pero sin duda los mensajes que más me chocaron fueron los que habían intercambiado la noche anterior a su visita en mi casa.

"Hoy no podré dormir contigo, corazón... le prometí a Francisca que iría a su casa. ¡Estoy de manos atadas! Pero tú tranquila bebé, porque pronto estaremos juntos nuevamente y te daré una maratón de besos... en donde tú quieras, preciosa."

Mis ojos se cristalizaron y con un solo pestañeo las lágrimas comenzaron a correr libremente fuera de mis ojos. Luego de bloquear el teléfono y dejarlo a un lado, llevé ambas manos a mi rostro y sollocé, porque realmente me sentía estúpida.

Repasé en mi cabeza la reciente pelea que había tenido con Ricardo, donde él me juró que nada extraño estaba pasando entre nosotros, que todo estaba bien y que eran solo ideas mías, que era una paranoica. Me había mentido, claro que sí.

—Maldición... —susurré entre lágrimas. Estaba todo mal entre nosotros, porque si no fuera de ese modo él no estaría engañándome con su mejor amiga.

Podría haber corrido a su casa a pedirle explicaciones, pero me dije a mi misma que tenía que ser más inteligente y esperar el momento adecuado para enfrentarlo. Además, algo me decía que no se había ido a su casa, sino que era muy probable que estuviera junto a Sofía en estos momentos.

Tenía a mi favor el hecho que su teléfono estaba en mi poder y que tendría la oportunidad de encararlo cuando él llegara en su búsqueda.

Recuerdo que esa tarde lloré tanto que me quedé dormida hecha bolita en el sillón, lamentando ser tan estúpida como para no haber visto con más claridad las señales que él me daba y sobre todo, me sentí tonta por seguir queriéndolo a pesar de que me había sido infiel.

Sufrí mucho en ese momento, pero decidí que no podía ser capaz de seguir viviendo en una mentira junto a Ricardo y que nuestra relación debía terminar.

Después de todo, mi vida comenzó a mejorar desde ese momento.



Sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora