4. Un cumpleaños por celebrar

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—Te espero aquí —mencionó Joaquín mientras se acomodaba en mi sillón con total confianza. Asentí hacia él y me dirigí hacia las escaleras de mi casa.

—No tardaré mucho —mentí, porque la realidad era que hace años no iba a una fiesta y tendría que dar vuelta mi clóset en búsqueda de alguna tenida de ropa que se ajuste a la ocasión.

—¿Puedo tomar un café mientras te espero? —preguntó sabiendo muy bien que mi arreglo tardaría un poco más de lo habitual.

—Estás en tu casa, amigo.

Subí las escaleras hacia el segundo piso de mi casa mientras escuchaba a lo lejos como Joaquín encendía mi cafetera. Me miré de reojo en el espejo de mi habitación y sonreí al ver un brillo especial en mi reflejo. Desde que había dejado a Ricardo que mi cuerpo y rostro hablaban por sí solos, ahora me veía diferente, cómo si el hecho de dejarlo me hubiera quitado años de encima.

Abrí el closet y miré con ojo clínico entre toda mi ropa, rogando encontrar algo que me hiciera sentir linda y cómoda para ir a una fiesta con mis amigos. Tomé un perchero del cual colgaba un lindo vestido negro ajustado y con solo mirarlo negué con la cabeza, pues sabía que no me sentiría a gusto con un vestido así. Definitivamente tenía que ir con jeans y una blusa linda, por lo que busqué una que hace mucho no me ponía, era de color rojo y tenía las mangas en forma de globo, me encantaba, por lo que para acompañarla decidí usar un jeans negro ajustado básico. No quise excederme con el maquillaje, por lo que solo retoqué el que ya tenía y luego peiné mi cabello liso, para finalizar todo con un toque extra de mi perfume favorito.

Cuando sentí que estaba lista para partir, me di una mirada al espejo y sonreí ante el resultado, pues no era nada extravagante, pero al mismo tiempo me sentía muy linda.

—¡Estoy lista! —chillé a todo pulmón mientras tomé una cartera pequeña y guardé mi celular en el interior.

Bajé las escaleras y no me sorprendí al ver a mi mejor amigo atorado con un paquete de galletas de limón y con una taza de café en la otra mano.

—Vale, yo también lo estoy. Eso sí, te robé un par de galletas.. —me sonrió de lado y yo solo negué con diversión mientras Joaquín fue a dejar todo a la cocina. Aprovechando el tiempo revisé mi celular y rápidamente me puse al día con los mensajes que tenía pendientes de mis padres—. ¿Qué ves? —preguntó Joaquín con curiosidad, acercándose a mí.

—Mis padres preguntan cuándo iré a verlos —susurré a la rápida sintiendo un dolor de estómago al recordar que ellos no sabían sobre mi nuevo estado sentimental, y que probablemente no lo tomarían a bien, ya que aunque no veían a Ricardo con frecuencia, ellos le guardaban mucho cariño al ser mi relación sentimental más larga y estable.

—Pues... si quieres vamos mañana, ya que no hay clases en la Universidad —sugirió mi amigo con una sonrisa en los labios.

—No es eso... —murmuré—. No les he contado que Ricardo y yo terminamos.

—Entiendo —musitó. Joaquín siempre era capaz de leer entre líneas mis expresiones, por lo que esta vez no fue la excepción y antes de que me largara a llorar por la frustración solo tomó mi mano y comenzó a arrastrarme hacia la salida de mi casa—. ¿Sabes? eso es algo que hablaremos luego, porque nuestros queridos amigos nos están esperando y hay un cumpleaños por celebrar.

—Está bien —sonreí de medio lado y suspiré mientras me dejaba llevar por Joaquín y hacía a un lado aquellos pensamientos negativos, pues en algún momento debería contarles la verdad a mis padres y era consciente de que su reacción no cambiaría en nada el presente de mi situación sentimental.

Sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora