7. Las cosas mejoran

660 63 9
                                    

El encuentro con Ricardo me había liberado de la carga que traía luego de la ruptura. Estaba feliz de haberlo enviado a la mierda, pues la niña tonta que cayó un día a sus pies ya no existía más.

Mientras caminaba por la calle tomé mi celular y marqué el número de mi mejor amigo, esperando no molestarlo y que no esté en clases.

—Hola, caracolita —saludó como siempre, con aquel apodo que hace años cargaba conmigo.

—¿No interrumpo algo? —pregunté para asegurarme.

—No, voy saliendo de clases. ¿Qué pasó?

—Te puedo contar en la cafetería de la Universidad mientras almorzamos juntos, ¿Te parece bien?

—Vale, te espero aquí.

Finalicé la corta llamada y sonreí ampliamente, pues ya no había nada ni nadie que me impidiera poder tener un tranquilo almuerzo con quien era prácticamente mi hermano. Caminé a paso rápido hasta la Universidad, para poder aprovechar todo el tiempo libre que tenía antes de entrar a clases.

Luego de quince minutos logré llegar a la entrada del campus y respiré profundo al sentirme un poco agotada con la caminata, por lo que me detuve para sentarme un momento en una de las bancas que estaban desocupadas en la entrada.

Tomé mi celular y rápidamente le escribí un mensaje a mi mejor amigo avisando que estaba aquí. Miré a mi alrededor y observé a varios universitarios transitando por el campus, hasta que uno en particular llamó mi atención.

"¿Era Felipe, el chico de la fiesta?, ¿El mismo que Kat había confundido con un ángel caído?", me cuestioné internamente.

Y como por arte de magia, él se volteó en mi dirección y sus ojos parecieron reconocerme, pues me sonrió de medio lado y poco a poco comenzó a caminar en mi dirección.

Ay, Dios mío....

—¿Fran? —preguntó una vez estuvo frente a mí. Sonreí débilmente, pero él pareció no notarlo, pues se sentó a mi lado con total confianza y me observó por largos segundos—. Sí, sabía que eras tú... —afirmó con una sonrisa de galán norteamericano.

—Sí, adivinaste —me reí con nerviosismo.

Por algún motivo estar junto a este chico me hacía sentir extraña y expuesta, como si cualquier persona pudiera juzgarme por encontrar guapo a otro chico que no fuera mi exnovio. Felipe era un chico muy atractivo, del tipo que te hace cuestionar si realmente es real y me causaba extrañeza que insistiera tanto en hablar conmigo, después de todo, no éramos amigos, ni mucho menos, y yo no era una chica tan linda como para llamar su atención.

—El otro día en casa de Ignacio no pude despedirme de tí —musitó apenado, lo que me hizo recordar que cuando Kat y yo nos fuimos, él estaba muy entretenido con una hermosa rubia—. Si te soy sincero, tenía ganas de preguntarte si querías salir conmigo algún día, me agradaste mucho y me gustaría conocerte más...

Evité mirarlo directo a la cara, pues me daba vergüenza, pero de reojo pude ver como sus mejillas adquirían un leve sonrojo al decir lo último. Era evidente que con esa sonrisa él podría conseguir que cualquier chica se lanzara desde un avión a sus brazos, pero nuevamente pensé en que yo no era lo suficientemente atractiva como para captar su atención de una forma romántica y que además, era muy probable que él y la chica de la fiesta tuvieran alguna relación.

Yo no sería la tercera en discordia, eso estaba más que claro para mí.

—Felipe, no me parece correcto... —respondí de manera seria a lo que él me miró con confusión.

Sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora