5. ¿Coqueteo o amabilidad?

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Si la casa de Ignacio por fuera se notaba enorme, por dentro confirmé mi teoría, pues más que una casa parecía una mansión de ricos. Al entrar observé todo con ojos amplios y una sonrisa en los labios.

Me sentía tan viva al estar aquí rodeada de tantas personas, que un enorme cosquilleo se instaló en la base de mi estómago al notar que ya no era la misma Francisca de antes, claro que no, desde que Ricardo se había ido de mi vida yo era otra persona, por muy ridículo que sonara. Efectivamente su traición se sentía aún en lo más profundo de mi corazón, pero no era un motivo para derrumbar mi vida, por el contrario, debía con mayor fuerza levantarme con la frente en alto y continuar.

—¿Puedo preguntarte algo, Fran? —Katherin me miró directamente a los ojos mientras nos adentrábamos entre todos los invitados, yo asentí en su dirección a la vez que de reojo veía a Guru y Felipe caminar junto a nosotras.

—¿Quieres una cerveza? —preguntó Felipe al otro lado, como si con mi mirada lo hubiese llamado. Giré levemente mi rostro y asentí con un leve "sí", dedicándole una sonrisa tímida. Él y su pelirrojo amigo se alejaron de nosotras dándonos un poco de privacidad, lo que en secreto agradecí.

—Ahora sí, dime —le sonreí a mi amiga al mismo tiempo que le hacía un gesto con las manos en señal de que nos sentemos en un sillón que estaba cerca de nosotras.

—¿Extrañas mucho a Ricardo? —lanzó la pregunta sin más. Sus palabras me tomaron por sorpresa, pues no esperaba que mi amiga fuera tan directa—. La verdad siempre me pareció que él era un aburrido que te frenaba con todo —espetó. Ella tenía razón, pero en un acto reflejo desvié mi mirada hacia el techo y solté un enorme suspiro que tenía ahogado dentro de mí, intentando con todas mis fuerzas no ponerme a llorar como una bebé.

—Sí, la verdad es que lo extraño tanto que me duele —reconocí sin más—. Me duele el hecho de pensar en que llegaré hoy a casa y no podré llamarlo para contarle todo lo que hice en el día... hasta me duelen los detalles mínimos, como imaginar que otra mujer ahora ocupará sus camisas favoritas para dormir y no seré yo —dirigí mi mirada al rostro de mi amiga y su mirada comprensiva me tranquilizó.

Katherin no era de las personas que juzgaban a los demás, por el contrario, ella era una chica empática y muy amable, cuestión que me parecía muy noble de parte suya.

—Extraño sería si todo eso no te doliera, Francisca... —susurró con una dulce sonrisa en los labios—. Duraron muchos años juntos y eso no es fácil de dejar a un lado como si nada... entiendo que te sientas así y tienes todo el derecho de llorar y descargarte, pero por favor no nos dejes fuera de esto. Te hemos extrañado en el grupo, sobre todo Joaquín.

Las palabras de mi amiga fueron como una curita para mi triturado corazón y le sonreí en agradecimiento, porque aunque sí extrañaba a Ricardo, tenía muy en claro que dejarlo ir había sido la mejor decisión y que desde ahora nunca más dejaría de lado a mis amigos.

Mi mejor versión estaba a punto de llegar.

—Gracias por aceptarme de nuevo —le dije un poco avergonzada, pero con real agradecimiento en mis palabras. Kat soltó una pequeña carcajada y luego asintió hacia mí.

—Todos cometemos errores, amiga, eso no hace humanos —dijo. Me abrazó por unos segundos y se acercó a mi oído de una forma discreta—. Felipe viene hacia aquí y desde hace un rato no te ha quitado los ojos de encima, suerte campeona— susurró mientras se levantaba y se iba a otro lugar de forma rápida. Su comentario provocó que mis mejillas se encendieran de inmediato ante la vergüenza que sentía.

Me acomodé en el sillón y vi como efectivamente Felipe se acercaba a mí con dos cervezas en su poder. Cuando llegó a mi lado me extendió una con una sonrisa plantada en el rostro y yo se la acepté sin rechistar.

Sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora