3. ¡Manos arriba, esto es un asalto!

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—¿Hola? —contesté mi teléfono sin siquiera ver quién llamaba, pues ya se me hacía tarde para ir al trabajo y no tenía tiempo para detenerme a ver el identificador.

Escuché un suspiro del otro lado de la línea y un escalofrío recorrió mi espalda de inmediato.

—Francisca, sabía que me ibas a contestar algún día... —mi corazón comenzó a palpitar con mayor fuerza al escuchar aquella voz proveniente del hombre que había roto mi corazón—. Por favor veámonos, necesitamos hablar —suspiré con frustración y luego hice una mueca involuntaria con los labios.

Ricardo no había parado de llamarme desde el día en que terminamos, y por supuesto que yo no había contestado a ninguno de sus llamados. Escucharlo solo hacía que mi corazón duela más.

—Ricardo, ¿por qué yo tendría que verme contigo? —pregunté con fastidio, pues prefería aparentar ser una perra sin corazón antes que ceder a sus manipulaciones emocionales—. Creo que no tenemos nada más que hablar, todo quedó muy claro para mí —traté de sonar lo más indiferente, pero la verdad es que dentro de mí se vivía una verdadera lucha campal.

Me moría por verlo aunque sean cinco minutos, pero me dije a mi misma que tenía que superarlo de una buena vez, porque no podía quedarme toda la vida esperando por él, además ya había pasado una semana desde el día en que terminamos, el mismo día en que volví a ver a mis amigos y había sentido como una nueva versión mía comenzaba a florecer.

—Ay, madura por favor, ya no tienes quince años Francisca —espetó con fastidio—. Merecemos hablar aunque sean diez minutos, en respeto a todos los años que llevábamos juntos y con madurez.

"¿¡Qué le pasa a este imbécil!?, ¿Con qué cara él me habla de respeto a los años que estuvimos juntos?", me cuestioné mientras sentía como la rabia acumulada corría por mis venas.

Tomé una gran respiración antes de responderle, e incluso me detuve y tomé asiento en el sillón de mi casa, todo para intentar no explotar contra mi maldito ex novio.

—Ricardo no seas cínico, por favor —musité aún procesando sus palabras—. ¿Respeto?, ¿Dónde quedó el respeto cuando me estabas engañando con tu mejor amiga? —cuestioné afilando cada vez más mi lengua—. No me hagas reír por favor, ¿con qué cara te atreves a pedirme que hablemos?, no me apetece verte ni hoy, ni mañana, ni nunca más en mi vida... —escupí las palabras con toda la rabia acumulada que corría por mis venas.

—Francisca, te vas a arrepentir si no accedes a verme por las buenas, porque juro que te buscaré por cielo, mar y tierra, hasta que algún día aceptes hablar conmigo —aseguró con un tono de voz firme y yo solté una pequeña carcajada, pues ya no pensaba dejarme intimidar por él.

—Créeme que de lo único que me voy a arrepentir es de no haber terminado antes contigo, y te repito que no quiero hablar contigo, ni verte —finalicé la llamada y aproveché para bloquear su número de teléfono, así evitaba que llamara en otra oportunidad.

No entendía cuál era la insistencia de Ricardo por verme o hablar conmigo, porque había quedado demostrado que él ya no sentía lo mismo por mí, por eso me había engañado. Odiaba que me hiciera perder el tiempo, pues ya no quería invertir más mis pensamientos en él.

Bufé con fastidio y me puse de pie, tomé mi bolso, mi chaqueta y salí de casa con rumbo al trabajo, que por fortuna no se encontraba muy lejos, pues ya iba tarde y seguro mi jefe me llamaría la atención si volvía a atrasarme una vez más.

Aunque mi trabajo era un poco aburrido, me ayudaba a cubrir mis gastos de la Universidad. Yo era la vendedora en una pequeña tienda de ropa femenina de la ciudad y muchas veces debía soportar malos tratos por parte de los clientes insatisfechos, pero aun así el trabajo se ajustaba muy bien con lo que necesitaba, porque la paga era buena y además las horas no eran muchas dentro de la semana, lo que me permitía convalidar muy bien los estudios en la Universidad y el trabajo en la tienda.

Sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora