Protegerla...

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Aquella noche lluviosa, lo cambió todo.

Pese a las palabras de aliento a su amiga, se sentía profundamente resentido con los padres de ésta... Sintió nuevamente aquella molestia tan poco común en él, esa que sólo se manifestaba cuando alguien dañaba a Takane...

Porque de alguna forma y sin darse cuenta, esa necesidad de protegerla había crecido hasta sobrepasar cualquier límite... No soportaba que las personas lastimaran a sus afectos, y en esos momentos no podía pensar en alguien por quien sintiera más afecto...

Esa madrugada, le costó dormirse... Porque a pesar de la molestia con esas personas, no podía dejar de sonreír...

Takane, en su peor momento, lo había buscado... No fue donde Ayano, ni donde el profesor, no se encerró en su mundo aislándose de todos... Ella corrió hacia él, a su casa y posteriormente a sus brazos, en busca de consuelo...

Consuelo que por supuesto él le ofreció, y no sólo consuelo, también pudo cuidar de ella... Para cualquier persona normal podría parecer una nimiedad, pero para alguien como él, saberse capaz de acompañar a la chica que tanto quería a casa, durante una noche lluviosa... Era un gran logro...

Su enfermedad siempre lo había limitado, demostrándole que las cosas más vanas y simples no estaban hechas para él... Pero esa noche su débil cuerpo no fue un problema... Esa vez, nada se interpuso entre él y sus deseos...

Se levantó y encendió la luz, viéndose al espejo como nunca lo había hecho. A pesar de vestir su pijama y estar un poco despeinado, no se encontró tan horrible en apariencia; era alto, delgado, y tenía una bonita sonrisa, todos le decían aquello último. Por otro lado esa noche demostró ser capaz de cuidar, consolar y proteger a Takane, y nadie nunca la querría más que él...

Inhaló profundo, con su corazón latiendo más rápido de lo acostumbrado, tal vez aquella idea que siempre descartó por imposible, aquellos sentimientos que se esforzó por ignorar ocultándolos bajo capa tras capa de cordialidad... Tal vez aquel deseo al cual nunca se atrevió a darle nombre o siquiera forma en sus pensamientos... No fuera imposible...

Rió al percatarse de la imagen que le devolvía aquel espejo, la de un chico sonrojado con tal expresión de tonto que apenas se reconocía...

Era su más pura expresión de felicidad... Y se veía tan ridículo con ella...

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–¿Cuándo hablarás con tu abuela?– preguntó tentativamente mientras regresaban a clase luego de almorzar con Ayano y Shintaro.

–No lo haré– negó ella ganándose su preocupación, había pasado una semana desde aquella tarde en que Takane volvió a ver a su familia escondida tras un árbol, y aún no encontraba el valor para enfrentar a su abuela y obtener una respuesta a todas esas dudas que la mortificaban.

–Pero Takane, tú tienes derecho a saber qué está pasando con tu familia...

–Sí– asintió ella mientras entraban al salón –. Pero pedir explicaciones a mi abuela no sirve de nada... Lo ocultó para protegerme, estoy segura de eso...

–Lo sé, pero aún así...– hizo una pausa buscando las palabras justas –Lo pasaste muy mal, y aún se te ve triste...

–¡Yo no me veo triste!– negó de inmediato cruzándose de brazos.

–Te conozco muy bien, Takane...

Lo miró de reojo, exhalando un par de segundos después –No me voy a quedar de brazos cruzados– le informó sacando un papelito de su portafolios –. ¿Sabes qué es esto...?– él negó –Mi abuela descuidó su celular anoche...– comentó mientras abría el papelito frente a sus ojos en el cual se leía un número telefónico.

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