Buena chica, mala chica.

245 36 6
                                    

–¡Va a volverme loca! ¡Necesito mi tiempo, mi espacio! ¡El dinero no es suficiente ambos tenemos que trabajar!

Aquellos gritos la habían despertado como ya era costumbre. Frotó uno de sus ojos y miró hacia la puerta de la cocina donde su madre y abuela "charlaban".

–Te dije que no te embarazaras hasta tener una vida estable... Un niño pequeño requiere mucho tiempo.

–¡Ella no es normal! ¡Ningún niño duerme veinte horas al día! ¡Ninguna guardería la acepta!

–Deberías hacerla ver... El pediatra te recomendó un neurólogo, ¿verdad?

–¡No hay dinero para eso! ¡Te lo juro mamá, esa niña es una maldición!– sentenció su madre, nuevamente estaba enfadada...

Bostezó y volvió a recostarse sobre la alfombra, regresaría a su mundo, ese donde estaban sus juguetes, sus amigos, y sus padres eran felices.

Se quedó dormida con una sonrisa en el rostro.

No pasaron más de tres años antes de que su madre lo consiguiera, y su abuela aceptara la tenencia después de observar aterrada como su propia hija se había vuelto un monstruo que despertaba a la niña todo el tiempo sólo para gritarle y golpearla cuando la veía bostezar.

Con su abuela la vida era diferente, permanecer despierta no era tan tortuoso, y lograba al menos un estado de semi-vigilia durante las cuatro horas de clase en aquella escuela de medio tiempo.

Sus años de primaria fueron llevaderos con la ayuda de una consulta mensual a su neurólogo, y un par de pastillas por día, sin embargo al entrar a secundaria se vio obligada a cursar el horario completo, y aquellas interminables horas fuera de casa, más las actividades extracurriculares se volvieron una tortura.

Su neurólogo cambió la medicación, aquellas pastillas tan fuertes que la mantenían en estado de alerta durante varias horas, y le impedían alcanzar el sueño profundo, habían logrado alterar su humor hasta el punto de volver a esa adormilada y dócil niñita, en un monstruo gruñón y mal hablado.

Se sentía enojada siempre.

Le enojaba no poder concentrarse en las explicaciones de los profesores...

Le enojaba entregar las hojas de examen en blanco cuando su cerebro parecía desconectarse por unos segundos que habían sido horas en realidad.

Le enojaban las burlas de sus compañeros por su permanente rostro molesto.

Le enojaba no ser capaz de hablarles amablemente porque su tono de voz la hacía parecer un ogro.

Y le enojó aún más cuando todos en su salón, molestos con ella por su actitud comenzaron a esconder sus pertenencias o encerrarla en el baño.

Fue molesto recibir notas anónimas con insultos casi a diario...

Fue excesivamente molesto verse obligada a usar leggins porque un grupo de compañeras comenzó a "jugar" levantándole la falda frente a todo chico que pasaba sólo para reírse de como ella se sonrojaba y les gritaba improperios...

Pero la gota que colmó el vaso fue haber sido empujada desde lo alto de la escalera... Aquello se sintió realmente mal y le dejó como saldo un buen tajo en la cabeza, y a una abuela enfurecida gritándole al director.

Nunca encontraron al culpable, pero aquel incidente sirvió para que hablaran con el grupo entero y ella fuera testigo de como todos en bloque la acusaron de pelear, insultarlos, molestarlos constantemente, y otra serie de maltratos que era ella quien recibía a diario.

Tardaría varios años en comprender que no eran todos malos en ese salón, sino que colectivamente se habían forzado a verla de esa forma para protegerse a sí mismos... Porque era más fácil acusarla de mala, que intentar comprender a una persona que ni siquiera era capaz de entenderse a sí misma.

Y por si todo aquello no hubiera sido suficiente prueba de que ella no era dueña de su vida, el director le ordenó formar parte una clase especial.

Cuando aquel profesor desalineado habló de sus enfermedades hizo especial énfasis en la de su compañero de clase... No entendía por qué habían juntado a un monstruo como ella con un chico tranquilo y simpático como él...

Un chico al que no le costaría hacer muchos amigos y disfrutar del tiempo con ellos... Él encajaría perfectamente en cualquier clase normal...

Aún así aceptó su nueva clase sabiendo que no tenía realmente nada que objetar, ya que si no podía tomar control de su cuerpo, mucho menos sería capaz de cambiar aquella situación.

DiferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora