✧ Capítulo 2 ✧

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No había nadie que sanara y me hiciera olvidar el dolor que sentía en el pecho

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No había nadie que sanara y me hiciera olvidar el dolor que sentía en el pecho. No por el veneno, sino por sentirme como la persona más aborrecida del mundo. Creía que me hundía hasta no poder en el fondo de un abismo sin salida. Deseaba con todas mis fuerzas encontrar una paz interna que predico que no existe. Mis padres, los que se suponen deberían apoyarme, estaban buscando la manera de destruirme.

—¿Estás bien?

Preguntó alguien y reparé que se trataba de Ojos verdes, que mantenía todavía su mirada en mi cuerpo quejumbroso. Su voz era ronca y calmada, sin ninguna pizca de brusquedad. Estaba preocupado por mí. Aunque su pregunta era como si me apuñalaran con una estaca en el pecho cuando la imagen de mi madre apareció tomando mi hombro con fuerza y clavándome su impotente veneno. Al mismo tiempo las palabras de mi padre me seguían golpeando, «exiliarla»

Cerré los ojos. ¿Por qué no podía ser una persona normal? Cuando la gente se entere será ser mi final. Me juzgarán como hicieron con Lorin Sheper y Leah Heathers al haber roto las reglas. No podía dejar que nadie lo supiese, ni siquiera Lorin, ni siquiera mi mejor confidente..., ni siquiera el chico delante de mí.

—No puedes decírselo a nadie —Miré a Ojos verdes, obviando complemente su pregunta—. Prométemelo que no se lo dirás a nadie. Lo que escuchaste no es asunto tuyo.

Me cogió de la mano para ayudarme y la caricia me obligó a cerrar los ojos.

—No voy a decírselo a nadie, como dijiste: «no es asunto mío»

Sentí un alivio al escuchar sus palabras. Era incluso más afectuoso de lo que pensaba. Sus ojos penetraron los míos unos segundos:

—No respondiste a mi pregunta, ¿estás bien?

Me sostuve de su brazo y asentí.

—Sí —Mi voz se rompió al notar que el dolor seguía ahí, palpitando, como si esperara a que volviera a retorcerme. —No tenías por qué ayudarme.

Se encogió de hombros mientras desajustaba el agarre en mi cadera. Jamás me di cuenta de que su mano se encontraba ahí. Lo vi sonreír.

—No parecías poder levantarte —Su mirada cayó donde hace unos minutos yo estaba tendida en el suelo, volvió hacia mis ojos y su cabello oscuro rebotó sobre su rostro en finas capas que observé alelada. —Un gracias no estaría tan mal, ¿eh?

Su pedido me obligó a dejar de mirarlo.

—Gracias, lo siento, sí...—dije en un tartamudeo y me di cuenta de que no conocía su nombre. —Tú...

Mordió su labio inferior y una mejor sonrisa en su rostro hizo que mi corazón reaccionara de inmediato. ¿Porqué no podía dejar de mirarlo? Era como si lo conociera de algún lado.

—Damián —susurró con los brazos dentro de sus bolsillos mientras se inclinaba hacia delante —. Me llaman Damián.

Oh diablos, hasta su nombre era hermoso.

Los ExiliadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora