✧ Capítulo 6 ✧

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Me recogí el cabello en una coleta, como todos los días, antes de salir por la puerta y cruzarme con Lorin

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Me recogí el cabello en una coleta, como todos los días, antes de salir por la puerta y cruzarme con Lorin. Llevaba el pelo húmedo luego de una ducha refrescante y se le afloró una sonrisa al verme. Los hoyuelos se le formaron, esos que no puedes parar de observar por un rato. Con el paso de los años se le han hecho más atractivos, cosa que he notado. Podría decirse que cada día que transcurre se vuelve más guapo.

  Era un desgraciado. Le devolví la sonrisa.

—¿Lista para un día de picnic, señorita Regener? —hizo un ademán con la mano, señalándome el paso a la salida.

—Solo si tú lo estás, Sheper —Pasé a su lado, recorriendo el salón y sentándome en el sofá. Crucé una pierna sobre la otra mientras lo observaba de arriba abajo. Seguía igual de mojado sin la intención de cambiarse.

—Por lo que veo no.

—¡Espérame, será solo un momento! —se volvió desapareciendo del salón.

Me relajé mientras le esperaba y volví a acomodar mis piernas de manera que flexioné las rodillas. Esta posición relajante hacía que quisiera inclinar la cabeza contra el brazo del sillón y echarme una siesta. Pero mientras los minutos transcurrían y Lorin se atrasaba, me atravesó una triste sensación.

El último día.

La última vez que veré su sonrisa, sus hoyuelos, sus mejillas regordetas y ese cabello cobrizo que tanto me gusta acariciar. La idea de perderlo para siempre me obliga a suspirar y cerrar los ojos para no soltar las lágrimas.  Recuerdo que mi padre vino ésta mañana a tocar la puerta con un documento entre las manos. Me presionó a firmar el contrato del trabajo de Centinela, pero no me dejé intimidar por sus ojos oscuros y por la manera en que me miraba. Le dije que firmaría solo con una condición: iba dejarme visitar a Lorin mientras hacía mis misiones en la tierra humana. Claro, no cedió tan fácilmente.

Las prácticas y luchas debían estar aumentadas, más entrenamiento, más sudor, más labor. Debía entrenar con Damián de cuatro a cinco veces a la semana, junto con un grupo de voluntarios y el instructor Marcus, quien era el jefe de los centinelas reclutas.

Al principio me renegué a aceptar que Damián fuera mi entrenador. Presenciaba que esos ojos iban a causar problemas y ya tenía muchos con los que lidiar. Sin embargo, las palabras de papá fueron fijas: o me entrenaría Damián o Finn. No tuve más remedio que aceptar.

Luego de aquel momento de reflexión al fin apareció Lorin con una camisola fina y unos vaqueros oscuros. Se sacudió la mata de pelo en la cabeza mientras lo observaba como una persona normal, pero que pronto iba estar correteando en una área prohibida buscando comida y refugio. Mi corazón comenzó a acelerarse con solo pensarlo, ¿cómo pueden hacerle algo así a alguien como él?

—¿Lista? —Me sostuvo la mirada.

Antes de que pudiera responder, una silueta apareció en la esquina, sobre la pared blanca mirando minuciosamente nuestros rostros. Crucé miradas con ella y sonreí.

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