✧ Capítulo 5 ✧

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         Me desperté con los rayos de luz sobre mi rostro

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         Me desperté con los rayos de luz sobre mi rostro. Entrecerré los ojos y choqué contra la cabecera de la cama al levantarme. Confundida, miré hacia a mi alrededor para cerciorarme de que nadie estaba junto a mí. Podía jurar que hace unos segundos oí la voz de alguien.

—Te has despertado —volvió a hablar haciéndome dar un respingo y salió del baño para acercarse. La luz iluminó su rostro y mi corazón comenzó acelerarse cuando Damián se sentó junto a mí—. ¿Has dormido bien?

Recordé los acontecimientos de ayer como flashes y cerré los ojos. Por más que intentara olvidar la mirada de aquellos hombres no podía. Sentí la bilis en la garganta y tragué saliva.

Los ojos aceitunados de Damián comenzaron a brillar al observarme. También recordé haberle pedido que se quedara. ¿Habría comenzado a tenerle cariño? ¿Acaso pensaba que su presencia iba traerme protección? Sacudí la cabeza y miré hacia adelante, encontré las sábanas arremolinadas sobre el sofá en el cual Damián había dormido. Gracias a Dios que tuve la percepción de pedirle que durmiera lejos de mi cama o abría tenido que despertarme muy cerca de esos ojos lujuriosos.

Alcancé a mirarle de nuevo, ésta vez con las mejillas sonrojadas y sentí una burla en su inspección, algo tramaba. No me preocupé en responder, ya sabía la respuesta de lo que había hecho y di media vuelta sobre la cama para alcanzar el reloj.

Eran las 8:00 de la mañana.

—¿Se puede saber porqué me has despertado tan temprano? ¿Tienes idea de los mucho que me costó dormir cerca de alguien que ronca?, —no roncaba, pero ciertas situaciones de ayer no me dejaban conciliar el sueño—. ¿Sabes qué? Olvídalo, no respondas. Seguiré durmiendo.

Me cubrí con la sábana sobre la cabeza y segundos después me encontré siendo arrastrada de los pies fuera de la cama.

—¡Damián! —Golpeé su torso con los puños y lo miré de manera asesina. Me acaba de sacar de mi mejor paraíso.

—Intento cerciorarme de que no te vuelvas a dormir —siseó y recogió las sábanas así no pude recostarme entre ellas. Me levantó la cabeza para que lo mirara—. Tienes entrenamiento hoy, andando.

Fruncí el ceño, ¿cuándo me había dado un horario sin darme cuenta? Se levantó y tomó mi mano a la fuerza. Bufé por el contacto. Yo no quería levantarme, ni siquiera el instituto comenzaba temprano. ¿Acaso quería fastidiarme?

Comenzó a retocar la ropa de mi armario y se dio la vuelta. Me tiró una camisola elástica que usaba en educación física en el instituto y me hizo una seña con los dedos para que me la pusiera rápidamente. Le entregué mi mejor mirada de pocos amigos.

—Vuélvete —ordené en un gruñido y puso los ojos en blanco al obedecerme. Me coloqué la camisola y estuve a punto de quitarme las licras del pijama cuando se dio la vuelta el muy fanfarrón.

Los ExiliadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora