Me encontraba en la clase de biología del instituto mientras Nugget se disponía hablar sobre la Fiesta de Primavera: «Prohibido el inicio de cualquier pelea, prohibido robar la comida especial de las banquetas (como había sido el año anterior cuando los estudiantes robaron cuarenta bollos de canela), no se permite el ingreso de armas o algún material que pueda damnificar a los estudiantes, se pondrá contra la ley la presencia de relaciones de diferente progenie o cualquier detalle que justifique la violación de esta regla»Aparté la mirada, los recuerdos del día anterior se me implantaron como una bala sobre mi cabeza. No podía quitarme de la mente el beso. Era incapaz de negar que había sido increíble y por eso mismo me arrepiento con desmán. Cada vez que repasaba lo cometido me veía entre las barras de la Comitiva, o aún peor, siendo exiliada por mi sociedad. No quería volver a aquel cruel momento, donde el miedo te atesora de lo que podría pasarte allá afuera y la humillación resplandecería mi figura como habían hecho con Lorin.
Me sumé a los asentimientos de los demás estudiantes ante el código del profesor como queriendo decir, nada de eso sucederá; nada de armas, nada amor, nada de peleas. Ojalá pudiera prometer tanto.
Sin embargo, no sabía cuándo volvería a ver a Damián y tampoco que aquel cosquilleo en el estómago me ocasionaría una explosión de sentimientos. Si lo veía retrocedería al momento en la cascada y perdería la cabeza por completo.
Anhelaba ser capaz de olvidarlo y hacer como si nada pasara, pero una parte se mí sabía que era imposible. Damián se había incrustado en lo profundo de mi alma y cualquier cosa que dijeran o hicieran ya no podría hacerme cambiar de opinión sobre lo que sentía por él. Escuché decir que los centinelas fueron enviados a una misión de vigilancia en las afueras, aparte de que Cole lo mencionó antes y que yo no había visto a Damián en todo el día. Al confirmar esto agradecí la noticia para así pensar más a fondo sobre lo que teníamos los dos de aquel prohibido y amoroso encuentro. Pero también, en mi interior, sabía que sin su presencia era capaz de echarlo tanto de menos. Estaba de nuevo en un desastre de problemas y mucha, pero mucha confusión.
Sonó el timbre de la salida y me dispuse a reunir todos los objetos de la mesa. Para ésta semana y la próxima tenía muchos trabajos pendientes al no asistir a clases y presentarme a los entrenamientos. El señor Nugget me había hecho el favor de minimizarlos por comprensión, pero aún así la profesora Lordes me pidió que acudiera al club artístico para atestar las clases perdidas.
Aquello me quitó las ganas por completo.
Al salir del salón una rubia me tomó del brazo y me hizo detener el paso. Sus ojos me analizaron.
—Oí algo sobre ti, ¿es cierto? —demandó mirándome fijamente.
Levanté la mirada y mi cuerpo sufrió un ataque por un momento.
—¿De..qué hablas? —balbucíe.
—¡No puedo creer que te dejaste! —soltó.
—Si tanto lo odias al menos no te tenías que dejarte llevar por sus palabras.
Oh, Dios mío. Cada parte de mí se tensó y mi corazón amenazó con salirse de mi pecho. El sonido de vacío me atravesó, casi sin poder escuchar lo que decía Leah. Lo sabía. Leah sabía sobre lo que sucedió en la cascada. ¿Quién nos pudo a ver visto? ¿Quién lo rumoreó? Tragué saliva.
—No es lo que crees. Yo...
—¡Es absurdo! El arte no es lo tuyo. La señora Lordes deberá entender que no se te da bien dibujar ¡Hay que admitirlo de una vez! ¡Apestas al arte! ¿Recuerdas la vez que dibujaste a tus compañeros en forma de palitos o cuando me dibujaste a mí? ¡Fue espantoso!... —Se quejó e inquirió finalmente—, ¿qué fue lo que te dijo Lordes para lograr convencerte?
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Los Exiliados
Fantasy¿Qué pasaría si vivieras en un mundo donde el amor es prohibido? En el Domo, es imprescindible que todos los habitantes posean dotes sobrenaturales y que nunca lleguen a enamorarse. Clarisa Regener, es la hija del líder de su progenie, pero nunca ha...