CAPITULO 6

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Un nuevo comienzo

Emma.

—Bienvenidos a New York. —Dijo la azafata, Alta rubia y muy maquillada que se pasó todo el viaje coqueteando con Daniel.

—Gracias. —Perra.

Llevaba horas sin cruzar palabra con el cabronazo de Daniel, extrañaba su voz pero ni por error le hablaría primero. Me había hecho sentir como basura, como una cualquiera que estaba dispuesta a recibir siempre hombres en la cama. Yo no satisfacía necesidades, ni siquiera las mías.

—¿Terminaste de actuar Como una niña?

—¿Ya terminaste de ser un mierda? — Se merecía mi contestación

—Supongo que no. —Respondió y frunció el ceño

Quería decirle algo para que quitara esa cara, me gustaba cuando sonreía, me gustaba de cualquier manera menos de esa. Nunca había soportado la idea de hacer daño a alguien. Por eso nunca había hablado con mis padres sobre sus ausencias. Pero Daniel era otra cosa, el sí que merecía sentirse como mierda. Solo un poco más, me recordé, unos minutos más y llegaras a tu nuevo apartamento con vista al Central Park y comenzaremos una nueva y mejorada vida.

—Vamos. — Me dijo sacándome de mis pensamientos, tomo mi mano y ahí estaba otra vez la leve descarga inundando mi mano al toque de la suya. Tomamos nuestras maletas y nos acercamos a la entrada, justo antes de llegar Daniel nos hizo parar de golpe, me siguió jalando hasta llegar a una mujer joven, era pelirroja y solo un poco más alta que yo, era guapa muy a mi pesar. Sostenía un cartel en ambas manos y sonrió al ver a Daniel.

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Dr. Sanders

y compañía.

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—Dany. —Grito eufóricamente y corrió a abrazarlo, de inmediato me zafe de su agarre ¿Era su novia? Maldita sea, es una mierda.

—Georgina. —Espeto incómodamente sin responder al abrazo. —¿No iba a venir, George?

—Mi hermano está ocupado, ya sabes, doctores. —Sonreía con mucha naturalidad e incluso se veía bien, odie la familiaridad con la que se refería a Daniel. Es una perra.

—Emma, Georgina. Georgina, Emma. —Nos presentó y aunque no quería, sostuve su mano por unos segundos, ser grosera nunca se me dio.

— Un gusto, Georgia. —Dije secamente.

—Georgina. —Respondió. —No es tan difícil, creo que hasta tu podrías decirlo. —La muy perra se atrevió a sonreírme.

—Con todo respeto, no me importa, Georgia. —Me negué a seguir mis buenos modales con esa perra.

—Bueno, debemos irnos. —Obviamente Daniel no quería que llegáramos demasiado lejos y lo comprendí, seguramente aquella chica seria a la que se follara esta noche y sería una lástima llenar de marcas a su consuelo.

Georgia me miro con recelo y después sonrió a Daniel con su perfecta dentadura de puta.

—El coche nos espera. —Obviamente no me subiría con aquella perra ni por broma.

Tome mi maleta negándome a que Daniel la llevara. Cuando salimos había un flamante coche negro esperando en la acera. Daniel y Georgia se acercaron al coche y aprovechando los metros de distancia, corrí y me subí a un taxi.

—Vamos, rápido por favor. —El taxista acelero a toda prisa, haciendo que me golpeara contra el asiento. Seguramente la experiencia de ser taxista en New York lo había hecho tan eficaz

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