CAPITULO 9

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DANIEL.

Desde que llegue de L.A. no podía quitarme de encima a Gwent. Me molestaba su evidente coqueteo y su voz daba dolor de cabeza. Nunca me atrevería a ser grosero con una mujer, pero honestamente..., me daban ganas de extirparle las cuerdas bucales.

Llegue a tal punto que evitaba por completo los almuerzos, si no fuera por la cafeína y por Emma, supongo que ya habría muerto. Nunca nadie se había preocupado por mí, cada día me volvía más loco por ella y no salía de mi mente ni un solo segundo. Estaba enfermo por ella y ya no quería alejarla de mi lado. "Rob y Sandy" Me recordé. Ellos son la razón de mi desdicha. Ahora que había encontrado a la mujer perfecta, debía ser 20 años menor que yo e hija de mis mejores amigos.

Por otro lado, Georgina estaba insoportable, cometí el error de acostarme con ella el 4 de Julio pasado en un evento del hospital, me emborrache y ella aprovecho para meterse en mi cama. No me mal entiendan, fue también mi culpa, su hermano es un buen compañero de trabajo y me sentía fatal por ello. Desde ese día, no me había dejado tranquilo, estaba pensando seriamente en cambiar mi teléfono.

Mi día en el hospital fue muy tranquilo, hoy no tenía cirugías programada, a menos, claro que surgiera una de emergencia, pero si las cosas seguían así, podría ir a dormir temprano. Aunque dudaba mucho eso, porque últimamente no estaba durmiendo bien.

Termine mi turno en el hospital y me fui al consultorio. Quería que la mañana pasara rápido, únicamente para ver a Emma. Aunque no podía sacar sus duras palabras de aquel día fuera de su departamento. Quería tomarla, besarla y decirle que no era cierto lo que había dicho, que era la mujer más extraordinaria que había conocido y que me tenía obsesionado e hipnotizado.

Entre al consultorio martirizándome con mis pensamientos como todos los días. Emma estaba en el escritorio, vestía un pantalón pegado, unas botas largas y una blusa blanca de manga larga y sin escote. Se veía preciosa, pero sus ojos estaban rojos, como si hubiera llorado.

—Emma. —Brinco al escuchar mi voz y se giró a mirar la computadora. —¿Estás bien? —Pregunte y me acerque a Ella.

—Estoy bien. —Respondió con voz ronca. — Hoy tiene pocas consultas y..., y. —Algo se apodero de mi al verla así, la tome en brazos y la abrace fuertemente. Hizo lo inimaginable, se soltó a llorar fuertemente y me abrazo de vuelta.

—Aquí estoy, estoy contigo. —La consolé. —Todo estará bien, cualquier cosa que te pase tiene solución.

—No la tiene. —Dijo entre sollozos. —Esto no tiene solución. —¿De que hablaba? Claro que tendría solución, y si ella no podía enfrentarlo, yo lo haría por ella.

—Claro que tiene solución, todo tiene solución, Emma. —Le dije al oído.

Sonó su teléfono y se despegó de mí, de inmediato sentí la perdida, quería abrazarla hasta que no pudiéramos más. Tomo su teléfono y lo contesto.

—¿Diga? —Respondió. —Hola, Ralph. —Saludo con la voz apagada y una lagrima rodando por su mejilla, quería hacer algo para llevarme su dolor, quería que me pasara su dolor para que no estuviera así. —Lo siento. —Murmuro hacia mi y salió del consultorio.

Veinte minutos después, entro con la cara limpia y una sonrisa. —No has comido, y no falta mucho para que llegue el Sr. Ward.

—¿Estás bien?

—Si, gracias de verdad. Estoy mucho mejor.

—¿Quieres hablar de lo que te paso?

—Claro. —Respondió. —Síndrome pre menstrual. —Alzo una ceja y sonrió.

High Hopes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora