Así es la vida. (Prólogo)

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"¿Qué pasó?"

Se hacía la misma pregunta mentalmente, una y otra y otra vez. Recordando que aquella misma mañana se levantó de su cama extrañamente cansado a pesar de haber dormido lo suficiente.

Desayunó con evidente desgano y salió de casa despidiéndose de mamá con un tierno beso.

La típica rutina de todas las mañanas.

Y de un momento a otro, se encontraba acorralado contra la pared de los baños, recibiendo dos golpes seguidos en el rostro y uno más en el abdomen despojándole del valioso aire. Sólo así aquellas endemoniadas sonrisas lo soltaron y dejaron que su debilitado cuerpo cediera por su propio peso, debilitado por todo el dolor que estaba sintiendo; pero claro, jamás era suficiente.

La típica rutina...

—Oww... ¿la nena se pondrá a llorar? —se burló uno de aquellos chicos, acercándose al de rizos verdes que contraía las piernas hacia su pecho intentando recuperarse.

Estiró una mano y levantó la quijada de aquel rostro malherido aplastando sus mejillas, echándose a reír fuertemente de aquel rostro que hacía lo imposible por retener las lágrimas. Sin pensar en las consecuencias golpeó la mano de aquel pelirrojo, buscando con desespero ocultar su mirada y de ese modo, hacer menos dolorosa la humillación.

Nunca funcionaba.

—Aún es un grosero este idiota.

—Creo que necesita más que una sola reprimenda.

Esa voz...

Con sólo oírla los ojos verdes se abrieron de par en par sacando a flote el vivo miedo que había intentado contener hasta el momento. Su cuerpo empezó a temblar, no podía reaccionar, hacer o decir algo, ni siquiera salía el aliento para rogar.

El dueño de sus temblores hizo a un lado al pelirrojo. No le interesó medir su fuerza cuando jaló del brazo al mismo adolescente y lo empujó al primer baño que tenía al alcance. Los otros dos presentes, se carcajeaban en alto. Qué importaba si alguien de afuera los escuchaba ¿Qué harían?.

—¡Vamos Bakugou! —animaban entre risas.

Y de inmediato, el recién nombrado volteó con brutalidad al de cabellos verdosos sobre el inodoro, empujando su nuca hacia abajo y ejerciendo sobre esta la fuerza necesaria para que esta no consiga salir de ahí. El peli-verde por su parte, alcanzó a posicionar ambas manos a los bordes, oponiéndose sin éxito a que su verdugo le encajara la cabeza dentro ese infectado lugar.

—¡No me hagas líos Deku! —sentenció borrando la sonrisa de un inicio, dando paso a un gesto de desbordante enojo únicamente por percibir esa clase de resistencia, optó por presionar con mucha más fuerza sobre su mala intención—. ¡Deja que esto acabe de una vez, maldito!

Los brazos del chico pronto flaquearon y su siguiente reacción solamente atinaría a cerrar la boca y los ojos con fuerza antes de clavar la cara entera dentro ese profundo líquido amarillo.

El resto estalló a risas aplaudiendo como focas, como si presenciaron un acto digno de alabación.

El rubio volvió a sonreír divertido, sintiéndose victorioso por su hazaña, pero no tardó en llegar la desesperación del que estaba siendo ahogado en aquel inodoro, el aire se le había acabado. El muchacho movía la cabeza hacia todos lados desesperado, el agua salpicaba por sus bruscos e inútiles movimientos; burbujeaba, pensando que sus gritos podían oírse bajo el agua.

El mismo chico de ojos escarlata jaló de sus empapados rizos verdes liberándolo. El joven tragó una gran bocanada tan profunda que hasta gotas restante se colgaron en su garganta provocándole una exagerada tos. Su respiración fue frenética. Ya no quedaban fuerzas, ni para formular palabras o quejidos. Dirigió sus ojos enrojecidos por las lágrimas hacia el rubio, quien aún tomándolo de los cabellos tiró de los mismos hacia atrás dejándolo nuevamente en el piso.

—Deberías quedarte ahí, basura. Otro año que tendré que aguantar tu patética cara —rechistó, al mismo instante que pateaba la mochila amarilla llena de libros perteneciente al de ojos verdes, y claro no olvidó el último detalle, escupir sobre él—. Vámonos.

Sonó el primer timbre de llamada a todos los alumnos para el ingreso a las aulas. Pero esa no era la orden que adolescentes como ellos obedecerían, No, para ellos la voz del rubio era la única que mínimamente respetaban y, escupiendo algún insulto más como "Inútil", "perra" o "nerd", aquellos chicos por fin se fueron.

Lo dejaron solo, adolorido e inmóvil aún tumbado sobre los fríos azulejos celestes de los baño. Con la mirada perdida en el—para nada interesante— techo blanco, en el que únicamente parpadeaba un largo tubo de luz, posiblemente a poco de fundirse.

Primer día. Pensó. No quiero estar aquí.

Con el dolor aún presente en todo su cuerpo hizo el inmenso esfuerzo de levantarse. La pared le sirvió de apoyo para ayudar a que sus temblorosas piernas mantengan el equilibrio y como si fuera un cervatillo recién nacido, se acercó al lavabo y al pequeño espejo que destacaba por tener una de sus esquinas rotas. Suspiró con desasosiego al verlo, esa era una marca que le traía otro mal recuerdo y un incidente parecido a este.

Arregló lo más que pudo el uniforme, limpiando con su manga la deforme mancha de baba que le habían dejado. Su rostro y cabello se mostraban empapados, podía sentir el apestoso olor de cada gota aún deslizándose sobre sus sienes; el labio inferior sangraba y el pómulo derecho se había hinchado con un color moradizo.

Se le hizo un nudo en la garganta amenazando con gritar en llanto, pero de inmediato subió una palama a cubrir su boca. Tensó la mandíbula ahogando un quejido y usó las mangas del mismo uniforme para no dejar que sus ojos lloren. No más. Tenía poco tiempo. Aunque su aspecto era tan miserable que la idea de volver a casa era demasiado tentadora.

Lavó su rostro entero con agua limpia. Resignado. No tenía por qué llorar, estas cosas ya... Eran normales, ¿no? Así es la vida, ¿No?

Tiró una servilleta del dispensador para secarse mientras pensaba en las excusas que daría si es que alguien preguntaba. Ja, como si alguien pudiera preocuparse. Pará este punto la mitad de la escuela conocía su lamentable historia.

Recogió su mochila que yacía tirada en un rincón bajo los lavabos, la sacudió antes de colgársela, afortunadamente a penas tenía algunas gotas, nada que dañara el contenido. La colocó sobre sus hombros, siempre sintiéndola como si fuera el peso de una vida entera a sus cortos 16 años. 

Sin embargo algo está vez era extraño. Llevaba todos los útiles que le correspondían, la revisó varias veces antes de salir de casa asegurándose que no le faltaba nada; y a pesar de haber comenzado bastante mal, a partir de esa mañana, Izuku empezó a sentir ese peso mucho más liviano.

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¡Hola! Este es el primer fanfic que me animo a escribir. Soy principiante y espero recibir todas sus buenas o malas opiniones.

Muchas gracias por leer.

Como verán, esta historia no está relacionada con los Quirk que poseen los personajes reales. Sólo es una escuela normal, con estudiantes normales; aún así, espero que sea de su agrado.

No está de más decir que los personajes no me pertenecen, ellos son creación del gran maestro, Kohei Horikoshi.

Sonreír por ti (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora