3. Culpa.

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Apretaba ambos puños con fuerza, con la mirada dura, era capáz de mandar a la mierda a cualquiera que se le pusiera en frente. Tenía mucha rabia contenida, tanta que se desquitaría con lo primero que le tocara un pelo.

Primero, un idiota le tira la bandeja encima. Segundo, lo llevan a la dirección, llaman a sus padres y además lo suspenden. Tercero, su padre le daría una gran reprimenda por teléfono, y la que lo espera cuando a penas llegue a verlo.

Y ahora, para el colmo de sus males, había empezado a llover, no ligera, sino que estrepitosamente. Quiso gritar y mandar a la mierda todo su día en ese momento. Corrió bajo el puente para refugiarse y esperar a que la tormenta pase pronto. Pero en lugar de ello, se hizo aún más violenta. El agua golpeaba a la ciudad aislando cualquier otro sonido que no sea el siseo de las gotas al caer sobre el concreto.

—¡Ahhh! ¡Maldición, maldición, maldición! —su voz se mezclaba con la tormenta, golpeando el gran pilar gris que sostenía el puente— ¡Los odio! ¡Los odio! ¡Mataré a Todoroki!

Sus nudillos se raspaban en el concreto, haciéndose heridas y pronto empezaron a sangrar. El dolor hizo que por fin frenara sus golpes. Respiraba agitado, en verdad sentía odio hacia el mundo luego de todo lo que había pasado, no podía creer que ya tuviera una llamada de atención el primer día de clases. No, no solo una llamada de atención, ¡Una suspención el primer día de clases!

No iría a casa por el momento, estaba seguro de que sus padres le darían la reprimenda de su vida, además que ya estaba condicionado por su conducta desde el año pasado, podría terminar expulsado si cometía alguna otra falta grave, y lo de hoy no estaba a su favor en ese aspecto. Ese chico, Todoroki Shouto se había ganado su total desprecio, ya vería la forma de vengarse sin meterse en más líos. Soltó una pequeña risita al pensar en ello.

Me las pagará.

El vibrar de su teléfono en su bolsillo lo sacó de sus cavilaciones.

—Hola —contestó con torpeza.

Bakugou, ¿Qué pasó amigo? —era Kaminari.

—Luego les explico, ¿Qué hicieron con mis cosas?

Bueno, si no me quieres contar...

—¡Me suspendieron imbécil!

Bien, bien, no te enojes —Kaminari hablaba con mucha calma, tan típico de él. Siempre relajado aunque el mundo estuviera cayéndose encima o aunque Bakugou le conteste de manera agresiva, ya estaba más que acostumbrado a la personalidad explosiva de su amigo—. Tengo tus cosas conmigo. Si quieres puedes venir a mi casa y...

—Voy para allá —colgó sin dejarlo terminar. Después de todo, no deseaba estar en su propia casa, por lo menos hasta que sus padres se vayan al viaje de negocios del que hablaban desde ayer. El frío lo estaba torturando y además, debía copiar todo lo que hicieron en su ausencia.

Metió las manos en los bolsillos y se dispuso a caminar bajo el puente hasta acercarse lo más posible al centro de la ciudad, que era donde estaba el edificio de Kaminari. La lluvia no cesaba, así que lo mejor era andar por los callecillas que conectaban las grandes avenidas para llegar más rápido, así evitaría mojarse más de lo que ya estaba.

Llegó al punto en el que debía cruzar la carretera sí o sí. Paró a mirar ambos lados, esperando a que ningún coche se acercara y corrió veloz para ponerse bajo el toldo de una cafetería que ya cerraba sus servicios.

El edificio de Kaminari estaba a tres calles más paralelas a esa. La tormenta había amortiguado a penas un poco, no es que haya dejado de llover, pero ahora era mas cómodo caminar bajo ella.

Sonreír por ti (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora