1. Nueva

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Se escuchó el segundo timbre de llamada a todos los estudiantes que rondaban por los pasillos de la escuela secundaria Yuuei. La mayoría de ellos empezó a correr a sus respectivos salones de clases; otros más, caminaban tranquilos y descuidados del asunto o distraídos en sus grupos de amigos.

De una puerta a un lado de los casilleros, se asomó temerosa la cabeza de un muchacho de rizos verdes. Miró hacia ambos lados como lo hacía al cruzar las calles, pero en lugar de autos, se cuidaba de que el grupo de delincuentes quienes hacían la vida imposible no se encontrara cerca.

A su paso reconoció varios rostros de chicos y de chicas que pasaban por el pasillo con una sonrisa, felices de verse otro año entre compañeros o del simple hecho de haber aprobado. De haberse encontrado otro año y hablando de lo mucho que habían cambiado.

Pero para Izuku, que salió lento y apático con la mirada baja, haciendo un absurdo intento por ocultar mejor sus heridas bajo su cabello, aquel ansiado cambio nunca había llegado.

No debía sentirse intimidado. Todos quienes pasaban por su lado, eran las mismas caras para las que su existencia era totalmente indiferente. Lo miraban por un segundo con curiosidad, otros con sorpresa, pero a ninguno realmente le importaba.

Caminó con las manos frias sobre los tirantes de su mochila, esquivando a toda la multitud hasta llegar al fin a su destino.

Bloque 2, primer piso, clase 2-A.

La puerta que tenía en frente se veía gigante y pesada. Algo que percibía tan solo él, porque realmente no se sentía con fuerzas para entrar y enfrentarse a la dimensión de caos y ruido que ese curso significaba. Pero que al final tampoco tenía opción.

Respiró profundo antes de abrirla, preparado para ver a todos de nuevo; mismo instante que el tercer y último timbre resonó por el edificio entero.

Como era común, sus compañeros de clase hacían lo que se les venga en gana ante la ausencia de un profesor. Algunos sentados en el piso, otros pisando asientos y algunos, observando por la ventana a ver a quien podrían tirarle una bola de papel o chicles.

Los que más sobresalían en todo el alboroto eran Bakugou y sus amigos. Ellos habían tomado los lugares de uno de los rincones al fondo del aula, a cada rato se escuchaban risotadas con algunas chicas. Pero cuando el rubio, que era a quien todos rodeaban siendo el foco de atención y quien había golpeado a Izuku esa mañana, notó la presencia del mismo chico de rizos verdes, este retiró la mirada de inmediato.

Era una advertencia para él. Izuku la había aprendido por las malas desde hace tiempo. La de: "Muévete antes de que alguien más te vea hecho mierda".

Al parecer era uno de los últimos en llegar, pues todos los buenos lugares habían sido ocupados y dejaron vacíos sólo los asientos del final de cada columna. Soltó un suspiro pesado. Otro año que se perdería la mitad de la clase. Evitó el contacto visual con cualquier persona. Apresuró sus paso y se fue a sentar al sitio del rincón junto a la ventana.

Dejó su mochila a un lado y trató de relajarse entre toda la bulla, pensando en que todo terminaría a penas toque el timbre de salida. Era costumbre ver al reloj de la pared repetidas veces casi de manera compulsiva, aunque no hubieran pasado ni cinco minutos desde que pisó el aula. Era la alerta para salir corriendo de ese lugar, la Campana que muchas o pocas veces lo salvaba.

Delante él se sentaba una chica de rara apariencia, muy delgada y de espalda encorvada, de ojos saltones y el cabello a medio peinar sujetándose de una coleta bastante caída. Era muy reservada y siempre se la pasaba leyendo algún libro aislada de lo que ocurría al rededor.

Alguna vez lo intentó algo así, pero de sólo recordarlo tuvo pena del libro cortado y convertido en una desfigurada masa de pegamento entre los cuadernos de su machila.

Sonreír por ti (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora