Estuvo horas ahí, tirado, sangrando y gritando. No gritaba auxilio, pero si por desesperación y rabia.
De pronto unos pasos se escucharon en el baño. Dudó por unos segundos si hacer algo pero opto por golpear la puerta del cubículo que se encontraba. La puerta se abrió de golpe, dejando ver a un chico precioso, casi tan alto como el, con una figura de infarto.
—¡Dios mio!