9. La fiesta

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Capítulo 9.

- Bienvenue au paradis, mademoiselle . - Dijo Ethan arrodillándose mientras me daba un beso en la mano a modo de saludo. ¡Oh dios que alguien me coja que este hombre me ha conquistado por completo! ¿Eso es lo que esperaba oir? Hombre iluso... ¿Acaso es romántico tener babas (por no mencionar las bacterias) de un hombre en la mano? ¿Desde cuándo hablaba francés? Si él pensaba que eso era un buen método para conquistar a una dama se equivocaba; menos iba a funcionar si se trataba de él, un mujeriego el cual te trataba como si le importaras, cuando en realidad se comportaba así con cualquier chica que a su parecer fuera inocente, por no mencionar que era un egoísta que sólo me quería para ganar una estúpida apuesta.

-Me he enamorado.- Dijo Aria por lo bajo con una expresión facial soñadora.

-Y yo.- Suspiró Dan, mientras yo le daba un codazo como respuesta.

Ethan se apartó de la puerta y quedamos boquiabiertos ante tal "maravilla". Su casa, quiero decir, mansión, era, era... horrible. Eso no tenía nada de acogedor, no era el típico lugar para estar con tu família y desayunar cada mañana con ellos mientras oías el alegre silvido de los pájaros llenar la habitación. Era un sitio similar a una discoteca. La música, junto a los saltos que daba la gente al ritmo de las melodías, retumbaban por toda la casa. La poca luz que había era propia de una fiesta juvenil, abundaba el fuerte olor a alcohol, y estaba lejos de ser algo agradable.

- Y bien ¿Qué te parece mi casa?

-No me gusta.- Ethan pareció sorprenderse, estaría acostumbrado a oír miles de halagos por su mansión. Al parecer no llevaba muy bien lo de las críticas negativas. Lo noté molesto pero al momento volvió a su aspecto confiado y prepotente.

¿En qué quedamos? Si mientes eres un falso y si dices la verdad un maleducado... Encima que opté por ser sincera...

-Ven conmigo.

Me agarró de la muñeca y me llevó a dar un tour por su casa, almenos eso era lo que él tenía pensado, pero me paré en seco.

-¿Qué te pasa?

-¿Que qué me pasa?

-Sí, eso dije.

- ¿Te crees que puedes cogerme por la muñeca y llevarme donde tu quieras? No te necesito, puedo andar yo sola hasta donde sea que me quieres llevar, gracias.

-¿Estás bien? Hoy te encuentro muy rara... ¿Estás en tus días, es eso?

-¿Qué dices?

-Ya sabes, ketchup...sangre...vagi...

Ya lo había entendido necio! Me refería a que cómo te atreves a...

-¿Estás enfadada?

-No. ¿Me vas a decir dónde querías llevarme?

Resignado siguió andando hasta el sótano. Quizá yo estaba actuando de manera infantil, pero ¿cómo esperais que me tome que juegue con mis sentimientos?

Una vez en el sótano pude contemplar que no estaba para nada descuidado, no había rastro de telarañas, cajas llenas de recuerdos, desorden, ni nada parecido. Ese sótano me gustaba más que toda su mansión. Predominaban los colores claros como blanco o beige. Estaba muy bien iluminado, y no era gigantesco pero tampoco era tan pequeño como mi habitación. Medía lo suficiente como para que cabieran dos sofás, una barra libre con sus tamburetes, un escritorio con un portátil iPear, una nevera con reservas, una cama de sábanas negras y una mesa de billar.

The Path To MaturityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora