Capítulo 1: Perdi el control ... OTRA VEZ.

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Salí de la biblioteca, los pasillos estaban desiertos y en silencio. Todos se habían ido. Camine hacia el gimnasio, necesitaba practicar la rutina que yo misma invente. Aunque la verdad de todo, es que al principio esperaba a que todos se fuera porque quería evitar encontrarme con los brabucones de futbol americano y bueno así termine haciendo mi rutina, sola, como siempre he estado. Comencé a estirar los músculos, empiezo por las piernas, siempre me ha gustado lo flexible que soy y he procurado conservar esa flexibilidad.

-Mira quien está aquí, Chaz. -Al escuchar la voz de uno de los brabucones me asuste, creí que estaba sola. Mire a todos lados pero no lograba verlos. Quizá ya me estaba volviendo loca. -¡Hey, Quinzel! Estamos aquí. -Comenzarón a reír pero aun así no lograba ver donde estaban. Me levante rápidamente y guarde mis cosas de prisa. - ¿Tan pronto te vas? -camine hacia la puerta, pero antes de llegar sentí un tirón en el cabello que me hizo retroceder.

-¿Qué te parece Kyle? Quinzel no seas descortés, un saludo no se le niega nadie.

-Suéltame por favor, o si no...

-¿Qué? ¿Gritaras? Mira bien a tu alrededor, estamos solos, nadie te escuchara, solo Kyle y yo. -me susurro al oído. Sentí náuseas y un nudo en la garganta, no estaba segura de que fuera miedo, quizás sí, porque nunca me habían tocado, solo me molestaban verbalmente. -Oye Kyle...

-¿Qué pasa?-sentí a Kyle acercarse también a mí.

-Viéndola de cerca no está nada mal, mírala. Cambiaste mucho, Quinzel, ¿Sabes? Si no usaras esta ropa tan horrenda y si arreglaras diferente tu cabello, tal vez alguno de nosotros se apiade de ti y te lleve al baile. -ambos estallaron en carcajadas mientras yo sentía que se aproximaban mis lágrimas silenciosas.

-¡Hay, no! Chaz, está llorando. -Mis lágrimas solo los divertían más. -Vámonos no soporto a las mujeres lloronas. -Chaz me soltó y ambos caminaron hacia la puerta.

-Maricas... -masculle con amargura en voz baja, pero para mí desgracia, lo escucharon.

-¿Qué has dicho? -Kyle se giró molesto hacia mí.

-Nada... No dije nada...

Antes de que pudiera reaccionar Kyle ya me había tirado al piso, un fuerte dolor me recorrió la espalda. Se puso sobre mí, me sostuvo ambas manos sobre la cabeza. Mientras yo forcejeaba con fuerza. Comencé a gritar de la desesperación.

-¡Cállala! -Grito Kyle. Chaz me cubrió la boca con la palma de su mano. -Ya verás que tan maricas somos... -Horrorizada vi cómo se quitaba el cinturón y comenzaba a desabrocharse los pantalones.

-¿Qué escondes bajo esa horrenda ropa, Quinzel? -Tenía que libérame. Mordí con todas mis fuerzas la mano de Chaz. -¡HIJA DE PERRA! -Grito, quito su mano de boca, Kyle miro asombrado, aproveche ese momento y libere uno de mis brazos, cerré el puño y le di un golpe directo a la nariz a Kyle, su sangre me salpico la cara.

Se tiro al piso cubriendo su cara, sentí mi corazón latir, el sabor metálico de la sangre en mi boca, mis manos, mi cara y mi ropa salpicadas de pequeñas gotas de sangre. Ya no podía pensar claramente, estaba molesta y lo único que quería era que dejaran de lloriquear como niñas.

Mire alrededor, había balones, raquetas... Pero de pronto lo vi, como si me estuviera esperando, un bate de béisbol, camine tranquilamente hacia él y lo tome....

* *

-Entonces, señorita Quinzel, ¿No va a decirme que fue lo que paso con los jóvenes a los que agredió? -Lo mire, haciéndome la desentendida. Exhalo, frustrado. -Le recuerdo, que depende de su evolución en esta terapia su futuro, no solo está en juego si es expulsada o no, también su futuro universitario podría verse severamente afectado, incluso podría terminar en prisión.

-Acá entre nos, doctor, ¿Usted realmente cree que yo les hice eso? ¡Por favor! Son dos hombres que practican futbol americano, unos atletas hechos de puro musculo, pesan el doble que yo. ¿Le parece lógico acusarme de eso?

-No me lo parece, pero lo cierto es que uno de ellos está grave, el otro no ha querido decir que paso, ni quien fue...

-Pero... Vamos Doc. Sé que tiene alguna teoría, cuénteme.

-Creo que ambos te molestaban, creyeron que podían jugarte una broma pero reaccionaste mal.

-Si eso hubiera pasado ¿Por qué no dirían nada?

-Por miedo y vergüenza. Supongo que a ningún hombre le gustaría admitir que una mujer le dio una paliza.

-Es usted un hombre con mucho sentido común. -Vi el reloj la hora de sesión había terminado. -Realmente me gustan las sesiones con usted doctor, pero ahora me tengo que ir.

-Siendo sinceros no creo que la terapia este sirviendo. Creo que usted necesita otro tipo de terapia.

-¿Habla de hipnosis y esas cosas?

-No, creo que la raíz de tus problemas viene de tu infancia. Quizá debamos probar con terapia familiar.

-¿Familiar? -Hay no, no creo que al doc. Le guste verme llegar con mi tía en una bolsa plástica.

Lucy Quinzel La hija de Joker  y Harley QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora