Capítulo: 17

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Capítulo: 17

Hace un rato que se ha despedido de Marcos y de Raquel. Siempre vuelven juntos a sus casas después del instituto. Aunque hace ya varios meses que Cristian le hace creer a sus dos amigos que, después del instituto, se dirige a su casa. Pero no es así. Cristian siempre acompaña a los dos hermanos hasta el portal de su casa para no levantar sospechas.

Ahora camina por la calle Compromiso de Caspe hasta llegar a una boca calle lúgubre y pequeña. En esa estrecha zona dela ciudad se halla su destino. Un local sucio y que se cae a pedazos. Y, dentro de ese repugnante lugar, su mayor perdición. Lo que le hace olvidar.

Llega delante de la puerta del pequeño local. ¿Debe volver allí? Juró que volvería a hacerlo. No debe huir de sus errores, pero es demasiado cobarde como para hacerles frente.

Respira hondo y llama a la puerta con los nudillos. Aún tiene una oportunidad para irse corriendo de allí. Demasiado tarde, una chico más mayor que él con el pelo rapado, le abre la puerta.

-¿Qué quieres?- le pregunta con su voz grave. Cristian tiene por entendido de que se llama Raúl.

Por un momento el cuerpo del joven le pide salir corriendo de ese sitio.

-Busco a Oriana- dice Cristian con la voz temblorosa.

-Espera un momento, voy a llamarla.

El joven desaparece cerrando la puerta en las narices del chico. ¡Ahora Cristian, corre! Pero no lo hace. Su cuerpo necesita huir de allí, pero su cabeza necesita olvidar, y sólo hay una forma de hacerlo, y está ahí dentro.

La puerta vuelve a abrirse, esta vez aparece un chica rubia vestida con poca ropa para la época del año en la que están. Oriana.

Sonríe cuando ve a Cristian de nuevo allí. Sabía que no podría aguantar sin su ayuda.

-Hola rubio- dice ella apoyándose contra el marco de la puerta.

-¡Te he dicho un millón de veces que no me llames así!- replica él enfadado.

-¿Prefieres qué te llame de otra forma? Porque sabes que puedo hacerlo.

-A ese juego podemos jugar los dos, Oriana- dice Cristian molesto por el comentario de la joven.

Ella comienza a reírse por el comentario de Cristian. No entiende qué es lo que le hace tanta gracia. Ella debería estar tan arrepentida como él de lo que hizo. Oriana también estaba allí, cuando todo pasó.

-Así que empieza a llamarme por mi nombre o yo tomaré las medidas que crea convenientes.

Oriana deja de apoyarse con la puerta y camina hasta Cristian.

-¿Quieres que empiece a llamarte Aarón?-le susurra ella al oído.

Cristian se sobresalta al oír su verdadero nombre. Nadie le había llamado así desde que sus padres le concedieron el permiso de cambiarse el nombre por el de Cristian. El nombre de Aarón tenía un pasado del que se arrepentía todos los días de su vida. Desde ese día de verano, con la muerte de Inés, la amiga de Paula, la vida de Cristian debía cambiar. Llegó a cambiar tanto que conoció a nuevos amigos, unos amigos de verdad, entre los que destacaba Paula. Vaya donde vaya, el pasado de Aarón nunca le dejará en paz.

-¡No me llames así, Silvia!- grita Cristian dejando a la chica helada como el hielo- Te he dicho que yo también puedo hacerte mucho daño. No me vuelvas a poner a prueba.

-Mejor dicho, no me pongas tú a prueba, Cristian- grita ella golpeándole en el pecho en el dedo- Yo soy la única que puede hacerte olvidar lo que ocurrió con Inés. Sólo yo. Así que más te vale obedecerme en todo lo que te mande. Si yo te digo que vengas, vienes. Si te digo que bebas, bebes. Si te digo que me beses, me besas.

Antes de que Cristian pueda reaccionar, los labios de Oriana están pegados a los suyos. No se separa, sólo se deja llevar. Como muchas otras veces lo ha hecho.

El beso termina y Oriana le invita a Cristian a que entre en el local. Dentro, persiste un olor a tabaco.

-Vamos allí, estaremos mejor solos- le dice la joven señalando con el dedo una sala al fondo del sucio local.

Una vez dentro, ambos se sientan en el mismo sofá y comienzan a besarse de nuevo.

-Espera aquí, vuelvo en un momento- dice Oriana saliendo del cuarto.

Cristian intenta convencerse a sí mismo de que eso no está bien. Debe dejar de ir allí, solo le hace daño. Pero le hace olvidar y tranquilizarse.

La joven vuelve a entrar con un cigarro encendido en la mano y una bolsa con unos polvos blancos en la otra. Vuelca el contenido de la bolsa sobre una pequeña mesa y, con el canto de un cuchillo, separa el polvo en unas largas y finas tiras. Oriana le hace un gesto al Cristian para que se acerque.

-¿Preparado?

-Sí- responde respirando hondo.

La chica le coloca una mano en la espalda y le empuja un poco hacia la mesa como signo de ánimo. La cae bien, es un buen chico. Todos los días recuerda esa temporada en la que salieron juntos, pero la muerte de Inés lo estropeó todo. A raíz de esos acontecimientos, usa a Hugo como un simple juguete. Y no le importa nada hacerlo.

Cristian coloca cada al mano al lado de la mesa y su rostro delante de una de las rayas de cocaína. Cierra los ojos con fuerza e inspira muy fuerte. Ya está, lo ha hecho otra vez.

Oriana le ayuda a levantarse y le guía hasta el sofá en el que estaban sentados. Retoman los besos que habían abandonado. Ahora está segura, definitivamente, no le importa nada Hugo. Su relación con él fue y es pura diversión.

Gracias por hacerme feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora