Capítulo: 25
Lleva más de una hora en su casa. Aún siente los efectos de la cocaína que le ayudan a olvidar todo lo que era antes y todo el daño que le causó a Paula hace un año. Seguramente, el destino le ha castigado convirtiéndolo en uno de sus amigos. Se lo merece. Se merece mirarla a la cara todos los días y recordar cada una de sus súplicas para que Inés no saltara, cada una de sus lágrimas que marcaron la vida de esa muchacha de catorce años. Y todo fue por su culpa.
Tuvo que cambiar de vida, de forma de ser, de identidad e incluso de aspecto. Al enterarse de que Paula entraría en su mismo instituto, tuvo que hacer todo lo posible para que ella no le reconociera. Si se llega a enterar de que él fue uno de los responsables de ese trágico acontecimiento, no se lo perdonaría nunca, ni ella ni sus amigos. Sus amistades dejarían de existir.
No le apetece hacer nada, solo desaparecer. Dejar de existir por unos instantes. Se separaría de su mente y sus pensamientos si pudiera. ¿Cómo ha llegado a tal extremo? Es verdad que le afectó mucho, muchísimo la muerte de la amiga de Paula, pero él sabe que las decisiones que ha tomado para olvidar no son nada buenas. Recurrir a la droga ha sido caer muy bajo. La droga es para los cobardes y para los que no se saben valer por sí mismos, Cristian siempre lo ha dicho. Pero Oriana le enseñó a verlo como una salida a ese sufrimiento que le quema por dentro. Oriana, siempre ella. El verla no le hace bien, y lo sabe. Pero el no verla le mata. El año en el que sucedió todo, decidieron acabar con su relación. ¿Acabar? No, probablemente nunca hayan llegado a terminar. Siempre que él acude a ella, algo sucede entre ellos. Cristian no sabe si es algo especial o una simple atracción que siempre ha estado ahí. Él la conoce muy bien, antes era una chica que, aunque pasaba de la opinión de los demás y de ellos, en el fondo era sensible y cariñosa. Ahora se esconde tras su pelo castaño teñido y esa coraza de chica dura y fría. Cristian siempre recuerda esos momentos que vivieron juntos antes de que todo ocurriera. Fue una de las mejores etapas de su vida, y no le importaría volverla a repetir. Aunque existe un inconveniente que impide hacer realidad el sueño de Cristian, Oriana está saliendo con Hugo, su amigo. No quiere romper lo que hay entre ellos por un simple capricho de Cristian, porque al fin y al cabo, no es más que un simple capricho. Pero, le ha oído decir muchas veces a Oriana que lo suyo con Hugo es un juego para ella, un entretenimiento sin sentimientos. Eso es un punto a favor para Cristian.
Unos golpes en su puerta hacen que Cristian vuelva al mundo real.
-Adelante- dice él desde su cama.
Una mujer de pelo corto rubio entra en su cuarto con una gran cesto lleno de ropa entre sus manos.
-Hijo, he venido a ver si tienes ropa sucia. Voy a poner una lavadora.
-Sí, he dejado un pantalón y dos camisetas colgadas detrás, en el picaporte de la puerta.
Su madre asiente y recoge la ropa para meterla en el cesto de la ropa sucia.
-Mamá, ¿puedo hablar contigo un momento?
-Claro.- dice la mujer dejando el cesto en el suelo y se siente en el borde de la cama.- ¿Qué pasa?
Cristian se coloca a su lado y, cabizbajo, apoya los codos sobre las rodillas.
-¿Existe alguna forma de cambiar el pasado?
La pregunta coge desprevenida a la madre de Cristian.
-No hijo, pero siempre se pude mejorar el futuro. ¿Por qué lo dices?
-Porque no pasa ni un solo día en el que no piense en ese día en la piscina y en lo mal que me porté. Pero, lo peor, es que os metí a todos en esto. A ti, a papá…no os le merecíais y siempre estuvisteis allí apoyándome en todos y cada uno de los cambios a los que me tuve que someter.
La madre de Cristian rodea con su brazo la espalda de su hijo que sigue cabizbajo. Ha sufrido mucho durante todo este tiempo. Siempre dijo que la culpable de ese dolor que Cristian sentía por dentro era por culpa de Oriana. Nunca le gustó el carácter de esa chica. Pero, debe de reconocer, que ha estado ahí cuando Cristian se venía abajo y deseaba desaparecer para esconderse de los problemas y del mundo en general. En el fondo, muy en el fondo, es una buena chica. Aunque ella no lo quiera reconocer.
Cristian vuelve la cara a su madre para mirarla. Le encanta estos momentos, cuando están los dos a solas. Para Cristian su madre es su mejor amiga. La que siempre le escucha y le entiende. No hay nadie como ella en el mundo. Pero se siente culpable. Culpable de no poder contarle todo. No tiene valor para contarle el remedio que utiliza para olvidar ese día en la piscina. Para olvidar el dolor que le causa el recordar los ojos de Paula esa tarde. Si su madre se llega a enterar, sentirá que su único hijo la ha decepcionado al caer tan bajo. Al no afrontar el miedo y recurrir a un remedio para cobardes.
-Gracias por todo, mamá- dice el joven con los ojos vidriosos.
-No me las des Cristian. Tu bien es lo único que me importa.- se acerca a su hijo y le da un beso en la frente.- Me voy a terminar de poner la lavadora.
-Vale.
Su madre vuelve a coger el cesto de la ropa sucia entre sus manos.
-Por cierto,- die ella sujetando esta vez el cesto bajo el brazo- estabas mucho más guapo con el pelo más oscuro.- le comenta mientras le revuelve un poco el pelo con su mano libre.
-Ya sabes, tuve que hacerlo para que Paula no me reconociera. Pero el rubio tampoco me queda nada mal, ¿eh?- le pregunta recolocándose su flequillo.
-Estás guapísimo- y vuelve a darle otro beso, pero esta vez en la mejilla.
Se queda solo en su cuarto acompañado por sus pensamientos. Pensamientos confusos a los que pronto espera encontrarles solución. Y para eso ha decidido en pensar en sí mismo, en vivir la vida a su manera, sin dejarse dominar por los miedos o los que dirán. A partir de ahora, va a hacer lo que se le antoje, le guste o no le guste a los demás.
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Gracias por hacerme feliz.
Roman pour Adolescents"-Te prometo quererte más veces de las que logro respirar. -Créeme, si estoy viviendo un sueño no quiero despertar. Posó sus labios cálidos y suaves sellando un beso en la boca de la muchacha. -Por fin, esto es real" ¿Quien dijo que los adolescentes...