Capítulo 1.

97 12 2
                                    

Antes de empezar a leer esta historia y pensar que soy demasiado promiscua a subir y subir cosas nuevas sin acabar las antiguas, os diré mis razones. Esta historia la empecé hace algo más de un año, y me encantaba, pero como me suele pasar a mí, dejé de escribirla. Hace poco la retomé, y he escrito dos capítulos y medio más de lo que ya había escrito. Con todo esto, voy por el capítulo 15. La cosa es que yo tenía un ordenador que se rompió, y por mucho que lo lleváramos a arreglar, se volvía a romper. A esto se le junto que mi madre, que tenía dos ordenadores del trabajo, tuviera que devolver uno, que era el que yo usaba. Total, que compramos un portatil que yo pudiera usar para todos mis trabajos y mis cosas. ¿Qué pasa? Que este portatil nuevo no tiene el Microsoft Word instalado, y allí es donde escribo yo. Hay otros programas que podría utilizar, lo sé, pero de todos los que he probado, el word es el que más me gusta. Para que me resultara más fácil escribir, decidí ir copiando los capítulos aquí, y así escribir, no solo cunado estuviera en casa, sino también en el autobús, en el metro..., todo eso. Y he decidido publicarla porque me encanta esta historia y creo que mucha gente estaría de acuerdo con mi gusto. Espero que le deis una oportunidad y que os guste. Por cierto, el título y la portada horribles no son los definitivos, pero tenía el documento guardado como "vestido negro" porque no quería ponerle ningún título y no podía dejarlo así.

Miro mi reloj y me doy cuenta de que el tiempo se está acabando. Tengo que estar lista ya, o si no Charlie me matará. Puede que no literalmente.

Subo la cremallera del vestido negro y me pongo las botas. Un colgante de plata añade un toque refinado a mi imagen, eso ha sido idea de Suzanne.

Me miro al espejo y suelto un bufido al ver el moño que mi amiga me ha hecho, siempre he odiado los moños, y lo que pase esta noche, no va a hacerlo cambiar. Me lo deshago y dejo el pelo suelto, de forma que se nota el color. Rubio. Tampoco me gusta el pelo rubio, me gustaba mi pelo azabache, pero también tuve que cambiármelo. Lo entendía, en parte, porque al fin y al cabo, todo era por mi seguridad, pero no había nadie que me fuera a reconocer aquí.

En realidad, toda yo tuve que cambiar por eso.

Salgo apresuradamente de la habitación, agradeciendo que las botas no tengan tacón y me encuentro con un chico rubio, con ojos azules y algunas pecas, mordiéndose la uña del dedo pulgar izquierdo. Charlie.

—¿Por qué has tardado tanto, Quinn? —pregunta alterado.

También odio el nombre de Quinn.

—Mi nombre es Phy.

—Suzanne dijo que ya lo entendías —dice con una mueca de impaciencia, y mira hacia los lados, preocupado por si alguien ha oído la conversación, pero no hay nadie—. A partir de ahora te llamas Quinn.

—¿Por qué dejarían que ella eligiera mi nombre nuevo? —pregunto, más a mí misma que a él.

Supongo que hago esto muy a menudo, porque en vez de contestar, me agarra del brazo y me lleva hacia el restaurante del hotel. Es una de las ventajas de estar en un hotel, que no hace falta caminar más de trescientos metros para comer.

Cuando entramos por la puerta, un olor a comida, me llena las fosas nasales y hace reaccionar a mis papilas gustativas. Nunca he sido demasiado refinada con temas de comida, pero no puedo evitar pensar que todas estas cosas tienen que estar exquisitas.

—Es el de allí —me dice Charlie señalando a una mesa.

En ella hay un hombre. Un hombre grande, y por grande me refiero a que es gordo, pero también se nota que es bastante alto. Tiene una gran calva en la parte de atrás de la cabeza, y un bigote poblado que no para de tocar. Está nervioso.

PHYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora